Los datos proporcionados por la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) de 2023 de la UCAB muestran, una vez más, un panorama desolador de la realidad en Venezuela. Se evidencia una emergencia humanitaria causada por la corrupción y malas políticas de un régimen cuyo modelo fracasó. Así, la amplia mayoría de venezolanos enfrenta una lucha diaria para sobrevivir ante adversidades abrumadoras.
La pobreza multidimensional ha alcanzado un alarmante 51,9% en Venezuela, mientras que el 82,8% de los hogares del país se ubica en la categoría de pobres por ingreso, lo que significa que carecen de los recursos suficientes para adquirir la canasta básica. Estas cifras ubican a Venezuela como el país más pobre de la región, solo superado por Haití. Aunque los venezolanos tengan dos o más trabajos, el dinero no les rinde para cubrir las necesidades más básicas, hecho que los obliga a hacer toda clase de malabares para poder subsistir.
Esta situación tiene graves repercusiones en la alimentación y salud de las familias: 89% de los hogares venezolanos enfrentan inseguridad alimentaria, y 45% de los venezolanos están tan sumidos en la pobreza que enfermarse es un lujo, principalmente debido a la falta de recursos para pagar los medicamentos. En este escenario, donde la alimentación saludable y el acceso a un sistema de salud de calidad son un privilegio inalcanzable para la mayoría, nos enfrentamos a una realidad deplorable, marcada por una extrema vulnerabilidad.
No sorprende entonces que en los últimos 5 años se hayan registrado migraciones internas de al menos 2.1 millones de personas, especialmente a estados como Miranda, Distrito Capital y Carabobo, regiones donde no abundan las oportunidades, pero la calidad de vida es mayor. Así, estamos viviendo los peores años de nuestra historia, tiempos que harían palidecer incluso al más oscuro relato de Miguel Otero Silva en su célebre novela «Casas Muertas«.
Lamentablemente, los jóvenes tampoco escapan de esta triste realidad. Según la ENCOVI, 2.6 millones de niños, niñas y adolescentes venezolanos asisten de manera irregular a la escuela. Las ausencias frecuentes están motivadas por diversas razones, desde huelgas e inasistencia del personal docente hasta enfermedades y falta de comida en el hogar. La juventud, que representa el futuro del país, no está recibiendo una educación de calidad ni teniendo acceso a una formación adecuada. Esta situación amenaza seriamente su capacidad para acceder a mejores oportunidades en el futuro.
La desigualdad también afecta a las mujeres en Venezuela. La ENCOVI advierte que solo 37,3% de las mujeres, en edad de trabajar, participan activamente en el mercado laboral, además de ganar menos ingresos que sus pares masculinos. En 2023, Venezuela se posicionó por debajo de países como Honduras y Colombia en cuanto a la participación femenina en el mercado laboral.
Por todo esto, es evidente que Venezuela necesita un cambio político urgente para reconstruir al país. Los venezolanos merecemos salarios dignos, calidad de vida, servicios que funcionen y educación de calidad. Por eso, es crucial organizarnos y unirnos para demostrar en las elecciones presidenciales del 28 de julio que somos una amplia mayoría que anhela el cambio.
Stalin González