#OPINIÓN A Dios rogando y con el mazo dando #4Jun

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El refrán popular «A Dios rogando y con el mazo dando» encapsula una sabiduría ancestral que resuena profundamente en diversas culturas y contextos. Esta expresión nos recuerda la importancia de combinar la fe y la oración con la acción concreta y diligente. No basta con esperar milagros; también debemos trabajar activamente para alcanzar nuestras metas. Este equilibrio entre la devoción espiritual y el esfuerzo práctico es fundamental para lograr éxito y satisfacción en la vida. Por cierto, debo aclarar que el mazo a que se refiere este refrán, no es el mismo que muchos detestan por estas calles.

Este refrán se origina en una tradición que reconoce la necesidad de pedir ayuda divina mientras se toman medidas prácticas y tangibles. No es suficiente rezar y esperar que las cosas sucedan; también se debe actuar con determinación y esfuerzo. La combinación de ambas dimensiones —la espiritual y la terrenal— es lo que verdaderamente permite transformar los deseos en realidades.

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Un claro ejemplo de este refrán lo encontramos en la vida cotidiana. Supongamos que una persona desea encontrar un empleo. Es importante que mantenga una actitud positiva y quizás incluso rece para recibir orientación y fortaleza en su búsqueda. Sin embargo, si solo se queda en casa rezando y no hace el esfuerzo de preparar su currículum, buscar ofertas de trabajo, y presentarse a entrevistas, sus posibilidades de conseguir un empleo son mínimas. Aquí es donde entra en juego el «mazo»: la acción concreta de buscar activamente trabajo, perfeccionar habilidades y estar dispuesto a enfrentar desafíos.

Otro ejemplo se puede ver en el ámbito de la salud. Una persona que enfrenta una enfermedad puede rezar por su recuperación, lo cual puede proporcionar un gran consuelo y esperanza. Pero también debe seguir el tratamiento médico recomendado, adoptar una dieta saludable y mantener un estilo de vida adecuado para mejorar su condición. La combinación de la fe en la recuperación y las acciones concretas para lograrla es lo que maximiza las posibilidades de éxito.

Este principio no solo se aplica a individuos, sino también a comunidades y organizaciones. Por ejemplo, una comunidad puede rezar por la paz y la prosperidad, pero también debe trabajar colectivamente para crear un entorno seguro y productivo. Esto puede incluir la implementación de programas de educación, la promoción de la justicia social y la participación activa en la resolución de conflictos. La acción colectiva dirigida hacia el bienestar común, complementada por la oración y la reflexión, puede llevar a resultados tangibles y sostenibles.

Para ahondar un poco más sobre el equilibrio que debe existir entre la fe y la proactividad del ser humano, les narro un chiste que me refirió un sacerdote amigo hace muchos años. 

Un hombre estaba atrapado en una inundación y se subió al techo de su casa para evitar ahogarse. Mientras rezaba fervientemente, un vecino pasó en una canoa y le dijo:

— ¡Vecino, Suba para llevarlo a un lugar seguro!

— No, gracias. Estoy rezando para que Dios me salve, respondió el náufrago.

Poco después, pasó un helicóptero y desde él, le lanzaron una cuerda:

— ¡Sujétate, te sacaremos de aquí!

— No, gracias. Estoy esperando a que Dios me salve, respondió el hombre, firme en su fe.

Finalmente, el hombre se ahogó. Al llegar al cielo, cuando vio a Dios, le preguntó:

— Señor, recé y confié en que me salvarías, ¿por qué no me ayudaste?

Dios, un poco sorprendido, respondió:

— ¡¿Qué no te ayudé?!  ¡¿Quién crees tú que te envió la canoa y el helicóptero?!

Este sencillo adagio, nos recuerda que, aunque es importante mantener la esperanza y buscar inspiración en la espiritualidad, debemos también tomar medidas concretas y proactivas para alcanzar nuestros objetivos. La oración puede fortalecer nuestro espíritu y darnos la fortaleza necesaria para enfrentar los desafíos, pero es la acción decidida la que realmente impulsa el cambio y el progreso.

La sabiduría popular encerrada en este proverbio nos invita a reflexionar sobre cómo equilibramos nuestras aspiraciones espirituales con nuestras responsabilidades mundanas y en una sociedad donde a veces prevalece la pasividad o el exceso de optimismo sin fundamento, es un llamado a la acción y al esfuerzo personal y colectivo que nos insta a ser participantes activos en la creación de nuestro destino, combinando la fe con el trabajo diligente.

Así, la próxima vez que enfrentemos un desafío o busquemos alcanzar una meta, recordemos: «A Dios rogando y con el mazo dando». Este enfoque equilibrado no solo nos llevará más cerca de nuestros sueños, sino que también nos ayudará a vivir una vida más plena y satisfactoria.

Noel Álvarez

Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE

[email protected]

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