La mayoría de los venezolanos reconoce con justeza a Eduardo Blanco como un eximio escritor romántico. Es el autor de la más grande epopeya literaria del país: Venezuela heroica, publicada en 1881, considerada símbolo literario del culto a la patria. Nació en Caracas en 1839 y murió en la misma ciudad en 1912. Novelista, dramaturgo, cuentista y orador, dice de él el famoso Diccionario de la literatura venezolana de la Universidad de Los Andes. El padre Pedro Pablo Barnola afirma que es el primer novelista venezolano, pues Zárate, apellido de un bandolero venezolano, es una novela enteramente venezolana. Es el propulsor y creador de la novela nacional. Fue el propulsor y creador del criollismo en nuestra novela.
Pocos saben que fue en sus mocedades militar de carrera y que como tal fue edecán de confianza del general José Antonio Páez durante la fatídica Guerra Federal de 1859 a 1863. Fue en este terrible momento cuando oyó de labios del general Páez y en los mismos escenarios de lucha, el Campo de Carabobo entre ellos, las portentosas hazañas de los héroes de la Guerra de Independencia, materiales con los cuales construye la epopeya en prosa Venezuela heroica, con prólogo de José Martí, obra que junto a su novela Zárate, con clara influencia de Víctor Hugo, le dio un inmenso prestigio y fama en aquel país analfabeta y palúdico que éramos.
Fue fundador de la Academia Nacional de la Lengua en 1883 y también fundador de la Academia Nacional de la Historia en 1888. Durante la presidencia de Cipriano Castro, Eduardo Blanco ostentó los cargos de Ministro de Relaciones Exteriores entre 1900 y 1905, en los difíciles tiempos del criminal bloqueo alemán británico y holandés de nuestras costas; y de Ministro de Instrucción pública entre 1905 y 1906.
Sostuvo como Ministro de Instrucción del Cabito la peregrina , insólita e inaceptable tesis de que las cuatro universidades que existían a principios de siglo XX, la universidad de caracas, Carabobo, Los Andes y Zulia, resultaban excesivas, conllevando a crear a la larga “un verdadero proletariado intelectual” Resolvió triste y dolorosamente cerrar las universidades del Zulia y de Carabobo, creada por Joaquín Crespo, así como el Colegio Nacional de Guayana el 20 de septiembre de 1903.
Conato de cierre del Colegio La Esperanza o Federal Carora en 1895
Pero pocos años antes, en mayo de 1895, atenazado y agobiado por las deudas, el gobierno del general Joaquín Crespo decide hacer recortes en la endeble estructura de nuestra Instrucción Pública, hecho que es como una constante perniciosa de nuestra historia republicana. Una dolencia profunda que no era tan sólo de la Educación, sino de todo nuestro organismo histórico, según dijo Mariano Picón Salas. Fue la penuria económica que sufría el país, agregándose la retaliación política que se ensañó contra las creaciones del expresidente Raimundo Andueza Palacio lo que explica este malvado conato de cierre que sufrió el Colegio La Esperanza o Federal Carora, plantel educacionista que apenas había sido fundado cinco años atrás por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, los ricos comerciantes Andrés Tiberio Álvarez y Amenodoro Riera, al calor del “patriciado caroreño”.
Pero como el desarrollo histórico del país aún no habría de cambiar de curso y el morbo de las insurrecciones, guerras civiles y violentos cambios políticos no estaban aún en el momento de ser borrados de nuestro acontecer patrio, el Colegio Federal Carora habría de sufrir repetidas veces, más interrupciones y clausuras por causas del accidentado proceso social y político de Venezuela que llegó a agudizar y a profundizarse aún más cuando se acercaba a su fin el siglo XIX y comenzaba el actual siglo XX.
