La Fiesta de la Ascensión de Jesucristo al Cielo es una fiesta importante y de gran significación. Sin embargo, pueda que nos traiga sentimientos encontrados de nostalgia y de esperanza, porque parece una separación. Pero… ¿lo será?
Jesucristo estaba dejando a Pedro como cabeza de la Iglesia y como su Representante. Pero también estaba dejando a su Madre como Madre de su Iglesia, ya que siendo Ella Madre de Cristo, era también Madre de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Por eso, enseguida de la Ascensión, Ella los reunió y los animó, orando con ellos en espera del Espíritu Santo, el Consolador.
Y Jesús les dio una orden, una última orden: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes” (Mc 16, 15-20). Jesús se fue y nos dejó a nosotros esa instrucción de hacer discípulos suyos a donde vayamos.
Cierto, entonces, que Jesús se fue al subir a los cielos, pero esa partida no fue realmente una separación. Porque… ¿no sigue El con nosotros? Claro que sí. El está presente en la Sagrada Eucaristía. Y aunque no lo veamos ahí está vivo y bien completo, con todo su ser de Hombre y todo su ser de Dios.
Y no le bastó su presencia eucarística, porque además nos dejó dicho: “Y sepan que Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20) ¿Verdad que a veces pareciera que no estuviera, o que estuviera dormido? Pero de que está, ¡está!
¡Cómo sería la Ascensión de Jesús al Cielo! Jesús, el Sol de Justicia (Mal 3, 20), ascendiendo radiantísimo a la vista de los presentes. El impacto fue tan grande que, aún después de haber desaparecido Jesús, ocultado por una nube, los Apóstoles y discípulos seguían mirando fijamente al Cielo. ¡Estaban en éxtasis! Fue, entonces, cuando dos Ángeles los interrumpieron y los “despertaron”: “¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al Cielo, volverá como lo han visto alejarse” (Hech. 1,11).
Este dato de los Ángeles es de suma importancia, porque se refiere a la Segunda Venida de Jesucristo. Nos dicen que Jesús volverá de igual manera a como partió: en gloria y desde el Cielo. Vendrá, entonces, como Juez a establecer su reinado definitivo. Así lo reconocemos cada vez que rezamos el Credo: de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin.
Pero por encima de la nostalgia de su partida, el misterio de la Ascensión de Jesucristo es un misterio de fe y esperanza en la vida eterna. La misma forma física en que se despidió el Señor -subiendo al Cielo- nos muestra nuestra meta, ese lugar donde El está. Y allí hemos sido invitados todos, para estar con El.
Ya nos lo había dicho al anunciar su partida: “En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar… Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde Yo estoy, estén también ustedes” (Jn. 14,2-3).
La Ascensión de Jesucristo al Cielo en cuerpo y alma gloriosos nos despierta la esperanza de nuestra futura inmortalidad y el anhelo de Cielo. Allí disfrutaremos con El y en El de una felicidad completa, perfecta y para siempre. ¡Cuidado con dejar tu lugar vacío!
Isabel Vidal de Tenreiro
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