En el mundo hay un abanico de posibilidades de profesiones u oficios. Los padres, con legítima preocupación para la formación de sus hijos y su posición en el mundo, deben tener mucho cuidado de no inmiscuirse demasiado en la escogencia de vocación de sus hijos. A veces los ahogan imponiéndoles una profesión por tradición familiar u otro pretexto. De ahí salen profesionales mediocres, no motivados, que poco aportarán a la sociedad, ni ellos son felices. Ese tipo de intromisión, disfrazada de preocupación paternal, es una forma de esclavitud. Todo hombre debe ser libre para escoger su vocación.
Desgraciadamente entre nosotros hay una sobrevaloración de las carreras universitarias. Los padres quieren ver a sus hijos graduados en profesiones liberales y no como artistas o artesanos. Sin embargo, un oficio, ejercido con formación y técnica es tan o más valioso que la carrera universitaria. Digo “o más valioso”, porque en un país, cualquiera que sea su situación política o económica, siempre se necesita quienes ejerzan oficios, mientras que muchos profesionales cierran las puertas de sus oficinas. No se requiere un arquitecto porque la construcción está paralizada, pero siempre hay que acudir a un buen plomero para reparar una cañería. El arte, plástico, musical o de otro género, como también el deporte, siempre serán un remanso para la población sumida en una crisis. Padres, ¿por qué oponerse a que sus hijos escojan estos caminos?
Otras formas de esclavitud educacional las pueden ejercer regímenes políticos despóticos e imperialismos económicos, cerrando universidades y escuelas, abriendo sólo carreras que ayuden a sus intereses. Otras esclavitudes vigentes son el tráfico de esclavos -se da solapadamente con el trágico problema de las emigraciones-, la trata de blancas, la pornografía infantil. ¿Por qué me ocupo hoy de este tema? Ya verán.
Porque quiero hablar de lo opuesto, del más grande don que Dios ha dado al hombre: ¡la libertad! Nosotros no captamos bien la esencia de este don. El libre albedrío existe, es una realidad. Sin este no habría santos, lo son quienes escogen el bien. Pero hay también la posible escogencia del mal. Es lo que ha hecho una parte de la humanidad. Desgraciadamente, somos libres para ir a Dios, como también para negarlo. Sin esta opuesta dualidad no habría mérito ni premio con la felicidad eterna.
La historia de la humanidad es un constante conflicto entre el bien y el mal. El hombre, animal racional y libre, se equivoca a menudo y escoge una vida, un destino, lleno de egoístas ambiciones personales económicas y de poder. Agréguese antagonismos étnicos, religiosos o ideológicos. El resultado es fanatismo y crisis. En este mundo así vivimos.
Sin embargo, no podemos dejarnos aplastar por el mal. Si la historia está llena de estos conflictos, también lo está de hombres y mujeres que se levantaron y con heroísmo lograron enderezar algún rumbo. Hemos tenido muchos héroes y santos que no han permitido la caída total de lahumanidad o de un pueblo. ¿Por qué no los vamos a tener hoy? Precisamente es la hora de que cada uno de nosotros ponga su granito de arena. Se impone una revisión de nuestra vida y enmienda de nuestras debilidades.
Todos los pueblos muestran sus ansias de libertad, basta oír sus himnos nacionales. De los seis países bolivarianos, solo dos no nombran las palabras libertad o libre, Panamá y Ecuador, aunque son un canto a la paz en libertad. El de Colombia dice: … La libertad sublime derrama las auroras de su invencible luz; el de Perú comienza: Somos libres, seámoslo siempre; el de Bolivia dice: … y en sonoros cantares: ¡Libertad!, ¡libertad!, ¡libertad! Y el de Venezuela: … el pobre en su choza libertad pidió.
El ansia de libertad es genuina y constante en el hombre porque para ésta lo dotó Dios. Ningún pueblo puede negarse a no tenerla, a dormirse ante el abuso de poder y destrucción de los tiranos. Venezuela no puede entregarse. Ya bastan 25 años de ignominia. Es hora de reaccionar. No podemos aceptar tantas ilegitimidades de un gobierno espurio. No tiene ningún derecho a inhabilitar candidaturas a través de organismo a los cuales no les compete, mucho menos cuando se trata de inhabilitaciones sin causa justa; no tiene derecho a cambiar, en contra de la Constitución, la fecha de elecciones presidenciales. Pues bien, echemos por la borda tanta basura.
Aquí no debe haber elecciones puesto que el pueblo ya eligió el 22 de octubre pasado. Las cifras que sacó María Corina Machado en las primarias ya son una decisión. Aquí lo que tiene que haber, bajo una dirección precisa y eficiente, es una sostenida rebelión popular, ni diálogos ni acuerdos. Se acabó el carburo para el régimen inicuo. Tendrá las armas -que no todas- pero no la razón ni la decisión de un pueblo enardecido.
A la presidencia de la república: ¡María Corina Machado por aclamación popular!
Alicia Álamo Bartolomé