No sospechaba el doctor Oropeza, rector del instituto, que en una remota región del occidente venezolano, en el Estado Táchira, se estaban fraguando las condiciones históricas para que desde allí se iniciara una de las más notables rebeliones armadas del siglo pasado, esto es, la Revolución Liberal Restauradora, la cual iba a tener un hondo significado histórico para Venezuela pero que iba a representar también uno de los más largos eclipses que sufrió el desarrollo educativo del país y también la clausura que por espacio de once años sufriría nuestro Colegio Federal de Segunda Categoría de Carora.
Clausura del Colegio Federal Carora por el General Cipriano Castro, 1900 – 1911
Hasta el año 1898 el Colegio Federal Carora había dado sus frutos: 28 jóvenes bachilleres en ciencias filosóficas habían egresado de sus aulas desde que fue fundada la institución en 1890. En el año escolar 1898-1899 se estaban dictando cinco cátedras o clases: Gramática y Retórica, Geometría, Trigonometría y Topografía a cargo del Dr. Ramón Pompilio Oropeza; y las de Latín, Griego y Física a cargo del Dr. Lucio Antonio Zubillaga. En ese año académico se estaban formando un total de 21 jóvenes. Los alumnos que presentaron la clase de latín de segundo año -un idioma que había dejado de ser una lengua universal desde el siglo XVIII- eran Ferdinando Álvarez, Manuel Ignacio Carrillo, Francisco Miguel González, José Herrera, Zenón Mora, Samuel Riera, Juan Ricardo Arispe, Esteban Hernández, Emisael Leal, Rafael Antonio Pernalete, Cecilio Zubillaga Perera y José Rafael Zubillaga. El siete de julio de ese mismo año se practicó el examen de la Escuela Federal Anexa en las clases de Aritmética, Sistema Métrico, Religión, Lectura y Escritura. El bachiller, nativo de Siquisique, Rafael Lozada era su preceptor y entre sus alumnos se hallaban los siguientes muchachos: Agustín y José Rafael Arispe, Ramón F. Crespo, José Crespo, Jacobo José Curiel, Simón Oropeza, Pedro José Silva, Ramón Crespo, Antonio Jiménez, Agustín Gutiérrez, Felipe Segundo Montero, Juan Bautista Silva, Ángel Oviedo y Pedro Adrián Zubillaga.
Todo lo anterior es el testimonio de que esta institución de secundaria estaba trabajando normalmente y que su existencia en la ciudad de Carora estaba plenamente justificada, a pesar de que su plan de estudios era un verdadero anacronismo. La física que se enseñaba en el Colegio era una ciencia con enormes problemas sin resolver y a la que muchos no daban un futuro promisor; los científicos creían que ya había alcanzado sus límites; otro tanto se podía decir de los idiomas muertos, tales como el Griego, del cual decía el Ministro de Instrucción Eduardo Blanco que tenía poca aplicación y que por lo tanto debía suprimirse. Algunas asignaturas tenían aún un sabor medieval y estaban emparentadas con el trivium y el cuadrivium: Astronomía y Cronología, Gramática y Retórica, Geometría, Trigonometría y Topografía y por supuesto el idioma latino el cual debía cursarse en todos los años académicos del «trienio filosófico».
En los años finales de nuestro siglo XIX se planteaba insistentemente la necesidad de reducir la cantidad de Colegios Federales existentes en el país, pero no fue esto lo que determinó el largo cierre del Colegio Federal Carora entre los años 1900 y 1911. El 1899, ya lo sabemos, fue un cruento período de guerras civiles en Venezuela donde andradistas, mochistas, y castristas llenaban de sangre al país. En el año 1900 el vicerrector Dr. Lucio Antonio Zubillaga escribió lacónicamente en el Libro de Matrícula del Colegio Federal Carora lo que iba a significar once larguísimos años de clausura del instituto:
Hago constar que en el año académico 1899 a 1890 no hubo cursos, por causa de la guerra. En agosto de 1900 se suprimió el Colegio Federal, y en septiembre del mismo año se abrió como particular.
Carora 15 de septiembre de 1900.
