La inesperada candidatura del embajador Edmundo González Urrutia a la presidencia de Venezuela como principal contrincante del actual mandatario parece traer nuevos aires a la política nacional.
Su estilo de entrar al ruedo presagia una campaña más racional, porque en su debut ha erradicado gritos, insultos, adjetivos, amenazas y descalificaciones, con un llamado general a la paz y el civismo entre todos los venezolanos – sin exclusiones de tipo alguno.
Con un estilo pausado que viene desplegando en sus entrevistas iniciales deja de lado las actitudes revanchistas y vengativas que han caracterizado muchas confrontaciones del pasado, para dar paso a una visión más amplia y tolerante donde las todas ideas políticas – por sí solas – no sean motivo de discriminación y descrédito, de marginación y acorralamiento totalitario.
Nada descarta una eventual aplicación puntual de justicia, pero a través de una auténtica reinstitucionalización del país, donde sean leyes y tribunales imparciales – no linchamientos mediáticos y exclusiones – lo que prevalezca a la hora de impartirla.
El mensaje sosegado de González Urrutia, sin estridencias, ofensas e intimidaciones, es refrescante para una sociedad harta de las incesantes chabacanerías y bravuconadas a que venimos acostumbrados.
Este candidato no es – ni pretende ser – un taumaturgo carismático y populista que despierte fanatismo y fervor ciego en sus seguidores: Como representante de un consenso entre tendencias democráticas, y hombre acostumbrado a la mediación y a la mano izquierda, su efecto político parece ser el de un potente tranquilizante ante un sistema nervioso crispado por continuas convulsiones durante más de un cuarto de siglo.
Porque en Venezuela no están planteadas salidas instantáneas ni milagrosas. Se trata más bien de reencausar un río de pasiones desbordadas por canales más civilizados que permitan el inicio de la reconstrucción y la repatriación de muchos de sus hijos más valiosos y necesarios.
A tal transformación estamos todos llamados a contribuir, con lo que cada quien pueda o sepa. Toca a las distintas organizaciones políticas movilizar y organizar a los votantes para el evento electoral pautado para el próximo 28 de julio.
Porque un eventual triunfo no acarreará premios o privilegios sino el inicio de uno de los períodos más difíciles y sacrificados de la historia venezolana, y el aporte de González Urrutia – en actitud de conciliar facciones furiosamente enfrentadas por un cuarto de siglo, aportará calma y cordura en el proceso: Un poco de ecuanil para todo el mundo.
Antonio A. Herrera-Vaillant