Escritor prolífico larense, natural de Curarigua, Distrito Torres, donde nacerá en 1887, fallece en Caracas en 1980. Autor de la célebre Enciclopedia Larense, 1941, Historia Biológica de Bolívar, 1954, Historia crítica del modernismo en la literatura castellana, 1925, Psicopatología del soñador, 1931, . Es un duro crítico de la literatura modernista de Rubén Darío y Leopoldo Lugones, escritor polémico, vehemente, despiadado al criticar, desde las ciencias de la naturaleza y el positivismo, al modernismo, corriente literaria, según dice, degenerada y producto de la mente enferma de los poetas malditos franceses: Baudelaire, Verlaine, Lautremont, los cuales son unos raros que sufren de dipsomanía, experimentan con el hachisch y el opio. Es una literatura la de Darío y Lugones, decadente, afeminada y completamente anti-americana, afirma rotundamente.
Escritor autodidacta que, a contracorriente, como es su costumbre, se adhiere a una explicación Peninsular hispánica y de las islas Canarias de la extraordinaria danza del Tamunangue larense, frente a la explicación negroide africana de la danza que adelantan Reinaldo Rojas, Pedro Linárez, Francisco Tamayo, Rafael Strauss K., Julio Ramos, así como el Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
“Yo conozco el Tamunangue, dice este reconocido escritor larense, desde los días de mi infancia. Lo vi interpretar infinidad de veces, en su prístina pureza, por gentes de las haciendas sobre todo en La Sabanita, que perteneció a mi padre y en Campo Alegre. Años después compró mi padre una hacienda en Cabudare y Barquisimeto; muchos de los peones eran de Curarigua y allí cantaban y danzaban el Tamunangue, en pago de una promesa o el día de San Antonio.”
Rafael Domingo Silva Uzcátegui hace derivar el Tamunangue de danzas folklóricas de algunas regiones de España, inclusive del archipiélago de las Canarias, cuestionando la creencia general de quienes han señalado su origen africano, dice Reinaldo Rojas. Para ello revisa sus componentes, derivando la base hispana dominante en la salve, la batalla y su música, análoga a la de Andalucía, la bella, cuya música es una mezcla de aires españoles e indígenas, los estilos criollos que dominan en la perrendenga, extraña mezcla de aires criollos y exóticos, el poco a poco y el seis figureao, cuya música y baile ubica como de origen español. Lo negro lo encuentra Silva Uzcátegui en el chichivamo y en la juruminga.
Enfático y terminante, Silva Uzcátegui afirma que:
“Pero después de haber escrito mi Enciclopedia Larense en 1942, tuve oportunidad de estudiar muchas danzas folklóricas de España y otras de Santo Domingo y he llegado a la conclusión de que nuestro Tamunangue es una reminiscencia, una derivación de danzas folklóricas de algunas regiones de España, inclusive Canarias. Acerca de esto publiqué un estudio titulado Raíces Hispánicas del Tamunangue, en la revista Elite, de Caracas, del 27 de noviembre de 1954.”
Y más adelante refiere este penetrante escritor nativo de Curarigua:
“Un folklorista español, refiriéndose al Serinoque canario, dice que la danzante con la vista baja en el suelo y con recogimiento Que parece que está orando, baila con tardío movimiento. Y así lo hacen siempre las mujeres del campo en Curarigua y El Tocuyo, cuando danzan el Tamunangue. Yo he tomado varias fotos y siempre aparece la mujer con la vista baja en el suelo y con recogimiento que parece que está orando. En una foto que publica la señora Isabel Aretz, de una joven danzando La Bella, del Tamunangue, también está con la cabeza baja mirando el suelo. (Aldea Pedagógica Magazine, 6 de diciembre de 2021)
La folklorista canaria Amada Elsa López Rodríguez dice del Serinoque canario que:
“El insigne folklorista Capmany describe el Serinoque como una danza en la que el hombre da grandes saltos alrededor de la mujer, y ésta, inclinada la cabeza, con la mirada fija en el suelo y en actitud de orar, se recoge la falda con ambas manos hasta el borde del refajo y va moviéndose de forma acompasada Esta forma rara de danzar que tanto asombraba a los viajeros que llegaban a la isla de Tenerife, conserva aún hoy día ese aire ritual y misterioso. La música sigue siendo de tambor, aunque se le haya incorporado la flauta más tardíamente, y la danza, en algunos pasos de la isla, sigue conservando esa frescura que sólo poseen las verdaderas tradiciones del pueblo.” (Coloquio sobre Estudios de la Cultura Popular organizado por el Instituto Catalán de Antropología celebrado en Saifores, junio 1981.)
