#OPINIÓN Diarios de Porlamar: Acordes de Ilusión – C – (Parte 14) #22Abr

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Acto III: De la Tragedia a la Aventura

 “Morir es dormir…dormir…y tal vez soñar”.

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Shakespeare

“En la naturaleza nada existe en soledad”.

Refrán Universal

“El álgebra es como una partitura; lo importante es saber oírla.”

Oppenheimer

“Ser pobre y tener los bolsillos vacíos. He allí el colmo de la tragedia”.

Antonio Sánchez García

  1. “Hamlet y el fantasma” (Shakespeare [1599-1601]).

Venezuela, por donde la mires, es una tragedia Shakesperiana. Devenido en la danza de las horas, Berlín, Italia, Grecia, los Mares, Bahía de Mochima, Cata y otros espacios a la deriva, eran muchedumbres de electrones en órbita alrededor del núcleo de un sueño, o de varios, cruzados en los límites, hasta acordar que, serían inadvertencias accidentales de una travesía, y del drama local, un anatema, que no por casualidad se conoce como humanidad.

Pocos saben que Hamlet, la obra teatral más amplia, popular y conocida de William Shakespeare, es la historia más comentada del mundo tras la Cenicienta y la más célebre de la cultura occidental; es de las obras literarias que ha originado más traducciones, análisis y se considera de las más influyentes e importantes tragedias en lengua inglesa. Comparada, Venezuela es un cuento de hadas al retener tal cobertor mediático, por su demencia de país, y ser la cenicienta de países tercermundistas, por juzgarse en vías de extinción democrática.

Asedia tanto soñar, como estar al corriente de la carga vital. Sobre todo, en lo social. Divagar en ello, es certificar un fastidio, un peaje pesado, el narcótico que arruina y potencia la hipertensión arterial. Por eso, preocuparse resulta en un marketing de congoja, lobbies al desleal laberinto de la angustia. Venezuela y en especial Caracas, es la capital del drama, de acuerdo a las estadísticas, y como se dice coloquial: la que falla todas y no pega ninguna.

Cualquiera revisa, no sin cierto deje de arrechera, cómo poseemos la mayor inflación mundial de acuerdo con el ranking “Inflación Rate” (Trading Economics), el primer lugar de países con aumento de precios más fuerte lo encabeza Venezuela con un aumento del (436 %) y siguen, Líbano (264 %), Siria (139 %), Argentina (109 %) y Zimbabwe (75,2 %), y el mayor índice de criminalidad mundial, también lo lidera Venezuela con 81,15, y le persiguen Papúa Nueva Guinea, 79,73, Afganistán 78,33, Haití 77,88 y Sudáfrica 75,38; entendiendo nivel de criminalidad menor de 20, como Muy Bajos, niveles entre 60 y 80, como Altos, y niveles de criminalidad mayores de 80, como Muy Altos

Sin anexar el desabastecimiento, la hilera de frenéticos que se inmolan por gasolina, en filas de indios. Y lo exasperante que es pretender que el salario rinda. No hay forma de alargarlo, de hacerlo plegadizo, de que un sensible seductor de sueños, a partir de la cartera o del bolsillo, fascinase al conejo de la suerte o en el peor de los casos, al ratón Pérez.

Desde la plataforma del almohadón, seguía adormilado pero consciente, divagando, pero curioso, sintiendo que poco tiene sentido, y el mundo absurdo, es menos absurdo que el escenario que no acaba de responder, y Morfeo que sucumbe en recortes a manos de la putrefacción por la nefasta gestión de políticas públicas, y de la riqueza nacional, que le han sustraído sus fluidos corporales, como a un organismo que se le prepara para embalsamar.

Con aquello de “en un minuto hay muchos días” en un ensueño no hay minutos solo espacios. De acuerdo a la ubicuidad del Padre Cronos y del tío Morfeo, seguí esta vez por mi cuenta, a pie, por sobre los oteros de esas memorias que solo recuerdo cuando sueño y que casi siempre olvido al alba. Habían pasado décadas desde que la capital patinaba en fiestas de gallos, que la multitud no fueran gallitos de pelea y que la danza de lobos no quede como baile de gallinas.

En ese particular, la Avenida Francisco de Miranda era un pretexto de excursión con el cine Altamira para partir a la matiné, el Pin5 para luchar jugando al Bowling, la discoteca El Hipopótamo para vespertina, las instalaciones del Parque Miranda para ejercitar o jugar, y las libres andanzas en el Parque del Este para el jogging donde la Santa María era el Galeón en el que aún se reconocía el grito de Rodrigo de Triana… ¡Tierraaaa…! ¡Tierraaaa!…

Hoy se reciben son gritos de apetito, de arbitrarios, de mal vivientes en los espacios públicos, el de los padres mortificados por sus hijos asesinados, el de los niños abandonados en la vía, el de las gentes sin hogar, o que les quitan propiedades, o no tienen como subsistir, el de los colectivos que creen ser fiscalizadores de barrio, el de la diáspora de profesionales y del pueblo afligido, la mayor de la historia, el de un poder judicial sin jueces dignos que atiendan los casos procesales retrasados, un CNE a favor de interés partidista, o de poderes autónomos y gobernantes sin metras puestas. Todas esas cargas reunidas en una inmoral condenación reiterativa de incompetencias, torpezas, e ineptitudes habituales.

