A medida que se acerca la fecha de las elecciones presidenciales, el gobierno, sabiendo que ni por las buenas o por las malas puede mantenerse en el poder, se encuentra desesperado, angustiado y enloquecido, y buscando la forma de no concurrir a una aplastante derrota, recurre a individuos como el diputado Jaime González para pedir, en medio de su exasperación, que suspendan el proceso electoral ya.
Al expresar su opinión el abogado Macario González, exalcalde de Iribarren, exsecretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, exparlamentario y dirigente de Voluntad Popular, dijo que de la forma como está actuando el gobierno y utilizando a sus aliados demuestra que el miedo, como dice el refrán, es libre.
El candidato oficialista lo que hace es bailotear cuando aparece, muy pocas veces, en público, porque no tiene nada que ofrecer por cuanto todas sus promesas anteriores no las ha cumplido y sabe que su derrota está cantada en las calles y sólo falta el 28 de julio para que se concrete su final con la victoria popular a favor del cambio en Venezuela. Eso es irreversible.
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Cuando el diputado Jaime González acude al TSJ para hacer su solicitud de suspensión de elecciones es porque, como todos sabemos, aquí no existe Estado de Derecho y todas las instituciones son manejadas a discreción por el gobierno.
Si la solicitud ocurriera, pero no le arriendo las ganancias, porque ni siquiera los aliados que tiene el gobierno en los presidentes Colombia, Brasil y Chile ya han expresado no estar de acuerdo a un arrebato a la voluntad popular en un proceso electoral y, además, han criticado que no sea aceptada la observación internacional que ha rechazado Maduro a través del CNE.
Como no es racional esa suspensión, lo más conveniente es que aparte el gobierno ese miedo, atienda las recomendaciones de sus aliados extranjeros y como ya está inscrito su candidato, entonces, compita, claro está no para ganar, sino para saber con cuántos de sus camaradas queda y pueda, más tarde, buscar algo en las elecciones regionales y municipales que vendrán inevitablemente.