Y más adelante Amada Elsa López Rodríguez valora:
“El Serinoque parece un ritual, una representación cuyo origen pueden ser una oración o una ofrenda. Los pasos del hombre danzando alrededor de la mujer, intentando cercarla, deslumbrarla y convencerla, para lo cual el macho hace alardes de fortaleza marcados por el ritmo fuerte del zapateado, mientras ella permanece en actitud recogida y pasiva, recuerdan de forma asombrosa las descripciones de bailes primitivos de exaltación a la tierra y la fecundidad. La tierra como elemento femenino. El hombre como elemento activo, de lucha frente a la naturaleza que se le opone y ofrece indistintamente.”
Como hemos podido notar, Silva Uzcátegui no comulga con el origen negroide de los sones de negro que vivió y observó en su natal Curarigua. Es partidario de dar una explicación europea e insular a nuestra cultura, restándole importancia a los elementos aborígenes y afrodescendientes al Tamunangue curarigueño y tocuyano.
Esta posición ultraconservadora, tradicionalista y casticista de Silva Uzcátegui deberá también explicarse por su genealogía familiar. El genealogista caroreño Ambrosio Perera coloca a la familia Silva como una de las familias patricias caroreñas en su Historial genealógico de familias caroreñas. En efecto, el alcalde ordinario de Carora, don Manuel Silva y Aguiar, nativo de Portugal, arribó a esta ciudad en 1633. Siempre se mostró nuestro escritor orgulloso de pertenecer a tan conservador linaje que, junto a otras familias, ha conformado hasta el presente la llamada por Cecilio “Chío” Zubillaga “godarria caroreña.”
Esta godarria se afinca en un catolicismo militante como forma y visión del mundo. En este sentido no debemos olvidar que Carora será llamada “Ciudad levítica de Venezuela”. La hegemonía social y cultural de la godarria no se podrá comprender sin este su vínculo raigal con la Iglesia Católica, institución que le dio justificación a la innegable preeminencia a este grupo social minoritario y endogámico, endogamia en la que fue en extremo propiciadora la Iglesia Católica al otorgar numerosísimas dispensas matrimoniales, práctica que ayudó a impedir la dispersión de la propiedad de la tierra y le dio a la ciudad otro título no menos singular: “refugio de la hispanidad”. Es lo que llama Ambrosio Perera “mantuanismo caroreño”, “caracoloradas”, “blancos de la plaza”, “patricios caroreños”, quienes han vivido con una preocupación, dice Federico Brito Figueroa, la limpieza de sangre, lo cual les ha estratificado en términos similares a una casta. “España está donde se encuentra un español. Y de América nunca se marchó”, dice viejo un adagio español.
Y recordemos que eran frecuentes los viajes de Rafael Domingo Silva Uzcátegui a España y a las islas Canarias, a tal punto que se empobreció, dice Luis Beltrán Guerrero, a causa de ello y de su manía, casi una excentricidad, de comprar libros. En sus viajes a España se hizo un casticista a carta cabal, con lo cual hasta logró que creyeran erróneamente que su nacionalidad era la española.
Todos estos elementos históricos, culturales y familiares, conformaron toda serie de firmes pensamientos en Silva Uzcátegui con los cuales explicó la “novedad” del modernismo en 1925. Es lo que en la psicología social de Moscovici se ha llamado anclaje. De tal manera se referirá a la necesidad de volver a la estética helénica, a Homero, al Virgilio que le canta a Roma, a los sublimes pasajes del Dante de la Divina Comedia, a Cervantes, quien “encarna en su obra al pueblo español de su tiempo i aun de todas las edades de España”, a Camoes quien refiere las hazañas descubridoras de los portugueses en Las Luisiadas, a Shakespeare que “expresa de forma magistral el puritanismo de su época y de su pueblo”.
No nos extrañe pues de esta manera, la explicación europea y eurocéntrica de los Sones de negro que observa nuestro escritor en su niñez en su natal Curarigua, restándole importancia a los claros y acentuados elementos del África subsahariana y negra venidos. Fue en su interpretación de la suite de danzas de su tierra natal muy fiel y apegado a su claro pasado familiar blanco, católico, peninsular y canario. El mundo es una interpretación que depende de nuestra relación con la sociedad que nos rodea, dirá Hebert Blumer, padre del interaccionismo simbólico.
Luis Eduardo Cortés Riera