El fascismo es una ideología y régimen sociopolítico totalitario profundamente antidemocrático, ultranacionalista de derecha. Es el polo opuesto del comunismo por su naturaleza totalitaria para imponer y controlar ideológicamente todas las esferas de la sociedad, incluido la vida privada.
Para que el fascismo se imponga en una sociedad es necesaria la existencia de un vacío político cuando hace mella la ingobernabilidad. Es lo que ocurrió en Alemania de la década de 1930, luego de la Segunda Guerra Mundial, al languidecer la socialdemocracia. Es cuando llena el vacío Adolfo Hitler. El nazismo alemán le dio una connotación étnica con el ataque al pueblo judío.
En Venezuela, durante estos 25 años del socialismo del siglo XXI, el tema ha saltado a la palestra en tres ocasiones, principalmente en momentos cuando ha estado amenazado su permanencia en el poder. Es decir, en una coyuntura específica de debilidad del régimen de inspiración estalinista con sus inevitables veleidades fascistoides.
Se sabe que los militares golpistas del 4 de febrero de 1992 leían, entre las sombras, el libro de Adolfo Hitler: Mi Lucha, pero nunca la admitieron públicamente. Leer a Marx no significa que seamos comunistas. Pero se trata de una postura propia de los izquierdistas atrasados, infantiles e ignorantes. En ese libro Hitler revela su fascinación por la manera de hacer propaganda de los bolcheviques soviéticos dirigidos por Lenin.
Recordemos la visita al país del fascista argentino Alberto Ceresole durante la gestión del fallecido Hugo Chávez Frías. Ceresole es el creador de una tesis recreadora del rol de los caudillos latinoamericanos en que se fusionan líder, Ejército y pueblo. Una renovada forma de fascismo. Su visita escandalizó incluso a sectores del oficialismo, entre éstos José Vicente Rangel.
En esos tiempos los estados Carabobo y Guárico tuvieron gobernadores neofascistas. En el primero Luis Acosta Carlez caracterizado por su estilo violento y antidemocrático del cual se ufanaba. El caso de Ramón Rodríguez Chacín en Guárico, señalado por el defensor de los derechos humanos Walter Márquez, de participar en la masacre de El Amparo en la década de 1980.
Luego en el año 2015 es José Vicente Rangel quien aborda el asunto con motivo de las elecciones parlamentarias de diciembre de ese año que ganó la oposición. Rangel alertaba sobre el peligro del fascismo de ocurrir una victoria opositora como en efecto sucedió pero lo del fascismo fue puro cuento de camino.
Ahora en este 2024 el régimen nuevamente se encuentra ante el difícil momento histórico de perder las elecciones presidenciales visto que no cuentan con la base de apoyo social de antes. Esta vez lo hacen desde la postura jurídica con una ley antifascista.
Han presentado en la Asamblea Nacional el Proyecto de ley contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones Similares para perseguir y castigar a quien se atreva a hacerles oposición política, manifestar públicamente u opinar en defensa de la democracia y libertad..
Lo peor que le puede ocurrir a cierta gente es ser fascista sin saberlo. Las inclinaciones por las ideas fascistas han sido manifiestas por parte de la máxima dirigencia del socialismo del siglo XXI. Es lo ocurrido al expresidente Chávez Frías con Alberto Ceresole, un fascista confeso.
Pues esta Ley Antifascista es propulsada por elementos cuyas prácticas son fascistas en cuanto a los métodos represivos contra el opositor. Basta con referir el informe de la ONU sobre crímenes de lesa humanidad ocurridos durante la actual administración.
Prohibir, por ejemplo, alusiones al pensamiento neoliberal es fascismo. Su peligro consiste en que abre el camino a la eliminación de quien piensa distinto al establecimiento.
Freddy Torrealba Z.
X @freddytorreal11