A la memoria de los sueños que no recuerdo y a Fede Vegas quien alega que escribir es una atmósfera que se respira.
Acto I: Nacimiento en Berlín.
“La sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes
…para no perderles de vista mientras se persiguen”.
Faulkner.
“La música es un idioma que entendemos y hablamos,
…pero que somos incapaces de traducir”.
Hanslick.
- “Quasi una Fantasía” (Piano Sonata No.14- Ludwig Van Beethoven).
Podríamos ir a cualquier parte del mundo si tuviéramos los medios para cometerlos, pero nadie iría tan lejos como cuando el viaje se emprende desde el cojín. Mientras deliraba con el hocico escarlata del reno Rodolfo, la Carroza de Ciervos, los Reyes Magos, el Pesebre, el niño Dios y Santa Claus, en una absurda navidad en Berlín (y no he ido más allá de Fila de Mariches), pude consentir que soñar no se resuelve en un lenguaje concreto, menos en una geografía evidente, y vibrar, no se califica como indicador emocionante, es acaso una cesta de sacudidas que resurgen de pronto de alguna pieza mental, lejanamente desmemoriada.
De lo más Berlinés, andaba descarrilado en ferrocarril oyendo Beethoven y mirando algunos niños ir por la playa del río Spree. Todos jugueteaban y teutones al fin, sus resuellos eran germanos. Lo genial era que entendía. Un intérprete tocaba piano en un furgón vecino. Un maestro ruso, con sus Memorias del Subsuelo de Fyodor Dostoievski bajo el antebrazo, enseñaba que esa música provenía de cierta granja de remolachas, porque eso significaba la expresión “Beethoven”: [Beeth: Remolacha y Hoven (plural-Hof): Granja].
A unos pasos más allá, un melómano ochentón adulaba la Santa Trinidad 3B de Bach, Brahms y Beethoven y de esta alucinación burlesca se me antojó suponer que nuestras Non Sanctas 3B eran Boli-burgués, Boli-chicos y Boli-enchufados. La sonata No.14, no se vino en comisión de “sueño de una noche de verano” más parecía un inseparable deslumbramiento, en algún “cuento de invierno” …
- “Tocata y Fuga” (en Re menor- BVW 565-Johan Sebastián Bach).
Un sueño, como señalaba el Bardo de Avon, no pertenece a una sola época sino a la eternidad. La fantasía puede estar en todo y en todos, ser recuentos, sus tonos no recoger colores, sus ecos, ser afines sonidos apagados, y el tiempo, un dilatado anuncio sin marco.
Oí entonces esa melodía que memoraba las natividades ineludibles en casa del tío Morales, una Quinta en la Urbanización Las Palmas donde el ama de llaves olía a jabón azul, y el chófer, decapitaba y desangraba gallinas en la cochera, torciéndole el pescuezo, hasta que la sangre colorá como bolita de árbol navideño, ilustraba que festejo y sacrificio, podían ser las dos caras de una misma moneda.
En esos tiempos nos enteramos de la Revolución Legalista de 1892, guerra civil en Venezuela que tuvo como causa el movimiento continuista de Raimundo Andueza Palacio quien quiso eternizarse en el poder mediante reforma legislativa, aunque estaba estipulado constitucionalmente que, su período terminara el 20 de febrero de 1892.
Planeó reformar la constitución con el fin de prolongar su estadía en el poder por dos años más, motivo por el que fue llamado continuista, donde participó el Gral. Espíritu Santo Morales1, apodado El Lagartijo o El Patón, tío abuelo de mi tío, por años Jefe del Liberalismo Amarillo, y Jefe de la Guarnición de Caracas, designado por Crespo y el que una vez advertimos en silla de rueda por el tiro que recibió en plena guerra civil, que lo postró en la parálisis en la que una manta áurea le cubría la herida como resguardando al guerrero, quién sabe si por pudor, o por cubrir aquellas extremidades inútiles que, impedían dar esos pasos que de joven le llevó a presidente del Gran Estado Los Andes bajo Crespo y Andrade. Fue exiliado en 1899.
La historia nubló mis sacudidas de almohada con esa sombra de gloria y decadencia de nuevo significando que, la continuidad presidencial es, un vicio genético del alma marcial venezolana, y que las monedas a dos caras, pueden ser metáforas reincidentes.
El aromático del pino silvestre emanaba de la sala atiborrada en regalos, y rodeando el pesebre, sugerían el harén de un sultán. La pianola repiqueteando sobre la vía férrea era la algarabía de los raíles sintonizados con la hipocondría de un villancico. Al organillo ajusté el benedictus gregoriano, al desinterés del déspota, la demora de aspecto y a la hacienda pillada, otro consumado año nuevo. Del pueblo en fuga y los aprovechados tocando a fondo las mamarias a sus erarios, la trama era «crónica de una muerte anunciada». Presumir pudo ser de otras formas, pero todas apuntaban a la del país de nunca jamás o, mejor dicho, al país de lo inadmisible.
- Pequeña Serenata Nocturna” (525-Wolfgang Amadeus Mozart).
La espesura franqueó el paisaje con el ambiente entumecido. Con Mozart en telón de fondo, en la terraza, la atractiva berlinesa aceptaba mí compañía al tiempo que los renos afinaban su retorno. La sensual silueta reconfortaba y sonreía, indecisa y picarona. ¿Por qué anglo?, ¿por lo de Berlín?, en realidad me encantan las morenas, pero las rubias copaban el set, traté de memorizar una no oxigenada en stock, sin éxito. En eso irrumpió, más morena que nunca, la Nochebuena, sin lo bueno y el sueño de Santa Claus, en su pequeña serenata nocturna, revivía una nívea y almidonada Santa Clausura.
El delirio, iba y venía entre feudos sin coto. La existencia, sí que las posee, los sueños jamás; naciones, poblados, gobiernos, las protegen y lucen. Sobre la chimenea, holgaba un calcetín en aguardo del obsequio de pascuas, y con la habida avidez del infante que resiste la natividad, tuve el irritable conflicto de quién permitía el presente, si era el niño Jesús o el barbiespeso rollizo, Papa Noel. En el calcetín descansaba una postal en el que leías en letras góticas, cortesía de Federico, un extracto de Eluard, trazando en deje ilustrativo, ese criterio dotado de belleza, que, sin más, a un sujeto perceptivo, conmovería hasta los huesos…
“Hay otros mundos, pero están aquí…Hay otras vidas, pero están en ti”. Paul Eluard.
- “Del Mesías al Aleluya” (Georg Friedrich Händel).
A primera luz y fiel al delirio, irrumpía el Mesías de Händel. A veces componemos la fiesta decembrina en una travesía irracional que no esperamos peregrinar. Es difícil decidir, cuál puente proteger y cual quemar. El enfado, (por ahogo y premura) inclinó a pensar como un hombre que actúa y a actuar, como uno que piensa. El descarrile se hizo incontestable y en el acorde, cada vez más perceptible, aprendí que, si la cosa está dura, valdría las penas…
Desperté con otra visión de lo indiscutible, deseando habitantes educados y prédicas de entendimiento, pero los deseos del ensueño, también puede ser desilusiones despiertas. Deseando el aleluya del buen Mesías, donde un tranvía preparaba melodías de libertades y las carrileras eran singulares partituras déspotas del ayer. La caravana de hierro, prensó las bridas de acero, y nuevamente, el salvador amanecer, reverdeció desde mi cojín.
Marcantonio Faillace Carreño