#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: Ya es abril #3Abr

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Burla burlando el año se va yendo y ya hemos vivido el primer trimestre de 2024. Los días se nos van como agua entre los dedos. Los viejos estamos más viejos y los jóvenes menos jóvenes. Inexorable el paso del tiempo y de nuestros días. ¿Pero qué tenemos en éstos?

Incertidumbre. En el mundo, en el país. ¿Qué acabamos de ver en Rusia? Un triunfo electoral de Putin, llevando a gente obligada a votar, sacada de sus casas por la fuerza, metida a juro en los centros electorales hasta hacerle poner en las urnas un “espontáneo” voto por el tirano. ¿Y qué pretende el tiranillo nuestro? Lo mismo, dijo que ganaría las elecciones del 28 de julio por las buenas o por las malas. No sé qué serán “las buenas” para él, tal vez la sumisión sin protestas del pueblo yendo a votar por él, como mansos corderitos; por las malas, sería según el método putiniano. ¡Qué prometedor panorama!

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Pero en el primer país del mundo, con una sólida democracia de más de doscientos años, las cosas no andan mejor. ¿Cómo es posible que, en los Estados Unidos de América, una nación con tantos millones de habitantes, en sus últimas elecciones y las que vienen haya tenido como candidatos a la presidencia a ese par de fantoches? ¡Qué decadencia, Dios mío! Y si examinamos otros países por ahí, ¡hoy que ver cada “cosa” que ha llegado a la presidencia!

Estamos ya en abril, hay que pensar muy en serio lo que vamos hacer. ¿Votar -como me dice una amiga- con el pañuelo en la nariz por el candidato inscrito menos malo que podría podrir al maduro? Yo no. No salgo de mi casa desde la aparición de la pandemia, no voy a salir ahora con la nariz tapada para votar por un impreciso. No. Tal vez saldría a votar por uno que me indicara María Corina Machado, porque no creo sino en ella. Ha demostrado su gran liderazgo. Si no se pudo inscribir a Corina Yoris, sé que la sagaz María Corina tiene todavía ases en la manga. Ese tsunami criollo no se deja vencer tan suavemente.

Doy también un voto de confianza al pueblo venezolano. Este pueblo tan pacífico y aparentemente tan sumiso, lo creo apto para reaccionar, ¿no lo hizo con la dictadura de Pérez Jiménez? ¿No sería capaz de protagonizar una desobediencia civil? Bien dirigido, sí. incluso sin mucha dirección. No la tuvimos los estudiantes de 1946 cuando ante el inicuo y discriminador decreto 321 nos sentamos en las calles de Caracas para impedir el tráfico de vehículos. Me recuerdo sentada en la esquina de Las Gradillas. Prieto Figueroa quería que nos barrieran con la manguera de la cisterna antimotines conocida como “La ballena”, pero Rómulo Betancourt, con más tino político y menos apasionamiento, dijo no. Y salió entonces el decreto 344: todos los estudiantes de instituciones públicas o privadas, pasábamos al curso siguiente con el promedio de notas que traíamos, no habría exámenes finales. Vencimos al gobierno y Betancourt aprendió que el fanático Luis Beltrán Prieto Figueroa, no era bueno para la presidencia de la república.

Ya es abril. Estamos viviendo la Semana de Pascuas. El domingo pasado fue el de Resurrección, fiesta máxima del cristianismo, porque, como dijo san Pablo: si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe. La religión se afianza en la Resurrección de Cristo, porque con ésta, él demostró que era -es- Dios y nos abrió las puertas de la eternidad gloriosa, una vez que nos redimió del pecado original con su pasión y muerte en la cruz. Nosotros somos la vida que surgió de la muerte.

Pero seamos realmente vida. Estos días son propicios para una revisión personal, para reencontrar en nosotros principios y valores que han estado olvidados; virtudes adormecidas o extinguidas, ¿Desde cuándo no me confieso? Y por no confesarme he dejado de cumplir las obligaciones mínimas de mi religión: misa los domingos y días de fiestas de guardar, confesarse y comulgar al menos una vez al año, por Pascua Florida… En el fondo del olvido a lo mejor están estos preceptos y somos menos buenos, más incapaces de resistir la tentación, presas fáciles de arrastrarse por los placeres malignos del mundo, la sensualidad, la lujuria, la pereza, la envidia, la ira, la soberbia. Nos sentimos como dioses, vivimos entre las inmundicias de un Olimpo pagano. ¡Nosotros, que hemos sido rescatados por el precio de la sangre de Cristo! ¡Qué desperdicio!

No desperdiciemos la vida, ese don maravilloso que Dios nos ha dado para, en una libertad plena -otro grandioso don- escoger el bien, superando las atracciones del mal. Ser buenos, no por instinto animal, sino por decisión racional. El bien es una plenitud, Dios es el Bien supremo. El mal es un vacío: ausencia de bien. Muy tontos somos si escogemos la Nada por el Todo. Es verdad que nosotros siempre tendemos hacia el bien, pero en el camino nos tientan como bienes cosas aparentes, que luego se transforman en mal, como esos placeres de la carne que, por exceso, se trastocan en vicios. Entonces el hombre se hace esclavo de éstos, ¡creyendo ejercer su libertad!

Estamos en abril, mes de clima cálido y de flores. Hasta en el nombre hay uno no sé qué de alegría. Claro, es el mes de la Pascua Florida. De celebración larga de la Nueva Creación. Con la Resurrección de Cristo nace una nueva era. Dios creó al mundo el seis días y en el séptimo, el sábado, descansó. No porque Dios se canse, sino porque así enseñaba al pueblo la necesidad humana de cambiar de actividad, de dedicar tiempo del trabajo al descanso, u ofrecerlo en actividades espirituales, en el culto a su Creador. Los judíos tomaron, hasta hoy, muy en serio este precepto. Ellos guardan su sábado como una reliquia. Mientras más ortodoxos son, más sagrado lo hacen, hasta los metros para caminar ese día están marcados. En el Nuevo Testamento vemos cómo Jesús les echa en cara esta rigidez absurda que, hacía pecado curar un enfermo en sábado. Les dice y con razón, que el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado.

Para los cristianos ese día de descanso y oración cambió, porque Cristo resucitó el domingo, primer día de la semana. Había nacido una Nueva Creación.

Alicia Álamo Bartolomé

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