“… cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; y le tomaron y le echaron en una cisterna” Isa. 37:18.
Una cisterna según el concepto popular es un recipiente que recoge y/o almacena agua. La definición se deriva de la lengua latina. Suele emplearse con referencia al depósito que se encuentra debajo de la tierra y se destina para la recolección y el almacenamiento del agua que procede de un río o de las precipitaciones. Otras acepciones nos indican una definición parecida. Cisterna, literalmente es un pozo hondo y seguramente oscuro, donde se recoge agua como ya lo dijimos. Pero si está seco y te lanzan dentro de ella, es un lugar de profunda tortura mental. Miedo, decepción, tristeza y desesperación. Un lugar y unas condiciones para entrar en un estado depresivo severo. No es una exageración entonces, pensar que quien es lanzado en un lugar como ese preferiría suicidarse.
Mis estimados, no tenemos la menor duda que así se sentía José cuando sus hermanos lo echaron allí para que muriera. Con posibilidades de ser mordido por serpientes del desierto, escorpiones u otros animales mortíferos que pudieran encontrarse allí. O morir lentamente en soledad. Sin contar el terror que pudiese tener un niño de 17 años, bueno, tierno, amante del DIOS altísimo, súper protegido y consentido por su padre. Sin embargo, estamos seguros también que a pesar de su severa depresión, por la cual estaba pasando en ningún momento desconfió de Dios. Nunca atribuyó a Dios su desventura y de repente sabía era una dura prueba que Dios permitía sufriera por cuanto tenía un propósito con él. Y así fue. Al final el niño José llego a ser el segundo del Faraón egipcio y pudo beneficiar y bendecir no solo a su familia sino a todo el pueblo de Dios que venía en ascenso en la historia de Dios.
Hoy, si tú estás pasando por momentos tristes, no sabes qué hacer. Que tu mente te atormenta por algunas situaciones acontecidas en tu vida. Si eres seguidor de Cristo sincero, pero tu fe se tambalea. Lucha, clama a Dios. Pídele de corazón que no te abandone. Si sientes que te apartas de su evangelio, suplica que no permita que te apartes de él por cuanto en el fondo de tu corazón le amas. Y estás confiando a pesar de todo en ÉL .Nunca desistas. Insiste, resiste y persiste que en algún momento pasará una caravana de ángeles con Jesús al frente que te compraron con su preciosa sangre y podrás salir de ese pozo depresivo tan severo donde te encuentras. Mis apreciados a pesar de mi edad que son 70 y no 17. Yo también fui echado en un pozo hondo, oscuro, triste y solitario hasta el punto que una psiquiatra con quien tuve varias consultas me diagnosticó DEPRESIÓN SEVERA. Me medicó con antidepresivos fuertes. De paso el enemigo atacó furiosamente con una bacteria muy conocida en el estómago que casi me mata llegando a pesar 43 kilos. Pero un día Dios obró. A su tiempo. De manera “misteriosa” y así como sacó al joven José de esa cisterna y lo exaltó. Pues también lo hizo con este “adulto mayor”. Hoy, no tengo la menor duda que con la mano de Dios extendida pude SALIR DEL POZO y veo en ello que Dios tiene un propósito con cada uno de nosotros en esta vida. ¡Búscalo! ¡Hasta la próxima entrega Dios mediante.!.
William Amaro Gutiérrez