Ahora que el oficialismo está promoviendo una Ley Nacional del Café, Maximiliano Pérez, quien tiene más de cuarenta años buscando soluciones para los productores del grano, se muestra escéptico, porque cada vez hay menos pequeños caficultores, debido a que no es rentable el cultivo de ese rubro.
Nadie produce para perder, dice y agrega seguidamente: La caficultura està en el suelo y no la va a levantar una ley que sería igual a que el gobierno nacional volviera a anunciar sus 19 motores de la economía funcionando de la noche a la mañana, sin energía eléctrica, sin agua, sin gas, sin gasolina y otros combustibles, y sin dinero.
A raíz de la aprobación de una ley para promover la producción del cocuy en Lara por parte de la entonces Asamblea Legislativa, yo fui el primero que propuso, con el mismo propósito para los caficultores, la Ley de Protección, Fomento y Recuperación Cafetalera Venezolana, y consigné el proyecto ante los legisladores de nuestra entidad federal en 1992.
Con todo el respeto a quienes ahora están promoviendo una nueva ley para el café, debo decir que es un refrito del estamento constitucional y legal, así como los tratados internacionales que en esa materia ha suscrito Venezuela.
Es la repetición de una serie de artículos que no se han cumplido y por ese motivo la caficultura venezolana se encuentra en la situación más precaria de su historia, asienta. Los derechos de los caficultores están plenamente establecidos en el artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, el cual es muy claro y específico al rezar que todo trabajador debe tener ingresos suficientes para cubrir sus necesidades y las de su familia.
Desde que en nuestro país se impuso el sistema político económico, ese artículo ha sido violado constantemente y la únicas leyes que no aceptan impunidad son las económicas. Si se violan alguien tiene que pagarlas, y en este caso la están pagando los productores de café.
Es del criterio Maximiliano Pérez que esa nueva ley es una manipulación a los caficultores y se pregunta: ¿Por qué en vez de hacer una copia de lo expuesto en nuestro estamento legal, no se hacen valer los derechos ya establecidos por el espíritu, propósito y razón del legislador? ¿Por qué no se respeta la sentencia del expediente 050367 emanado de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, firmado por su presidenta Luisa Estella Morales Lamuño. reconocía precisamente la necesidad de que los caficultores tuvieran un ingreso justo y equitativo? Esa sentencia de marzo del 2006 está dictada ante un recurso de amparo basado en la Ley de Mercadeo Agrícola y en acuerdo de la Junta Nacional de Café en mayo del 2004.
Como no se estaba dando cumplimiento al acuerdo, que consta en acta del Ministerio de Agricultura y Tierras, se tramitó el mencionado recurso en febrero de 2005.
La sentencia decía que el recurso, introducido trece meses antes, no era aceptable porque ya el gobierno había subido los precios del café, pero lo cierto es que esos incrementos no eran los suficiente a los que los caficultores habían pedido.
En esa sentencia, Morales Lamuño decidió que los acuerdos establecidos en la Junta Nacional del Café tenían carácter de pleno derecho y, por tanto, había que cumplirlos por mandato de la Constitución Nacional.
En el acuerdo de la Junta Nacional del Café se estableció que los precios del café debían ser indexados a la inflación el 15 de septiembre de cada año; pero, eso no se ha cumplido.
El cultivo del café requiere de mano de obra suficiente desde la siembra hasta su cosecha porque tradicionalmente el grano venezoolano es cultivado en montañas de pendientes pronunciadas y, por lo tanto, no es posible su mecanización.
Como consecuencia de la grave crisis económica, la mano de obra ha venido mermando porque los trabajadores han abandonado el campo para aumentar los cordones de miseria de pueblos y ciudades, así como para incrementar el éxodo hacia países del continente, donde pueden conseguir trabajo.
Una gran parte de las familias caficultoras han dejado de cultivar el gran, incurriendo en la tala y la quema incontrolable en las montañas donde se encuentran las nacientes de agua, , para dedicarse a otros rubros como la caraota y el maíz que les ofrecen posibilidades de sobrevivir.
Los costos de producción del café hacen imposible ser competitivos con otros países que también cultivan ese grano.
En noviembre los caficultores tuvieron una ardua lucha para que le reconocieran sus peticiones, acotó,. Firmaron convenios con la industria y con el gobierno pero no fueron cumplidos. En esa oportunidad pedían fijar los precios internacionales, aunque éstos estaban por debajo a los de Venezuela.
Pero, después esos precios internacionales, que estaban en 220 dólares por quintal, se cayeron y los productores nacionales acordaron que les pagaran a 200 dólares; sin embargo, tanto el gobierno como la industria dispusieron que sólo se cotizaría a 130 dólares.
¿Dónde está el meollo del asunto? Que a nivel internacional, otros países productores exportadores venden el quintal en 150 dólares y tiene rentabilidad, Pero, ¿cómo hace para competir un productor venezolano con un costo de producción de 220 dólares por quintal sin tomar en cuenta la inflación que se dispara diariamente? La magnitud de la pérdida es de 90 dólares.
No existe sistema productivo en el mundo que haya logrado trabajar a pérdida, reitera. En estos momentos subsisten los caficultores porque el jardín de sus casas son las matas de café y no tienen nada que echarle para fertilizarlas.
Los caficultores, ya muy avanzado el siglo 21, viven en ranchos de bahareque, techos de cinc y pisos de tierra, sin energía eléctrica y sin letrinas, y con cocinas a leña al igual como vivieron sus antepasados,
En general no hay fincas cafeteras como en otros países, sino conucos de media de superficie entre tres y cinco hectáreas, según determinó en su momento el Fondo Nacional del Café y trabajaban a mano de obra desde la siembra hasta el proceso agroindustrial; es decir, la despulpadora, la secadora, la trilladora. La labor es a pulmón y la situación ha empeorado porque ahorita no se consiguen los combustibles como tampoco los insumos.
Difícil es competir con Brasil, donde los caficultores tienen todo tipo de maquinarias para el cultivo y unas gandolas para el transporte de la cosecha porque los predios cultivados son de 200, 300 o más hectáreas.
Y cuando volvemos a retomar el asunto de la nueva ley, confiesa que productores que apoyan el proyecto y un alcalde lo llamaron, a quienes les manifesté lo mismo que estoy diciéndole a El Impulso: ¿Por qué no se cumple con el estamento legal y la Constitución para que los caficultores puedan desempeñar con toda normalidad sus actividades?
Y termina sus declaraciones diciendo que como en este país no hay estadísticas oficiales, no se sabe cuántas familias caficultoras quedan de las 85 mil que había en el último censo, por lo que una nueva ley no va a lograr que seamos el país caficultor que una vez fuimos..