“El hambre es el condimento de la comida”.
Anónimo.
“Todo fracaso es condimento que da sabor al éxito”.
Truman Capote.
“Los obstáculos no son más que un condimento del triunfo”.
Mark Twain.
“El humor es el más picante de los condimentos en el festín de la existencia. Ríanse de sus errores, pero aprendan de ellos; alégrense en sus penas, pero ganen fuerza con ellas; hagan un chiste de las dificultades, pero vénzanlas”.
Lucy Montgomery.
- El Azúcar para la Juventud Alebrestada.
Karminella y Junior, su hijo, al fin llegaron del colegio. Mamá venía riñendo la gestión agitada del joven en la escuela. Papá al final de la mesa, donde estaban comiendo, se hacía el holandés, ojeando en la Palm, la noticia del rotativo en línea que, desde siempre, mejor y más datas ojeaba, elimpulso.com. Desde Barquisimeto a Caracas, la vibra de las elecciones del 28 de Julio, trae inquietos a la población venezolana, pero más a la nutrida sangre nueva de la adolescencia, acelerada por la exagerada cantidad de carbohidratos y azúcares, en la avena de sus preocupaciones por venir, decisivas para el sano devenir de la república.
Junior ha liderado una tropa de afectos con la glicemia liberal alta y a mamá, le decía, mientras manejaba a casa, ¡a nosotros no nos meterán en cintura!… Ni la razón de la abuela pudo con la porfía. Los políticos preocupados en la capital, los padres alarmados, los profes alertas, y la situación guara local, tanto como la elección en ciernes, no dejaba margen para bajar la guardia. Ese dicho que recordó el director, venía al caso… Cuando el río suena… dijo además y eso preocupó peor, todos los politiqueros de oficio odian, y tienen similar motivo.
Preocupados, la comisión de mentores en reunión citó a Junior, el hijo de Karminella, líder de la revolución juvenil en el Colegio La Salle, donde cursa el quinto año de bachillerato en ciencias. Para cuando llegan el 9 de enero de 1913 a Barquisimeto, los Hermanos de La Salle, pocos años más tarde crean la fundación pedagógica el 17 de febrero de 1917, aunque el primer colegio de Barquisimeto del s. XX fue la Inmaculada Concepción, fundado en 1904, regido por las Hermanas francas del San José de Tarbes.
Junior, ha sido, estudiante modelo, jefe de debate, jugador de futbol como un Messi cualquiera, recorría los cien metros con un registro magistral y con porte de escritor y futuro sociólogo, hacía de Rafael Escobar Salom y le metía a la rima a lo Aquiles Nazoa, Andrés Eloy Blanco o Rafael Cadenas. En broma, papá decía que, su pecado fue ser bajito como Hobbit, pero dotado con la claridad tempestuosa y entusiasta de un Luther King blanco y criollito….
- La Sal de la Melé y el Suicida Amargo de Angostura
Para cuando la abuela Carmen Teresa, la mamá de su papá, le enseñó los aspectos principales de la vida, le dijo, como si la lengua fuera un nivel de catalán ¡Junior, higiene y, modales, son como la moral y luces, primeras necesidades, y también las dos caras de una misma morocota y con esa morocota se forjan los principios! Nunca Junior hizo caso a nadie, como a la Nonna, ni a su propia madre. La abuela, era Villacurana, Estado Aragua y tenía el humor más dulce y grave al mismo tiempo, que se pueda hallar en una persona cuasi rayana en la perfección, pero también ella sabía que lo perfecto es enemigo de lo bueno. La abuela Carmen Teresa, era una genial ensalada de Dalai Lama con Suboficial de pelotón o sea una Apóstol-Incubo apodada, la Luz de la mañana por no decirle Luciferina, el diábolo amigable.
Recordó que lo trasmitió en un juego de futbol, cuando era un jovencito de diez. Ese día el As, en la melé (formación del balompié, usada para reiniciar el juego luego de disputar el balón), marcó tres goles, (o un hat-trick); uno, a media distancia, otro, a balón parado, y un tercer gol de cabeza en un tiro de esquina. Todo un crack. Fue cuando la abuela lo premió con sapiencia, le reveló que esas cosas, como el cariño auténtico, aunque suene creído, no tiene precio, ni se compra, ni se vende. “Regla-1. Primero muerto que bañado en sangre”.
Ya debes saber que un As, escucha atentamente al jefe de casa, cumple con su tarea sin vaguear, ni eludir con cuentos, y se aplica en los estudios. Un As no arma brete, no suelta pestes, no critica, ni fastidia. Trabaja para asimilar desde que sale el sol hasta que se oculta. La Nonna como San Pedro, finamente cargaba un aro full de llaves, que servía para delatarla cuando sentíamos que venía a regañarme porque su anillo tintineaba como las espuelas de un sheriff en un western pitiyanqui.
Mientras tanto, la madre y papá José tenían esa costumbre, muy criticada por liberal y atrevida, la delicada ética de poner el destino de los chicos en sus propias manos. Por eso lo habían inscrito en esa escuela porque aprenderían a comportarse como personas de bien, capaces de urbanidad inter pares y de conducta juiciosa. Esto es una escuela seria, nos dijo el director el día que matriculamos a Junior, somos profesores, maestros, y educamos para hacer las cosas como todos los demás, pero con más eficiencia.
