Las insignias originales de Barquisimeto, de aquel amable pueblo con sus fachadas coloniales, sus calles y sus casas viejas empedradas, lentamente han sido borradas por la llovizna, por el sol y por la mano destructiva del hombre. A pesar de esto la ciudad resiste al tiempo la esplendidez de su vieja época con irreductible blasón de majestad. Es la historia y los recuerdos que se niegan a morir, porque aquí en lo poco que queda de su antigua belleza, duerme el sueño de los nobles de antaño para recordarnos que cada crepúsculo trae la alborada siguiente, fiel promesa de los lejanos guardianes que respiran a través de la vieja ciudad, cuyos lazos íntimos son hoy los que nos mantienen atados al yugo de su diario vivir. Aquí quedó el recuerdo de esos abuelos cuya herencia más grande es la victoria de su ejemplo…
El sello de los pueblos
El río, los árboles, la tierra, las piedras, el hombre, el cielo, el mar y el infinito, todo está encadenado. El fuego que destruye se hace abono, el abono es sabia que produce vida y en el fondo de los mares en cada concha revienta la belleza de una perla. En la historia y la literatura de los pueblos está el sello que producen sus hijos a través de las obras escritas, hermosamente narradas, exaltando los valores del gentilicio en cada obra. Tal vez en la historia no se vea con tanta exactitud el espíritu nacional como en las obras literarias. La poesía popular entró a nuestros países con los conquistadores cuyos aportes aún en el tiempo presente, se encuentran en boca de nuestros campesinos con ligeras variantes de actualidad.
La leyenda se niega a morir
Todo tiempo pasado fue mejor. La leyenda pertenece a un sitio específico del pueblo o del campo, sus lugareños la pasan de hijos a nietos, de generación en generación. Era esta la época en que la premura del tiempo dejaba espacio en los pueblos para el intercambio social y personal; hoy, aunque ya no hay tiempo para nada, la leyenda sigue allí resistiéndose a morir. La cultura a través de la historia y la leyenda sigue siendo la auténtica expresión de los pueblos; es su sangre, son sus genes y las raíces de la cultura que ni el tiempo ni el modernismo han logrado desaparecer. Las leyendas nacen de la propensión del espíritu humano a lo fantástico, por lo cual ésta seguirá existiendo a pesar del modernismo y nuevos inventos.
Eternos en la memoria
El género en el que más brilló Cervantes y Saavedra fue en el de la novela, razón por la que hoy el monumento más glorioso de la literatura es Don Quijote de la Mancha. Fue grande porque tenía ingenio, invención galana, incorruptible estilo y buen lenguaje.
Bolívar era de imaginación encendida, alma delicada y ardiente, gran orador, poeta y crítico. Su “Canto a Junín” y “La Epístola de Olmedo” elevaron como nadie su expresión y gran elocuencia. Imaginarlo en el momento supremo de “Mi delirio sobre el Chimborazo” lo egregio de su poema no tiene comparación, leer sus cartas, imaginarlo erguido, es reconocer en él, hoy que la patria sufre, lo que es el verdadero amor, lo sublime y gigante de lo que es el heroísmo. Bolívar seguirá siendo eternamente el hijo más grande que ha parido el suelo venezolano. Su nombre y sus laureles resplandecen en el tricolor que hoy recorre orgulloso y altivo los caminos hacia el gran reto histórico que a todos espera… Continúa la próxima semana.
Amanda Niño P.