No hay ningún pecado que Dios y la Iglesia no puedan perdonar. Entonces ¿Qué significan estas palabras de Jesús?
«En verdad les digo: se les perdonará todo a los hombres, ya sean pecados o blasfemias contra Dios, por muchos que sean. En cambio, el que calumnie al Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón, pues se queda con un pecado que nunca lo dejará.» (Mc 3, 20-35)
Según esto, sí hay un pecado que no se perdona: es el pecado contra el Espíritu Santo. ¿En qué consiste, entonces, este pecado?
Consiste en que la persona no se arrepiente, porque no se deja influir por el Espíritu Santo. Y no se perdona, porque sin arrepentimiento no puede haber perdón.
Por eso es que la Iglesia dice que esas palabras de Jesús se refieren a los pecadores que no quieren arrepentirse. Porque ¿Cómo puede Dios perdonar a quien no piden perdón? Es que no se dejan perdonar, porque Dios siempre nos perdona… si nos arrepentimos y cumplimos las condiciones que El puso para perdonarnos.
En realidad, el pecado contra el Espíritu Santo es el rechazo a Dios y al arrepentimiento inclusive hasta el momento de la muerte.
Entonces, el arrepentimiento o contrición es indispensable para recibir el perdón de Dios. Y hay dos maneras de arrepentirnos:
Existe la “contrición imperfecta” o “atrición”, por la cual nos arrepentimos debido al temor a la condenación eterna o al rechazo del mismo pecado. Este arrepentimiento imperfecto es suficiente para obtener el perdón de pecados mortales o veniales en el Sacramento de la Confesión.
Pero mejor aún es la “contrición perfecta”, que consiste en optar por Dios y rechazar el pecado, porque preferimos a Dios más que a cualquier otra cosa. Con este arrepentimiento se nos perdonan las faltas veniales y los pecados mortales. Eso sí: siempre y cuando tengamos la firme resolución de confesar los pecados graves en el Sacramento de la Confesión enseguida que nos sea posible.
¿Y qué decir del suicidio, por ejemplo? ¿Se perdona? El Catecismo de la Iglesia dice esto: “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado, por caminos que El solo conoce, la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida”. (CIC #2283) Ahora están muy de moda el llamado “suicidio asistido” y la eutanasia, ni hablar del aborto, que es ya casi costumbre.
Por eso hay que reafirmar que sólo Dios es dueño de cada vida humana. No podemos disponer de nuestra vida ni de la de los demás según nuestros deseos y criterios. El mandamiento “No matar” se aplica a la muerte a uno mismo y a la muerte a los demás, incluyendo a los bebés que están aún en el vientre de su madre y desde el primer instante de su concepción, por lo que el aborto, en cualquier momento del embarazo también es un pecado grave.
Otro pecado contra la vida es la eutanasia o asesinato misericordioso, que consiste en acabar con la vida de un enfermo terminal. Ni el enfermo, ni los médicos, nadie, tiene derecho para decidir el momento de la muerte, por lo que el llamado “suicidio asistido” también es un pecado que comete todo el que colabora en suspender una vida humana.
Ahora bien, por más graves que sean estos y otros pecados, todos tienen perdón de Dios si se cumple con el debido arrepentimiento y, para los católicos, con la Confesión.
Isabel Vidal de Tenreiro
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