Dedicado a la presencia inmortal del hermuen Jimmy Benatuer (+). Y muy en especial a su amado hermano Carlitos (mi gran hermuen), y a los familiares.
“Si nada nos va a salvar de la muerte…
…al menos, que el amor nos salve, a la vida”.
Pablo Neruda
- La Primera Enseñanza o el Aprendizaje Sangrante
La sangre es esa expresión que, de una u otra manera, duele. Y duele hasta el hueso. Por eso se menciona muy poco, porque cuando se alude, habitualmente un ser amado ha dejado el sueño despierto de la existencia, y es cuando aprendemos que la existencia es ese privilegio que facilita el ADN a las bestias de sangre ardiente para calentar el temperamento de la vida, y también para privilegiar a los otros seres vivos de sangre fría, que asimismo van andando efímeros y brevemente el planeta tierra por explanadas, ventoleras, y humedades.
Su tonalidad, como una alerta, nunca se pronostica. Para cuando lo sanguíneo llega al río, nada se puede hacer. Y, paradójicamente, la sangre llega al torrente cuando deja ya de brotar por las arterias. De nada sirve colorear la puerta a la nada, porque morir no es esa alfombra carmesí que los dioses arrojan para registrar con gloria, nuestro advenimiento al edén, pero en realidad ¿quién sabe qué, o cómo, es morir?, si nadie ha vuelto de sus linderos etéreos y obscuros. Pero, la sangre en sí rediviva, es la vida en su expresión más pura. Y la primera lección suya de enseñanza, es que: “primero muerto que bañado en sangre…”. Es lo que toda buena madre criolla, (mantuana o parda), transmite a sus hijos, en esta hacienda descolorida y sin gracia que es nuestra pequeña Venecia, la arcaica y cándida Venezuela…
Hablar de sangre, es hablar del pulso, y hablar del pulso, es en dos platos, hablar del corazón. El pistón que bajo su mando bombea la esencia de su propósito circulatorio: amar. Decimos con sensible propiedad filosófica, que quien no ama o no sabe amar, pues, no tiene corazón o lo tiene mal puesto. El corazón es la máquina, la carrocería y el volante del amor, y también es el amortiguador de la entropía y del caos, y el mejor aliado de la resiliencia.
Millones de personas agonizan sin saber qué implica el amor a la sangre, es decir, el amor a la familia, a lo íntimo, al cosmos de lo genético y patrimonial, aunque todos los seres vivos lo presienten. Pero los que aman con toda la sangre del legado, aman como debe ser, con todo y para siempre. Lo extraño es que el amor desmedido y dependiente, consiente el odio y la hostilidad. Y es que todo lo bueno, tiene su cupo malo, cuando no tiene proporción o medida. Así fue, y se fue, nuestro hermano Jimmy, un hombre maravilloso con medida en el amor, con su andar de bastón sonriente y poeta florido, desde ya, lo estamos extrañando.
- Del Sístole del Soberano al Diástole del Bardo
Todos los hombres podemos ser fragmentados en tres facetas en la vida. La primera o la juventud, la mediana o la madurez y la tercera etapa, como la última, la vejez, seguro la más aterradora del triunvirato, pero también es la fase más sabia de las edades, por eso se dice que, más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Jimmy, sin ninguna duda fue un gentleman de cuna de oro y casta hebraica, con un extra en la percepción de la vida. Para Jimmy, la vida era gozo full, y vaya que siempre tuvo la razón. Y a pesar, de estar consciente que lo traté poco, lo conocí lo suficiente, a través de mis hermanos y de mi experiencia, para saber de qué fibra encantadora e inconmensurable estaba hecho, y por lo que a mí respecta, seguirá gozando, en mi mención de deudo amado.
Notar a Jimmy en su cotidianidad pasaba por verle operar su bordón por puro gusto, al menos eso parecía, pues jamás tuvo esclerosis, (hasta ahora), de ninguna extremidad que yo sepa. Solo era cuestión de feeling, elegancia y solemnidad, que venía con su territorio.
Nadie desairaba tal compostura, pues su naturalidad fue siempre espontánea y nada pretenciosa. Lo llevaba en la sangre, y la sangre, ya sabemos, es la madre de todas las cosas naturales del pulso y, por tanto, del corazón.
La naturaleza tiene el don de la singularidad entendida como diversidad biológica (biodiversidad), y la complejidad no biológica o inerte. Baste festejar un bando de guacharos vaciando la cueva al atardecer para ir a alimentarse de las plagas voladoras, o maravillarse con una mina de diamantes en la superficie de la tierra que parece un remolino de arenisca.
El pulso de Jimmy era suave y rítmico porque llevaba un casete full de melodía en el güiro, era como si le jugara una guasa a los dioses de lo vivo sin que su impronta le importara un bledo. Jimmy le encantaba escribir poesía, pero era cacho. Lo que nunca le importó un carajo para hacerlas a gusto. Y no por eso su iluminación fue menos real, menos legítima.
Me recordaba al artista Juan Loyola que a la muchedumbre le encantaba su bandera tricolor criolla, que presentó en la Bienal de Venecia, con un performance. Al menos Loyola si necesitaba una excusa, pero el bardo del bordón sonriente, jamás necesitó de una, porque su endorfina existía en cotas estratosféricas, ya que Jaime vivía de buen humor, jodiendo la pita como otro Jaimito más y hasta con el humor negro del Jaime Ballestas de Otrovagomas.
- La Bizarría del Personaje Distinguido
De alguna manera, aún inexplorada e inexplicable, Jimmy usaba el bordón como un director de orquesta e incluso echaba broma haciéndose pasar por un zahorí, y con una vara de palo o un alambre, hallar aljibes o pozos de agua dulce a varios metros bajo el subsuelo. También le encantaba escribir poesías, que le maravillaban, No Matter What.
Era un misterio hasta para el mismo, por qué hacía aquello o cómo lo hacía. Nunca se sabrá. Se lo llevó al otro mundo, como una abuela que se lleva oculta, su receta de cocina. Lo cierto es que, como digno hechicero, no lo hubiera hecho mejor. Su atractivo iba en algo que no podía ocultarse, más allá del performance del bastón mágico. Era como un catarro, no podía ocultar de nadie, la carraspera. Eso y su sonrisa estridente, aunado al ritmo de su bordón alegre, resumía a un tipo franco que lo tuvo todo, y perseverante, lo usó con todos los hierros. Gallardía generosidad, valor, lucimiento y esplendor, caracterizaban al príncipe ¿Quién le quitará lo bailado? Pero claro, es el aventurero quien paga un precio gigante, por ser único y atrevido. Jimmy era un kamikaze del brío y de la munificencia. Su vida en sí misma, fue una poesía escrita con sangre bizarra. Y si existe en el mundo una palabra-personaje que se aproxime al héroe moderno, esa expresión es la bizarría, y le concierne a Jimmy, al hermano Jaime, en toda su extensión.
Marcantonio Faillace Carreño