El medio rural venezolano presenta una realidad muy distinta a, pongamos como ejemplo el 2.007, cuando existían 130 mil tractores operando en todo el país a hoy en que apenas hay unos 13 mil, las fincas se encuentran deterioradas, prácticamente han desaparecido los pequeños y medianos productores al mismo tiempo que han surgido muy florecientes las grandes corporaciones que han hecho convenios y negociaciones con el Estado, y han emergido unos agentes amparados en el oficialismo que pueden ofrecer dinero a quienes pueden devolverlo con intereses.
Este cuadro es el que, brevemente, plantea el ingeniero Rodrigo Lander, docente universitario y consultor ambiental y consultor en el área agrícola, al ser entrevistado por El Impulso.
Descapitalización
Comienza por decir que hoy en día no podemos hablar de que no hay materias primas, porque éstas las hay para las piñas, café, hortalizas y todos los demás rubros. Lo que pasa es que en este momento el sector agroalimentario está descapitalizado.
¿Por qué se ha descapitalizado? Su explicación es muy sencilla: Evidentemente a consecuencia de las políticas del Estado. Uno, las políticas macroeconómicas generaron una infraestructura paralela a lo que era el movimiento económico normalizado en el sector agrícola. En este caso, ellos a través de los procesos de expropiación y el manejo del dólar como moneda paralela, pero a la vez influyente sobre el sector económico. Esto, hizo que, en la fase inicial, existieran menos dólares y más bolívares en el mercado, y por lo tanto había que comprar la moneda estadounidense a precios extraordinariamente altos. Hoy en día llegamos a una etapa —entre comillas— más controlada, lo que tiene menos efectos.
En el pasado fue terrible porque la persona interesada en producir tenía que comprar un volumen de materia prima, pero con mayor cantidad de bolívares y, por supuesto, con un dólar más costoso. Tal situación hizo que en el tiempo los agricultores se vieran urgidos a realizar más pagos por las obligaciones que tenía que hacer, lo que trajo un proceso de descapitalización progresiva.
En este aspecto digamos que en un primer momento fue del diez por ciento, en el segundo de un veinte por ciento y en tercer momento el treinta por ciento, y de esa forma se fue descapitalizando el campo venezolano, quedando el 70 por ciento de capital con respecto a 30 por ciento de la inversión. Así fueron desapareciendo los pequeños productores, luego los medianos productores y sólo quedó en pie la estructura con los grandes productores, que además de tener grandes inversiones les permitió mantenerse en el tiempo la situación de convencimientos y negociación con el Estado.
Corporaciones y agentes
Para no mencionar nombres o firmas, gente con grandes empresas de producción o gigantescas corporaciones negociaron y prestaron sus estructuras para que el Estado, a través de ellos, siguiera produciendo.
Junto a ellos emergieron, en paralelo, que venían ya financiados directamente con la estructura del Estado y, por supuesto, desplazando al sector agrícola.
Desaparecieron los pequeños productores porque tenían menor capacidad de respuesta, detalló el ingeniero Lander. Todavía en algunos sectores como en los campos de Portuguesa y el Guárico sobreviven porque ya es tradición y de alguna u otra manera buscan capitales foráneos, que los siguen manteniendo, pero a dólares muy costosos por los intereses que les cobran, pues tienen que pagar alrededor de diez a veinte por ciento anual La tasa preferencial que se pagaba a la banca del Estado no era más del seis por ciento.
Financiamiento
No se puede ocultar que hay capitales en los bancos, pero no los mueven y si se llegan a mover es porque son solicitados por elementos de la superestructura política, que en estos momentos está en los campos agrícolas financiando a otras estructuras y valiéndose de ese dinero que lo dan, primero, a intereses muy blandos; pero, por otro lado, sin reposición para el Estado. Para ellos es indiferente si pierden o no, pero no pertenecen a la estructura agrícola, ya que son simplemente agentes, vamos a llamarlos así, que invierten en un lugar específico y les vaya bien o no, invierten el dinero y, luego como llegaron, se van a otro sitio, una especie de depredación. Eso obedece más a la macroeconomía que está casada con una política que podríamos llamar neoliberal, o una política muy liberal, que ha venido consumiendo las estructuras agronómicas. La infraestructura se ha venido deteriorando y por eso se pueden ver fincas en mal estado.
Tractores
Las maquinarias se han reducido aproximadamente en el 90 por ciento, indica. Para el año 2.007, hasta cuando se llevaron las estadísticas oficiales, se contaban con más de 130 mil tractores en Venezuela. Hoy en día, extraoficialmente, se sabe que no hay más de 13 mil. El aparato tecnológico con el cual se movía el sector agrícola se ha reducido enormemente. Y así sucesivamente se ha ido menoscabando.
En la actualidad hay una propulsión porque se invierten pequeños capitales, pero no es porque hay un incentivo del Estado, sino el incentivo de algunos sectores económicos que están movilizando el capital.
Capital
Hay un capital que viene de diferentes sitios, conocidos y desconocidos, más desconocidos que conocidos, apunta. Y en el aspecto macroeconómico se puede ver que la política que tiene el Estado no es nada socialista, sino extremadamente liberal.
El campo venezolano no produce lo suficiente y por eso tenemos que acudir al texto constitucional, cuyo artículo 305 , el cual dice que el Estado promoverá la agricultura sustentable como base estratégica del desarrollo de la nación. Y coloca como segunda categoría la política agroalimentaria.
Intervención y controles
Dentro de la política macroeconómica, se intervino los ingresos tanto del sector productivo como del sector agroalimentario, el primero correspondiente al sector económico y el segundo al público consumidor. en el cual se encuentra el consumidor. El Estado se puso por encima de los dos.
Hay una política de bajos salarios, que viene aplicándose sistemáticamente desde el año 2.012, pero se hizo más fuerte desde el 2.014 en adelante, padeciendo lo que estamos viendo ahora con el salario mínimo y el sistema de bonos, lo que no es otra cosa que control porque es lo que tiene el Estado y lo sigue pagando así porque convenientemente es una forma de controlar a la población y, al mismo tiempo, es una forma de controlar por el otro lado al productor llevando un estándar a un valor a un valor codificado, frenando el precio de los rubros porque no está ajustado al verdadero precio del dólar que está en el mercado.