El 15 de agosto de 1805, en las afueras de Roma, Simón Rodríguez habló a Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, de la necesidad de liberar América y de que él encabezara este movimiento. Bolívar quedó pensativo un rato, dio razón a su maestro y pronunció su famoso juramento de Monte Aventino de luchar por la independencia:
¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro, juro por mi honor, y juro por la patria que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!
Posteriormente los viajeros pasaron a Nápoles y luego a París. Meses después Bolívar, atendiendo los consejos de Rodríguez, abandonó Europa. En su retomo a Caracas se detuvo en Estados Unidos, donde encontró y conversó con gente útil o necesaria para la causa que pensaba emprender.
No sólo los viajes, sino también el estudio, lo ilustraron. En una carta al general Francisco de Paula Santander, Bolívar reseñó parte de su formación académica y política al estudiar lectura y gramática con Simón Rodríguez, su principal mentor y ferviente admirador de los enciclopedistas franceses, particularmente Rousseau, cuyo Emilio, libro que propagaba nuevos métodos sobre educación, lo consideraba una suprema revelación. Quería hacer de su discípulo un hombre parecido a Emilio, a quien Rousseau dotaba de todas las virtudes ciudadanas.
Es él (Simón Rodríguez) quien introduce a Bolívar en el estudio de la Revolución Francesa, de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y en las virtudes del sistema de gobierno republicano.
Aprendió letras y geografía con el profesor Andrés Bello, quien hizo también conocer a Bolívar las inmortales obras de Homero: La Ilíada y La Odisea, así como los textos de Dante, Virgilio, Quevedo y Cervantes. Continuó sus estudios de matemáticas en Europa en la Academia de San Fernando en Madrid, al igual que de idiomas bajo la dirección del marqués de Uztáriz, oriundo de Caracas, partidario de la política ilustrada y de los enciclopedistas franceses. Gracias a él Bolívar estudió a fondo también las obras de Locke, de Voltaire, a los clásicos de la antigüedad y a los historiadores, oradores y poetas de España, Francia e Inglaterra.
Así pues, a diferencia de lo que suele creerse, las influencias en el pensamiento político de Simón Bolívar no solamente provinieron de los filósofos o revolucionarios franceses, sino también de los subversivos españoles y americanos: pero el pensamiento bolivariano fue adquiriendo sus características propias conforme avanzaban la guerra de independencia y el ejercicio del poder. No obstante, la gran influencia de los clásicos griegos y romanos, de la Ilustración francesa y de los españoles e ingleses liberales, Bolívar ajustó su ideología a la realidad propia de Latinoamérica. Precisó conceptos y formuló doctrinas surgidas de las necesidades del gobierno, comprometiéndose a construir nuevos modelos para las nuevas naciones.
En el Discurso de Angostura, pronunciado por Bolívar el 15 de febrero de 1819, dio a conocer algunas de sus principales ideas políticas. Definió una concepción realista y pragmática de la política al entenderla como el arte de lo posible:
“No aspiremos a lo imposible, no sea que, por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada”.
Considera la libertad como un medio para la conservación de la virtud y la obtención de la patria de los justos.
“Para Bolívar la libertad era un bien supremo por el que valía la pena cualquier sacrificio”. Debía ser además la suprema aspiración de todo gobierno, independientemente de su tipo o forma.
FUENTE: Simón Bolívar: su propuesta de gobierno republicano centralista y la utopía de la construcción de una Patria Grande – Rosendo Bolívar Meza.
Maximiliano Pérez Apóstol