En Venezuela, el civismo se encuentra ahogado en un mar de impunidad. Tantos años de abuso y atropellos por parte de las autoridades, y los que ya no están, han llevado a los ciudadanos a convertirse en seres en la constante búsqueda de supervivencia, donde todo lo demás queda en un segundo plano. Y es que cuando el hambre y la desesperación tocan a la puerta día tras día, para muchos es difícil pensar en valores cívicos y democráticos.
El régimen sumergió al país en una compleja crisis humanitaria, pero más allá de esto, ha logrado que muchos ciudadanos pierdan la noción de su ciudadanía. Se han perdido los valores cívicos, no hay respeto al prójimo, no hay tolerancia al que piensa distinto, no hay acato a las instituciones ante tanta impunidad, y cada día que pasa se recrudece la corrupción, las arbitrariedades y abusos por parte del régimen y sus funcionarios.
El propio sistema creado por el régimen obliga a los venezolanos a caer en la trampa de la ilegalidad para poder solucionar los problemas, ya que por las vías reglamentarias, se hace cuesta arriba. Esta situación se repite en casi la totalidad de las instituciones del Estado. Por ejemplo, para obtener ciertos documentos legales, la gente debe recurrir a intermediarios que cobran tarifas exorbitantes, ya que el proceso regular es extremadamente lento y burocrático. De igual manera sucede cuando una persona necesita reparar las averías relacionadas con servicios básicos como electricidad, agua potable o telefonía. Esto crea una cultura de ilegalidad y corrupción que se propaga a través de la sociedad.
Es por eso que no podemos pensar que la recomposición de nuestro país se resume a un mero cambio de poder. Va más allá de cambiar al gobernante: implica reeducar a nuestra sociedad, recomponer los valores colectivos, recuperar el Estado de derecho y, sobre todo, el sentido de justicia, igualdad y libertad. Solo así podremos avanzar hacia un futuro donde la ciudadanía recupere su importancia y donde el civismo sea un pilar fundamental de nuestra sociedad.
Este trabajo no será fácil, pero es necesario. Cada uno de nosotros debe comprometerse a ser mejor, a respetar las leyes y a trabajar por una nación en la que todos podamos vivir con dignidad. La reconstrucción de Venezuela es un proceso que involucra a todos los ciudadanos, y cada uno de nosotros debe asumir su responsabilidad. Es necesario que nos comprometamos a respetar los derechos de los demás, a ser honestos en nuestras acciones y a trabajar juntos por un futuro mejor. Al hacerlo, estaremos sentando las bases para un país más justo, próspero y democrático, donde todos podamos vivir con dignidad, progreso social y en paz.
Stalin González