A tan solo dos meses de las elecciones presidenciales en Venezuela, el palpitar de las calles de Barquisimeto resuena con un mensaje claro: la urgencia de un cambio significativo en la economía y el sector salud. Los ciudadanos, con esperanzas y preocupaciones a flor de piel, expresan sus deseos y expectativas para el próximo mandatario electo.
Gladys Lucena, una profesora jubilada, enfatiza la necesidad de “abrir fábricas y puentes de trabajo”, así como el incremento de los cuidados y pensiones. La creación de más hospitales y centros de trabajo es vital para garantizar el derecho a la salud. Para Lucena, la economía debe ser la prioridad del presidente electo, como motor para mejorar la situación social y cultural del país.
Por su parte, José Antonio Flores, por su parte, describe la economía venezolana como “totalmente devastada”. Los sueldos de maestros y pensionados son insuficientes para cubrir las necesidades básicas, dejando a muchos sin la capacidad de subsistir.
Carmen Mora señala al sector salud como el más deteriorado, una realidad “muy deprimente” que requiere de un “cambio radical”. La accesibilidad a servicios de emergencia y atención primaria es prácticamente inexistente para aquellos de bajos recursos.
Aunado a ella, Mario Soto aboga por mejorar la calidad de vida, apuntando a la inflación y la corrupción como males que han llevado al país “por el subsuelo”. La canasta básica, con precios exorbitantes, se convierte en un lujo inalcanzable para la mayoría.
La joven Carmen Márquez hace hincapié en la salud, criticando la infraestructura hospitalaria que no cumple con los estándares necesarios para tratar a los pacientes. Para ella, es esencial asegurar un futuro en Venezuela, donde pueda crecer y prosperar sin verse obligada a emigrar.
Con la seguridad alimentaria, la salud y la calidad de vida como prioridades, los barquisimetanos depositan sus esperanzas en las elecciones del 28 de julio, anhelando un líder que pueda llevar a cabo las transformaciones ansiadas.