En caso de perder las elecciones, quienes ejercen el poder no quieren verse expuestos a una ola de persecuciones, juicios y condenas. Para incentivar la alternabilidad en el poder, los costos de salida tienen que ser menores a los costos de permanecer en el mando. Despejar estos miedos comienza por eliminar las recompensas internacionales y sanciones personales en contra de altos funcionarios del gobierno y autoridades de los poderes públicos del Estado venezolano.
Pero también hay miedo en los cargos medios y bajos de la administración pública que temen una cacería de brujas y una ola de despidos masivos de los funcionarios que formaron parte del gobierno anterior. Estos miedos hay que disiparlos y ofrecer garantías a los funcionarios públicos de que podrán ser ratificados en sus cargos a través de concursos de credenciales, con base en su formación académica, competencias técnicas y profesionales, y experiencia en el ejercicio del cargo.
Tienen miedo los sectores más empobrecidos y vulnerables de la población venezolana que temen perder la bolsa de comida, los bonos monetarios que reciben a través del Carnet de la Patria, que se elimine la misión vivienda y otras misiones sociales que los benefician, así como otras medidas de protección social y subsidios que otorga el gobierno.
¿Cuáles amenazas deberían dejar de hacerse?
El liderazgo de la oposición que tiene la mayor opción de ganar las Presidenciales del 28-J ha acusado al gobierno de Maduro de dictadura, de narco-régimen y camarilla de delincuentes; de traidores a la patria que entregaron la soberanía nacional a la ocupación cubana, al espionaje iraní y ruso; de convertir el territorio nacional en una guarida de grupos terroristas cómo Hezbollah, FARC y ELN. Ese liderazgo radical ha aplaudido las recompensas que ofrece EEUU por la captura de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello; ha solicitado sanciones económicas contra Venezuela; invocado la activación del TIAR y la creación de una amenaza creíble a través de una intervención militar extranjera. Su principal líder desafió a Maduro diciéndole: “yo no te quiero muerto, yo te quiero vivo para que enfrentes la justicia, yo te quiero preso” y con ese fin promueve y respalda las investigaciones en la CPI.
Estas amenazas recrudecen el temor de quienes pueden perder el poder y no quieren quedar expuestos a una espiral de persecuciones, juicios y condenas. Esto los puede forzar a atrincherarse y trancar el juego. La estrategia amenazante ha generado un clima psicológico muy tóxico que ha plagado de temores al oficialismo y sus seguidores que temen perder los beneficios que reciben.
¿Cómo abonar la confianza mutua que facilite la alternancia en el poder?
Sin garantías de no persecución, el candidato oficialista no se va a medir con quien sabe que va a perder. Hay que evitar que el miedo a ser sometidos a una ola de persecuciones se instale en el gobierno y los empuje a anular la tarjeta de la MUD. Evitar que la impaciencia por tomar el poder y el temor a perderlo perturben la elección presidencial pasa por acordar garantías de no persecución política para todos, tanto para quienes pierdan el poder, como para que quienes ganen puedan asumir el mando y gobernar.
Pero el oficialismo no va a tomar la iniciativa de proponer un pacto de garantías de no persecución porque esto puede interpretarse entre sus seguidores como una actitud derrotista, como que ha llegado la hora de poner a salvo sus cabezas. Para el chavismo, asumir esa posición de perdedor a priori lo consideraría desmoralizante y desmovilizador. Su gente no iría a votar. Por lo tanto, no lo van a proponer.
Es el candidato opositor con mayor opción de ganar quien está llamado a hacerle al gobierno una propuesta realista, pragmática, viable y creíble de convivencia pacífica con garantías de no persecución. Pero tiene que hacerlo antes de que el miedo se convierta en terror y el TSJ anule la tarjeta de la MUD.
Víctor Álvarez R.
@victoralvarezr