Fuimos por lana y salimos trasquilados, fue la conclusión del humor negro de José al constatar que de pedagogos pasamos a padres manipulados. Habían empezado la mañana en una certeza heredada de gracia, y concluía en una lamentable desgracia con mi hijo, dijo cariacontecida, Karminella al ver la cara amarrada de Junior, contrariado con su rol de actor estelar del filme. En la noche, se oían las chicharras y los grillos en un sube y baja de chillidos tremendos que, como muchedumbres locas, subían y bajaban de tonos, demencialmente.
Junior tenía la cualidad, cuasi homeostática, de estar a gusto dentro de sí, fuera cual fuera la situación, algo que parecía situarle al margen del exterior; estar dentro y al mismo tiempo por encima del caso: un contrasentido de estar aparte y formando parte, como el tronco de árbol atravesado en el cauce de un afluente: no es su sitio, pero tampoco es como si no hubiera estado allí jamás, creando sus propias ondulaciones en la escorrentía.
Pero aquella mañana la sangre hervía, e inquieto, no paraba de moverse en el sillón sentándose sobre ambas manos para imposibilitar que alzaran vuelo sin su consentimiento. La sangre no llegará al río, vibraba nervioso, el acusado. En su memoria eidética, tarareó a modo de canto, el discurso del doctor King a los estudiantes de secundaria en Washington, D.C., cuando habló de la humillación de las leyes Jim Crow y de la necesidad de transformar la humillación en acción. Estas propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas por mandato de iure bajo el lema «separados pero iguales» y se aplicaban a los afroamericanos y a otros grupos étnicos no blancos, en varios estados de los Estados Unidos.
– «Eso enriquecerá vuestro espíritu más que cualquier otra cosa. Os dará ese singular sentido de nobleza que solo puede surgir del amor y de ayudar desinteresadamente al prójimo. Haced de la humanidad vuestra profesión. Que sea parte fundamental de vuestra vida «. Era lo que habría dicho Nonna en aquellas lecciones que daba de rectitud, integridad y buen proceder, lo que calificaba deber ser, y cuando le salía el Sargento de pelotón… era momento del deber ser, y tiempo de dar un paso al frente, si se veía alguna injusticia.
Nunca Mario, el hoy occiso comentó nada, confesó Junior. A la junta que averiguaba si había connivencia o responsabilidad del grupo que lideraba en la locura de atentar contra su propia vida. Mario se notaba callado, no hablaba, pero de ahí a pensar que se tiraría por la ventana de su apartamento, eso jamás, dijo con aplomo Junior, a la junta de catedráticos que más parecía una junta en el Tribunal. Al hacerlo su voz de hombre hecho y derecho, en contraste con su porte de gnomo, hizo que su deseo sonara especialmente conmovedor.
- La Pimienta del Ocaso y el Pimiento de la Desaparición.
Mario miraba el crepúsculo desde el tragaluz de la habitación en un piso doce, donde vivía con su padrastro. Sus padres verdaderos murieron en un avión que precipitó en el Lago de Maracaibo cuando iban de vacaciones a Margarita y fue el único que se quedó en casa por estar castigado. No tenía más parientes que el primer esposo de su madre que lo adoptó pues le había prometido a su mamá que lo cuidaría de pasar algo con ella.
Mientras oía al grupo Traffic del elepé viejo que le había regalado su abuela Gloria, recordaba, y lo escribió en el papel antes de lanzarse al vacío, que su alma estaba quemada dentro. Mi dolor, amada madre no lo proclama esta capa negra que me cubre, ni la ropa de luto solemne, ni mis profundos e involuntarios suspiros; no, ni siquiera el raudal de lágrimas que a veces mana de mis ojos”. Sobre el escritorio, en marcador amarillento, la obra Hamlet destacaba, en el catre donde éste bosquejaba chocantes y nebulosos esbozos escatológicos.
Mario perduraba en su aparente «parecer», pero no sabía lo que era «parecer», ese verbo que es el traje de la pena, leí. Lo que siento acá dentro, no hay forma de gritarlo. Y como había leído en la obra de Juan Rulfo (Pedro Páramo), del pueblo de Comala, en tiempo de canícula, cuando el aire de agosto sopla calor, saturado por el olor viejo de las saponarias, los palomos rasgando el aire quieto, sacuden sus alas como si se desprendieran del día.
Volaban y caían sobre tejas, mientras los gritos de los niños revoloteaban, y parecía teñir de azul el cielo de la tarde y todo estaba sobre brasas de tierra, en la boca del infierno; ¡Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija! Ahora Mario estaba aquí, en este pueblo sin ruidos, oyendo caer pasos sobre piedras redondas adoquinando la calle con sus pisadas huecas, y repitiendo el sonido del eco de los muros teñidos por el sol de la tarde, fue cruzando su último ocaso, hacia el ocaso de su vida.
Marcantonio Faillace Carreño