El misterio de la Santísima Trinidad es el gran misterio: un solo Dios en tres Personas. Y es un misterio grande pues se refiere a lo que Dios es. ¡Nada menos! Pero es grande también por lo imposible de entender y de captar. ¡Ni hablar de tratar de explicarlo!
Cuentan que mientras San Agustín se encontraba caminando en la playa, preparándose para dar una enseñanza sobre el misterio de la Santísima Trinidad, se distrae con un niño que está tratando de vaciar agua del mar en un hoyito que había hecho en la arena. Al preguntarle al niño qué estaba haciendo, éste le respondió que estaba tratando de vaciar el mar en el hoyito. “Pero, ¡estás tratando de hacer una cosa imposible!” Y el Niño le replicó: “No más imposible de lo que es para ti entender o explicar el misterio de la Santísima Trinidad”. Y desapareció el Niño.
Aunque creamos lo contrario, los humanos somos bien insuficientes a nivel intelectual cuando se trata de explicar verdades infinitas como este misterio. Nuestro intelecto es como ese hoyito en la arena para contener el mar. Sin embargo, lo importante de este misterio no es explicarlo –que no podemos, de todos modos- sino vivirlo. Pero… eso de vivirlo ¿no será más difícil aún? Como que no.
En efecto, fuimos hechos -no para quedarnos aquí en la tierra- sino para vivir unidos a Dios en el Cielo. Pero desde aquí en la tierra podemos comenzar esa unión. ¡¿Será posible?! ¡¿Desde ahora mismo?!
Bueno, fue Jesucristo el que nos habló de esa posibilidad: “Si alguno me ama guardará mi Palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn.14, 23). Dios viene a vivir en el que Lo ama guardando la Palabra de Dios, o sea, en el que sigue lo que Jesús nos enseñó. Eso es amarlo. Si así es la cosa, ¡entonces sí es posible esa unión desde ahora! De las Tres Divinas Personas, al Espíritu Santo es a Quien le toca la Santificación. ¿Santificación? ¿De quién? Pues de todos nosotros. En realidad, el Espíritu Santo nos va santificando, porque nos va haciendo cada vez más semejantes al Hijo. ¡Claro! Si lo dejamos hacer esto. ¿Y qué hace el Hijo? Jesús nos va mostrando al Padre y nos va llevando a El. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquéllos a quienes el Hijo se los quiera dar a conocer” (Mt. 11, 27).
Entonces… ¿cómo podemos vivir el Misterio de la Santísima Trinidad desde aquí en la tierra? La clave está en dejarnos guiar por el Espíritu Santo. Es decir, siendo perceptivos, dóciles y obedientes a lo que el Espíritu Santo nos va inspirando.
Y ¿cómo sabemos que las inspiraciones vienen del Espíritu Santo? No es tan difícil. Sabemos que vienen del Espíritu Santo, cuando esas inspiraciones nos llevan a buscar la Voluntad de Dios ¡y a cumplirla!
De esta manera podemos vivir en la tierra este misterio de la unión con Dios. Eso es precisamente lo que significa la oración trinitariacon que comenzamos cada Misa: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros.
Isabel Vidal de Tenreiro
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