La pregunta que más corre entre labios de la gente en Venezuela y de quienes en otras latitudes están pendientes de la suerte de nuestro país, es ¿Cómo será la transición después del resultado electoral del próximo 28 de julio.
No voy a reincidir en las citas de experiencias de otras naciones que ya he expuesto con lujo de detalles en anteriores entregas, relacionadas con las transiciones adelantadas en Chile, Brasil, Sudáfrica y España, por aludir sólo algunos de esos interesantísimos procesos. Trataré de recoger en estas próximas líneas las reflexiones, comentarios y vivencias relatadas por personajes que, de una u otra forma, han reflexionado sobre esa etapa sobre la cual se tejen los más variados escenarios, muchos optimistas, otros que dan lugar a naturales aprehensiones que, afortunadamente, no han propagado ni desesperanza ni desestimulando la determinación de acudir a sufragar en la venidera jornada electoral del 28 de julio.
La gran bandera que ha enarbolado María Corina Machado y que ahora cuyo mástil también empuña Edmundo González Urrutia, es la que hace ver entre los colores de nuestro pabellón nacional, el sueño generalizado del reencuentro de los venezolanos. Ese es el diapasón más sonoro de la prédica de María Corina y Edmundo González en esta singular campaña electoral. Tal como lo ha razonado, con argumentos válidos, Tomas Páez, un venezolano excepcional que lidera el Observatorio de la Diáspora Venezolana, somos más de ocho millones-rayando en los nueve-de mujeres y hombres que sufren la disrupción provocada por la catástrofe humanitaria engendrada en este ciclo de 25 años de desaciertos.
Es una campaña peculiar porque los mensajes viajan por las redes sociales, tanto los que ponen a circular María Corina como Edmundo González. La gente de las islas de Margarita y de Coche, por ejemplo, se enteraron de la visita de María Corina, gracias a sus respectivos aparaticos de teléfono, por cuyas pantallas se desparramaron miles de videos testimoniando las multitudinarias concentraciones que ‘los ñeros’ realizaron para recibir a esa ilustre visitante. También es posible confirmar el fracaso de las concentraciones del candidato del régimen. Más soledad y hastío, imposible de reflejar en las raquíticas asambleas de Apure o de Mérida.
Para esta campaña de 2024 no se cuentan con plataformas de medios tradicionales, como era normal en cruzadas electorales del pasado reciente; competencias en las que los aspirantes exhibían por la televisión y hacían escuchar por las emisoras de radio sus propuestas. Ahora tampoco se pueden observar en los laterales de autopistas y carreteras las típicas vallas publicitarias, ni se ven colgando de los postes los infaltables pendones con el rostro de los competidores. Es una lucha desigual, en la que María Corina estremece de emociones a millones de venezolanos, valiéndose de recursos básicos y rudimentarios, mientras que Maduro luce huérfano de apoyo popular, muy a pesar del despliegue de aviones, aparatos comunicacionales y dinero a manos llenas.
Es una campaña atípica, veamos por qué. Lo normal era que en cada pueblo que visitara un aspirante a la Presidencia de la República, no faltara el vocero de la comunidad dando a conocer la lista de peticiones. “Los jóvenes quieren un nuevo estadio para jugar futbol y beisbol”. “Las mujeres reclaman nuevas y mejores escuelas para la formación de sus hijos”. Y pare Ud. de contar. Pues en esta campaña electoral se está dando una dinámica que hace notar un giro en las peticiones. Los jóvenes que toman el micrófono para hablarle a María Corina, lo que anhelan es “el retorno de sus padres que están en Chile”. Las mujeres, entre lágrimas derramadas, ruegan por volver a abrazar a sus muchachos que se vieron forzados a emigrar. Hombres, llorando “a moco tendido”, sin ruborizarse, le piden a María Corina y a Edmundo que garanticen el reencuentro de todos los venezolanos, que “recuperemos el derecho de poder a vivir en paz y unidos, como la gran familia que siempre fuimos”.
Para la transición que está planteada se cuentan con las herramientas indispensables para estas coyunturas. Lo primero, un plan concebido sin sectarismos ni cegueras ni entumecimientos dogmáticos. Un plan que permita dejar atrás estos escombros del pasado. Un plan que se aplicará con el concurso de todos los venezolanos. Los problemas son descomunales y si algo se hace imprescindible, entonces, es la participación de cada ciudadano llamado desde ya a ser constructor de esa Venezuela próspera y pacífica en la que debemos volver a reencontrarnos.
Otro elemento es la voluntad de dialogar, de resolver con espíritu tolerante las grandes desavenencias que generan ruido, confusiones y despiertan temores. Sobre esas alarmas han sido muy categóricos, tanto María Corina como Edmundo, “no hay tiempo ni espacio para retaliaciones”. Y así debe ser. Una cosa es la justicia inesquivable para el bien del país, y otra esos sentimientos soterrados que anuncian tempestades, en un país en donde más bien debe prevalecer la serenidad y el mejor juicio a la hora de asumir las riendas de una nación en crisis. Edmundo González Urrutia está hecho a la medida de esa agenda por ejecutar. Su talante democrático, su bagaje de servidor público, siempre desempeñándose ajeno a las estridencias, son la mejor garantía para todos los venezolanos de que se avecina un ciclo de ventura que contraste con esta era de turbulencias insoportable.
Finalmente, los venezolanos esperamos que los efectivos militares pongan en marcha el Plan por La Libertad, fin ulterior del tradicional Plan República. Los ciudadanos que usaremos el benigno instrumento del sufragio, no deseamos otra conducta de parte de los soldados de nuestra Fuerza Armada Institucional, que aquella mediante la cual hagan respetar el genuino resultado que ya se anuncia en ese estruendoso e inocultable apoyo de la inmensa mayoría de los venezolanos a la opción de Edmundo González Urrutia. Recuerdo los relatos del respetado expresidente de la Junta de Gobierno de 1958, vicealmirante Wolfang Larrazábal, detallándose a un grupo de jóvenes diputados-1984-como fue posible que los militares articulados en la estructura castrense, que habían sido ascendidos y operaban bajo el mando del general Marcos Pérez Jiménez, no titubearon a la hora de ponerse de frente al servicio de los ideales democráticos. Un buen ejemplo a emular.
Antonio Ledezma
@AlcaldeLedezma