Que diferente sería Venezuela si lográramos que prevalecieran los valores del evangelio: El amor, la solidaridad, la justicia, la verdad, la paz
Por lo menos, procuro serlo. Mientras más cerca estoy de los valores y de los principios del cristianismo, más feliz me siento. Bertrand Russell, el gran escritor británico, escribió un libro titulado: Porque no soy cristiano. Me siento tentado a escribir uno, sin ánimo de compararme con el inglés, titulado: Porque trato de ser cristiano.
Ayer, domingo de Pentecostés, celebración de la venida del Espíritu Santo, tocó leer la carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Galacia (5,16-25). En esa epístola, el Apóstol nos dice que el fruto del Espíritu es: Amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, mansedumbre y temperancia. Y concluye Pablo diciendo: Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.
Que diferente sería Venezuela si lográramos que prevalecieran los valores del evangelio: El amor, la solidaridad, la justicia, la verdad, la paz y si lográramos erradicar el odio, la violencia, el egoísmo, la envidia, la injusticia.
Que diferente sería el mundo, si lográramos hacer realidad la propuesta del Papa de construir una civilización basada en el amor. Cuánto agradecerían los pueblos del Medio Oriente, de Palestina y de Israel que prevaleciera una Paz fundada en la Justicia. Y los habitantes de Siria y de Libia. Y las víctimas de la guerra entre Rusia y Ucrania y la OTAN. Vale la pena ser cristiano y luchar por los valores del Humanismo Cristiano.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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