Lucio Antonio Zubillaga Zubillaga.
Comenzaba así el período más difícil en la vida del Colegio. ¿Por qué se suprimió el Colegio caroreño? Veamos: El Presidente Cipriano Castro consiguió a un Estado y a un país en ruinas. El precio del café, nuestro principal producto de exportación, había bajado a 0,83 Bs. en 1899, cuando se pagaba a 5,47 Bs. en 1895. La deuda pública venezolana en 1900 ascendía a la suma de 211.371.200 Bs., el crédito externo estaba por el suelo, las transacciones anuladas. El presidente Cipriano Castro necesitaba a toda costa conseguir dinero para mantenerse en el poder y, como ya había sucedido en 1895, es el Colegio Federal de Carora, como muchos otros en el país los que son c1ausurados por el Presidente Castro mediante la infame Ley de Rentas y Gastos Públicos de 1900. Era tan difícil la situación general del país en aquellos años que ni siquiera el Ministro de Instrucción Pública preparó Memoria y Cuenta en ese mismo año de 1900.
El Dr. Félix F. Quintero, que no fue capaz de elaborar aquel documento, sí lo fue para borrar de un plumazo el Colegio Federal Carora. Después vendrían los últimos años de la última guerra civil sufrida por Venezuela, la Revolución Libertadora y el bloqueo de las costas venezolanas por las potencias europeas, Alemania, Inglaterra y Holanda. En Carora, el selecto y excluyente Club Recreativo Torres emite un acuerdo de protesta firmado, entre otros, por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Presidente de la Institución, Dr. Lucio Antonio Zubillaga, Br. Rafael Lozada, Dr. en Agronomía Rafael Tobías Marquís Oropeza, Ignacio Zubillaga y otros. Se protesta, dice el Acuerdo, »el violento y escandaloso ataque a la Soberanía Nacional hecho por Alemania e Inglaterra».
Pero Cipriano Castro, si bien ha tenido una actitud digna ante las potencias extranjeras europeas, siguió, sin embargo, ensañándose contra la educación. En 1903 su Ministro de Instrucción, el Dr. Eduardo Blanco, declara en suspenso las universidades del Zulia y Carabobo y el Colegio Superior de Guayana. Alegaba Blanco para justificar sus infamias que: »a la deficiencia de la enseñanza se unía el exceso de médicos y abogados lo cual contribuiría a crear en el país un verdadero »proletariado intelectual» en Venezuela”. Es verdaderamente notable, quizá un caso único en el país, que la obra literaria de un escritor tan eminente, Eduardo Blanco, haya contribuido a ocultar esta lamentable e inexplicable actuación del Ministro de Instrucción del Presidente Castro. El venezolano de hoy conoce a Blanco por ser autor de la más grande epopeya literaria venezolana, Venezuela Heroica y no por haber sido el artífice de la cruel e injustificada clausura de Colegios y Universidades.
Resulta poco menos que curioso que haya sido el laureado escritor Eduardo Blanco, Ministro de Instrucción del presidente Raimundo Andueza Palacio, quien en junio de 1891 eleva el Colegio (particular) La Esperanza a Colegio Federal Carora y lo coloca en el presupuesto nacional, y que sea el general Juan Vicente Gómez quien haya ordenado reabrir justicieramente el Colegio Federal Carora tras larga clausura desde 1900 hasta 1911, por conducto de otro gran escritor como Eduardo Blanco, el tocuyano Dr. José Gil Fortoul (1861-1943), célebre autor de Historia Constitucional de Venezuela , publicada en 1909, compañero de estudios del Dr. Ramón Pompilio Oropeza en el afamado Colegio tocuyano de La Concordia, regentado por el Br. Egidio Montesinos, eminente y destacado Ministro de Instrucción del sátrapa andino.
No todo fue oscuridad y tinieblas durante los casi eternos 27 años de dictadura gomecista, tal como hemos escrito en otras ocasiones.
Luis Eduardo Cortés Riera