Este es un libro olvidado del poeta caroreño Alí Lameda publicado por primera vez en noviembre de 1948, por el Instituto Cultural Venezolano Soviético. Es la versión escrita de una charla dictada por el autor ese mes en el lnstituto Cultural Venezolano Soviético, cuatro 4 meses después del deceso del pensador caroreño el 25 de julio de ese año.
En el mismo Lameda disemina sus conocimientos de primera mano del que fue su maestro. Se trata del discípulo preferido por Zubillaga Perera pues sentía especial estima valorando en sumo su talento y amor por la lectura. En sus cartas queda constancia de ello. Don Chío otra vez acierta al captar el inmenso talento intelectual de aquel joven quien frecuentaba su cuarto-biblioteca en busca de luces y superación y acoge afectuosamente. Es otro que llega muy lejos gracias a su padrinazgo.
Es la expresión de 2 formas de comunicación: la palabra oral de la charla y la escrita del libro. La obra está estructurada en un solo capítulo de 45 páginas con subtemas. Aparece 2 años antes de una recopilación de varios de sus trabajos periodísticos a cargo de su también discípulo Guillermo Morón. Luego vendrían las biografías de Rafael Montes de Oca Martínez y la más ambiciosa con la rúbrica de Juan Páez Ávila.
Es si quiere la primera biografía de este personaje caroreño que llenó medio siglo XX en la actividad cultural, política y luchas sociales de la región al frente del campesinado local. De esas jornadas resalta las del frente cultural y artístico, principalmente su Labor de culturización de campesinos y obreros más las peñas en su cuarto biblioteca.
Lameda pasa revista en profundidad a las principales facetas de este genio popular, como precisamente lo denomina, entre éstas: el político, periodista, culturólogo, líder popular, maestro, historiador y el imponente orador.
Esta última creemos es la parte más interesante y esmerado, por explorar una modalidad desconocida que trata con un evidente conocimiento y dominio cuando describe con minuciosidad el movimiento de sus manos y labios. Lo aproxima casi como si estuviera hablando en ese momento de la lectura. El poeta lo aborda con impresionante detallismo pues lo trató intensamente durante sus años juveniles. Se trata de una referencia directa y de primera mano del biografiado lo que le confiere alto valor testimonial.
Lameda, creemos, dio pie en bola al precisar la variable de la expresividad comunicacional en don Chío por medio de la palabra hablada y la mímica de su cuerpo que describe certeramente en la obra.
Así nos enseña la importancia y el valor de su potente voz. Una voz muy radiofónica que se hizo presente en la inauguración de radio Carora el 24 de junio de 1948, cuando pronuncia el discurso inaugural invitado por sus dueños la familia González. Don Chío era un enamorado de las transmisiones internacionales de radio. Lo demuestra en ese discurso en el cual la refiere como la fuerza del pensamiento. De haber incursionado en la radio de seguro que habría calado en la audiencia por su poderosa voz.
Sigue su evolución ideológica aunque parte del liberal amarillo que admiraba a Ezequiel Zamora pasando al marxismo sin ahondar su condición de cristiano antes de 1925, cuando se dedica al estudio del marxismo. No olvidemos que su primer artículo de prensa publicado en 1906 estaba dedicado a Jesucristo, signo de lo que él mismo llamaba “cristianismo sucísimo”. Era un convencido de la implantación de la Reforma Agraria en Venezuela en la que puso todo su empeño político e ideológico como parte de una revolución democrática en el país.
Es realmente magistral la descripción que de su cuarto-biblioteca hace Lameda. De forma minuciosa se pasea por la rústica mesa de trabajo donde diariamente escribía sus trabajos, el estante con sus libros, piezas arqueológicas, recuerdos de sus viajes a Europa, pinturas y fotografías.
En el primer párrafo nos entrega un claro perfil de su persona al definirlo como: un hombre humano, genio popular, dueño de una espléndida sensibilidad artística y extraordinaria mímica.
El escritor le otorga una dimensión nacional a su persona cuando afirma que: “Con Chío Zubillaga se inicia en Venezuela un nuevo tipo de gran hombre y de pensador, más humano, más noble y más del pueblo que la mayoría de sus ilustres antecesores”.
Preciso y fascinante el lenguaje empleado por Lameda, pese a que el de Don Chío es el clásico castellano con frases largas, compuestas y cláusulas que nunca le resta dinamismo al escrito. Lameda es dueño de una rica y contagiosa prosa con la que mantiene el interés de quien lo lee. Lo hace con un lenguaje sencillo, muy periodístico sin perder de vista el poético que aflora a cada momento.
El humanismo proletario de Chío Zubillaga tiene el valor de una primigenia biografía. Un excelente libro que muestra aspectos poco conocidos de la personalidad y obra del pensador caroreño, nacido el 13 de febrero de 1887 y muerto el 25 de julio de 1948. Simplemente: “Don Chío”, como reza en la cruz de su tumba.