La locha, el medio, el real, el bolo, la paz, el porvenir, fueron emblemas en el pasado, la loca furia, la duda, la caída, la rabia hoy, son anexos sin fin. Tratando de invadir otro cojín, me di vuelta, y el fantasma de Hamlet fue todo un sobresalto desde el ensueño de edredón.

  1. “La Aventura Venezolana” (Mariano Picón Salas 1965)

Todo tiene final. Y los ensueños no escapan de eso, aunque sean etéreos y no tengan manera con las que hacerlos patentes. Entonces, quise despertar de la imagen, ponerme a pensar cómo hacer por el bien de todos y nuestros hijos, e intentar que el país no se chorree como arena entre los dedos por pillos iletrados y enfermizos que, solo ansían hacerle daño a este predio que una vez llamamos Tierra de Gracia, hoy, más desgraciada que nunca.

Desperté angustiado. Cómo no hacerlo. Estuve buen rato golpeando el cojín para al mismo tiempo que acondicionarlo, dar gracias por los olvidos recordados, y por el recuerdo que olvidé. Por tener a mis hermanos sanos y libres, aunque me viva agarrando a leñas más de lo forzoso. Agradecido por mis sanos e inteligentes sobrinos, y por mi amada y hermosa hija única, Daniella, hoy progenitora de Jacob, mi único y precioso nieto, un sueño realizado. 

Amanecí igual al presentir que si la soledad personal es una escuela importante que tienes en la vida, igual puede ser la más implacable de las dictaduras. De una vez quise estar pila y explorar cuál sería el sueño que siempre quiero al dormir. 

Escudriñé la mente hasta que luego de rondar por la biblioteca y revisarla furibundo, creí tener pocos tenores, (y que menos habría leído), tanto como para darme una objeción, acorde a la interrogante. Entendí, que no tenía ninguna a la que podría llamarla, placentera.

La fosa se encargó de mí. Y cuando en el pasaje se morían las luces. Brilló al final un ensayo que cito pues sacó emociones y me hizo apreciar que, aún el vagón que al inicio me descarrilaba en sueño, tenía pausas donde ir a tiempo, y estar al corriente que, en cada una, como en cada vuelta, fantasía y realidad, son bloques de uno mismo. Mariano Picón Salas, el mejor ensayista del Siglo XX en lengua castellana, escribió para orgullo nuestro, este final coetáneo de La Aventura Venezolana, a la que rodeo en esta inconsciente visión…

…“Quizás los bombazos de desorden que, frente a la voluntad del orden democrático, siempre se produjeron en el país, sean también un sutil y complicado problema de cultura colectiva. En 150 años de vida independiente no hemos podido aprender todavía el buen juego de la política como se puede practicar en Inglaterra o en los países escandinavos. Hay que continuar civilizando la política como todas las actividades humanas, como el deporte, el amor o la cortesía. 

Hay que enfriar a los fanáticos que aprendieron una sola consigna, se cristalizaron en un solo “slogan” y no se afanarán en comprender y discutir lo distinto para que no se les quebrante su único y desesperado esquema. Hay que sacar a muchas gentes de las pobres fórmulas abstractas que mascullan con odio y sin análisis, para que por un proceso fenomenológico (tan característico del pensamiento contemporáneo) definan el hecho y la circunstancia concreta. 

Hay que acercar nuestra Cultura no sólo al siglo XX –que ya está bastante canoso– sino al siglo próximo que emerge en la inmediata lejanía, con sus promontorios y cordilleras de problemas. Contra la idea de una catástrofe y retaliación universal donde la sangre del hombre sería el combustible revolucionario, brota también de nuestra época una más humana esperanza. La Ciencia, la Técnica y sobre todo el fortalecimiento de la conciencia moral, pueden ayudarnos a ganar las nuevas batallas y aventuras del hombre sin necesidad de “paredones” y guillotinas. 

En un país como el nuestro, ya no sólo los 8 millones de venezolanos que debemos ser en el momento, sino los muchos más que seremos en el 2000, podrían vivir en concordia, seguridad y justicia si nos dedicamos a la seria tarea de valorizar nuestro territorio; si trabajamos y estudiamos de veras, si aquel igualitarismo social que proclamó hace ya cien años la guerra federal se realiza en la educación para todos, en la equilibrada distribución de la renta pública; en salvar por medio del impuesto y la seguridad social los desniveles de fortuna

Y sentir lo venezolano no sólo en la Historia remota y el justo respeto a los próceres que duermen en el panteón, sino como vivo sentimiento de comunidad, como la empresa que nos hermana a todos. El venezolanismo de nuestros hombres ejemplares –de Bolívar, de Miranda, de Bello, de Simón Rodríguez, de Fermín Toro, tampoco se quedó enclavado a la sombra del campanario, sino salió a buscar en los libros, las instituciones y los caminos del mundo, cómo enriquecerse y aprender de la humanidad entera” …Al final, el cojín comenzó a ser mi mejor cómplice y a llevarme donde nunca pude ir, y al dividir los cuidos entre una y otra utopía, sin duda concluí que no despertaba del sueño, era ensoñar lo que me despertaba, y que ensoñar no tiene coste, pero resistir es otra cosa distinta, significaba costear un precio alto si la opinión, unos Nike o un IPhone te cuestan la vida, así como en días de sufragio, no tener un solo aspirante, puede costarle la vida al país.

Marcantonio Faillace Carreño

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