#OPINIÓN El Castigo de los desterrados #20Mar

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Si hay alguna palabra que todo el mundo conoce es “Patria”, pero muy pocos la pueden describir porque es demasiado amplia, además de vieja. Los diccionarios necesitan varias líneas para explicar, en parte porque cada persona sabe una acepción de lo que es el concepto de patria. Cómo se inició en latín hace varios siglos, se repartió en varios idiomas con el mismo significado, y todos coinciden porque es un concepto muy amplio, además de bonito, sonoro, inigualable, etc. etc., y tal vez por esa capacidad de ser, digámosle, multisápida, como tal vez hubiera dicho el prócer de Altamira, y yo le añadiría que todo el mundo la conoce, pero pocos la entienden, no se diga cuán pocos la practican, porque si lo hicieran, encontrarán que se su concepto se parece tanto al  de “madre”, y la respetaría más, pero no es así, porque como “todo el mundo” sabe qué es, aunque pocos la respetan, la sienten, la viven, y por supuesto, la veneran, porque si la cuidaran tanto como a la de “madre”, pensarían mejor de ella.

Nunca había visto tantas banderas de Venezuela ondear en el aire a raíz de los espectáculos que han lanzado las televisoras de este país, los Estados Unidos, ondeando a las banderas venezolanas en manos de grupos que se quejaban de que aquí, no los debían deportar, y tenían mucha razón, porque posiblemente estaban pagando justos por pecadores, pero las turbas y sus desastres habían quedado tan marcadas en las mentes del público, que si hicieran una encuesta para sacar a los venezolanos, todo el mundo hubiera dicho que sí, aunque, por supuesto, que hubieran pagado justos por pecadores, pero quién puede hacer esa selección, por supuesto, nadie.

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Las turbas, seguramente con los ánimos destrozados después de haber caminado desde Venezuela hasta este país, no pudieron haber reaccionado peor, porque si antes la gente no se preocupaba por los extranjeros que entraban legal o ilegalmente, ahora está segura de que nadie va a apoyar a esos grupos, sin hacer distinción de los muchísimos que no participaron de esos actos de desesperación, por la razón que fuera, porque la televisión los declaró a todos iguales, los mismos, los venezolanos.  

El espectáculo daba lástima verlo en la televisión: padres y madres desesperados cargando niños, desgarrados de sus esperanzas, sin derecho al pataleo ni a las objeciones, porque como todos los apátridas, ya ni patria tienen: son huérfanos de patria, es decir, de todo, porque ya ellos habían vendido su alma y su corazón para poder salir, y ahora, se lo acababan de arrancar para siempre, porque esos datos quedan escritos en las computadoras donde escriben todos los segundos, minutos, horas y años que todo el que entra, queda crucificado en cada página de ese libro del gobierno federal que no olvida nada porque tiene la memoria más grande del planeta gracias a las computadoras.

Pobrecitos, porque ahora quedarán desterrados para siempre, así como los que se van al infierno de donde no podrán salir más nunca, así se arrepientan un millón de veces, porque esas computadoras no se olvidan de nada porque ellas tienen una “memoria” infinita. Ni que se cambien el nombre, porque quedaron las huellas dactilares. No importan las fotos. No importan los cambios físicos. Esas computadoras son a prueba de trampas porque así, no perdonarán a nadie, y lo cumplen.

Aquí, la justicia tarda, pero no olvida, gracias a las computadoras y a los empleados públicos. 

Luis Salomón Barrios, Ph. D.

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