#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: A la altura de su cargo #15May

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Siento una simpatía compasiva por Poncio Pilato. Sabía que Jesús de Nazaret era inocente, falsos eran los delitos de los cuales lo acusaba el Sanedrín, hizo todo lo que él creía posible por salvarlo y hasta se lavó las manos en público para dejar constancia de su inocencia en el derramamiento de la sangre de ese justo. Pero mi amigo Poncio Pilato sí era culpable. Como Procurador del Imperio Romano en la provincia de Judea, era la autoridad competente que podía decidir sobre la suerte del acusado. Le tuvo miedo al populacho judío azuzado por los altos dirigentes fariseos. Se lavó las manos, pero no su responsabilidad. Simplemente, no estuvo a la altura de su cargo.

Un cargo obliga y en esto se debe pensar cuando se aceptan algunos que engendran ciertas responsabilidades. No es lo mismo ser presidente de una empresa comercial que serlo de una república. En el primer caso ese presidente probablemente no sería responsable de que su país se viera envuelto en un conflicto bélico; en el segundo sí, porque indudablemente toca a quien está a la cabeza de una nación una decisión de este tipo. En la historia hay muchos casos de personajes que estuvieron o no a la altura de su cargo. Sin embargo, en estos momentos, no puedo recordar sino tres muy locales. Dos positivos y uno negativo.

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Durante el primer gobierno del Dr. Rafael Caldera, estaban en boga los guerrilleros y los secuestros. Un avión venezolano, no recuerdo si en vía Maiquetía-México, u otro destino, fue secuestrado por los irregulares y retuvieron a los pasajeros como rehenes a cambio de armas o presos políticos. Fue un momento difícil para el presidente Caldera, pero se mantuvo firme y no negoció. No podía, complacer a los guerrilleros era abrir la puerta a una costumbre de secuestros. Fue criticado porque había arriesgado la vida de unos compatriotas. Cierto, ¿pero podía ceder? Arriesgaba a una nación. Caldera estuvo a la altura de su cargo y el asunto se resolvió felizmente. Los guerrilleros entregaron a los rehenes.

El otro caso: la crisis de la corbeta Caldas. Fue una crisis diplomática entre las repúblicas de Venezuela
y Colombia, por el ingreso el 9 de agosto de 1987 de una corbeta de la Armada de Colombia en aguas del Golfo de Venezuela, en donde no existe una delimitación aceptada por ambos países.

La crisis tuvo como causa la disputa sobre la soberanía de las áreas marinas y submarinas, cuyos límites aún están en negociaciones entre las dos naciones. Tanto Venezuela como Colombia han delimitado la zona unilateralmente, lo que ocasiona riesgosas coincidencias en las áreas de patrullaje de sus armadas. El presidente Jaime Lusinchi se mantuvo firme. Convocó a una reunión de políticos en Miraflores para consultar acciones y mandó las naves de la armada venezolana a seguir de cerca a la corbeta colombiana. También envió aviones que comprobaron que la nave no estaba preparada para responder a un ataque aéreo. El conflicto duró varios días hasta que la corbeta volvió a las costas de su tierra con el rabo entre las piernas. Por supuesto, hubo intervención extranjera para ayudar a solucionar el problema: del presidente de Argentina y del secretario de la ONU. El Dr. Lusinchi habló claro: Venezuela no se dejaría amedrentar. Estuvo a la altura de su cargo.

En cambio, hay un lamentable caso de hace pocos años, protagonizado por la señora que era Canciller de Venezuela en esos momentos. A una reunión donde no la invitaron, en Buenos Aires, se trató de meter por una ventana. ¡Qué falta de dignidad personal y del cargo que representaba! Sentí vergüenza ajena, ¡no!, pena patria. Los cargos de autoridad, además de dignidad, llevan consigo cierta majestad.

Recuerdo al Juez de Nazaret, de visita en Venezuela, a quien tuve el privilegio de conocer. Pidió que lo llevaran a un tribunal de Caracas. Cuando salió dijo: Aquí no se puede ejercer justicia, falta la majestad de la justicia.

Y otras majestades. Vi por TV la llegada del presidente de Colombia, Petro. en una visita oficial a nuestro país. ¡Qué vergüenza! Ambos presidentes, el colombiano y el nuestro, desfilando, ante unas fuerzas armadas nacionales impecables en uniforme y formación, con unas camisitas arrugadas y quién sabe si hediondas a sudor. Ausencia total de majestad presidencial. Nosotros hemos tenido presidentes de diversa índole, unos más cultos que otros, más o menos campechanos, pero jamás ninguno, antes de los presidentes del socialismo del siglo XXI, faltó a la majestad de la presidencia. En cambio, entre estos noveles, uno trató de besar a la reina Isabel II de Inglaterra, que no la tocaba ni su marido y de abrazar al sacratísimo emperador del Japón. El tipo se las echaba de iconoclasta, pero era más bien una plasta.

Hay cargos que no son tan altos pero que no dejan de tener su dignidad para ejercerlos. Recuero cuando trabajaba en La Fundación de la Vivienda Popular, creación de Eugenio Mendoza y presidente de la misma. Estaba en construcción la urbanización de la Fundación en Barquisimeto. Una mañana llegó don Eugenio a visitar las obras, el vigilante no lo conocía y no lo dejó pasar. Mendoza la dijo luego al ingeniero encargado: Auménta el sueldo a ese tipo.

Conocida es la historia de “Un mensaje -o carta- a García”. Relato real escrito por Helbert Hubbard en 1899. Nos recuerda cuán decidido puede llegar a convertirse el ser humano. A un hombre llamado Rowan, le encomendaron la tarea de llevar una carta a Calixto García en plena guerra de Cuba. El presidente de la Unión Americana necesitaba comunicarse con él, que se encontraba en la isla. Al darle la carta a Rowan este ni siquiera preguntó, ¿dónde está? Tras muchas peripecias completó la misión y gracias a eso se logró la Independencia de Cuba.

No todos tienen cargos con altas responsabilidades, pero sí encargos con unas menores, hay que cumplirlas. Cada uno a la altura de su encargo.

Alicia Álamo Bartolomé

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