En el complejo panorama económico que atraviesa Venezuela, la situación del salario mínimo, el más bajo del continente, requiere una comprensión profunda. El salario mínimo, estancado en Bs. 130 (poco más de 3 dólares y perdiendo valor cada día), desafía toda lógica y deja a los trabajadores enfrentando condiciones de vida precarias. El reciente “ajuste salarial” centrado en bonos, sin impacto en prestaciones sociales ni vacaciones, hace imposible la vida con salarios tan bajos, socavando la calidad de vida y el bienestar social de los venezolanos.
Hace unos días, el Ministro del Trabajo, Francisco Torrealba, justificó con mentiras y medias verdades la decisión de mantener los salarios de los venezolanos por el piso. Sin embargo, contrario a las afirmaciones del régimen, el aumento de salarios no encabeza la lista de impulsores de la inflación en Venezuela. La realidad es que la inflación persiste, a pesar de más de un año sin incrementos salariales.
La responsabilidad de esta crisis económica no recae en los empresarios ni en las sanciones. El régimen, de manera indirecta, confirma su responsabilidad en el desencadenamiento de la inflación. La tasa de cambio del BCV, que en enero de 2023 estaba por debajo de los Bs. 20, experimentó un notable aumento a finales de enero de 2024, alcanzando casi los Bs. 40. Además, las empresas estatales que prestan servicios, continúan elevando sus tarifas mensualmente, revelando un patrón que contribuye al constante aumento de los precios y a la erosión del poder adquisitivo de los ciudadanos. Y esto sin olvidar que la escalada del costo del pasaporte venezolano, también es decisión del régimen.
La inflación desenfrenada es el resultado de una política monetaria desacertada. El gobierno imprime excesivo dinero para cubrir sus gastos y deudas, una práctica intensificada desde 2015, cuando las malas políticas públicas, la corrupción y las expropiaciones empezaron a manifestar sus consecuencias. Después de 25 años en el poder, han causado una inflación que eliminó 14 ceros al Bolívar y la caída del 70% del PIB nacional. Con el salario mínimo inferior a 4 dólares, no es de extrañar que 8 millones de venezolanos hayan migrado en búsqueda de las oportunidades que aquí no consiguen.
Este modelo fracasado ha quebrantado la producción nacional y sumido a los venezolanos en la pobreza. Mientras no se implementen políticas públicas efectivas para impulsar la producción interna, la economía venezolana seguirá estancada, y los ciudadanos continuarán luchando por sobrevivir con salarios miserables. En nuestro país urge un cambio en las políticas económicas para mejorar las condiciones de vida de todos.
La importancia de un cambio político en Venezuela radica en la necesidad de un nuevo gobierno comprometido con políticas económicas efectivas para impulsar la recuperación y fortalecimiento de la producción nacional. Este cambio debe ir de la mano de una genuina preocupación por el bienestar de la población, garantizando salarios dignos que nos permitan vivir con calidad de vida, superar la actual crisis y crear las condiciones necesarias para un progreso sostenible en todos los aspectos de la vida cotidiana.
Stalin González
