«Nadie que está obnubilado, enceguecido por el poder, atacado del síndrome de Hubris, ninguno piensa en sus almas cuando están emborrachados o embriagados de poder, sino que dejan salir la peor versión de sí mismos y a veces por un poder efímero, minúsculo y circunstancial. Así se comportan muchos con un cargo de funcionario público, o de chofer u obrero en la administración pública por el que se hacen pestilentes y se enferman de grandeza, que se engríen con los demás y los menosprecian, pero se humillan o sobajan, mientras le rinden pleitesía a sus amos jefes.».
Crisanto Gregorio León
¿Por qué se quedan en la institución? .- Fingiendo honestidad con
un salario miserable, los clientes internos – los funcionarios –- , se quedan hechos los Willie Mays en la institución, para seguir pescando en río revuelto. Y ni se les ocurre ni piensan irse y abandonar el antro de perdición en que han convertido a esta empresa del estado. Renunciar a seguirse aprovechando del ambiente delictivo institucional es impensable para un alma corrompida. Prefieren cuales hipócritas, soportar los veleidosos e intermitentes comportamientos de quienes se mantienen como Jefes enquistados y para ello hacen acuerdos inmorales e ilegales para continuar disfrutando del “guiso” que reportan ingentes ganancias corruptas, a costa de las extorsiones, los chantajes y la expedición de documentos ilegítimos a los clientes externos – los usuarios -. Todos los funcionarios están embarrados en el mismo lodo. Es mentira que haya gente seria e íntegra dentro de la institución. Decir que las hay es auto engañarse, porque si fueran íntegros, ya se hubieran retirado de esa podredumbre. Porque no es una empresa que reporte ganancias honestas a sus empleados y mucho menos legales para cada cual. Todo ingreso distinto al empobrecido salario es producto de la corrupción. Y todos se miran entre sí, los unos y los otros, admirándose sus signos exteriores de riquezas que los delata por corruptos y no sienten estupor porque cada uno sabe en lo que anda el otro. ¿Por qué alguien se queda en un sitio a sabiendas que lo que se hace dentro es delito, iniquidad, pecado y corrupción? La respuesta es que se trata de alguien que comulga hipócritamente con el delito, la iniquidad, el pecado y la corrupción.
Enfermos de poder.- Como que si la circunstancia de no pertenecer a la institución les succionara la importancia personal o el estúpido poder que ostentan, nadie a quien pudo en algún momento creérsele sensato está dispuesto a irse de esta podrida empresa. Blanden enésimas excusas sin sustancia en el mundo de la ética, para justificar su presencia dentro de la empresa corrompida. Se trata de personas que no se sienten alguien, o se sienten vacíos, descolocados o sin identidad de importancia sino alardean y vociferan que ocupan tal o cual cargo dentro de la institución. Los que aún permanecen intramuros por un mórbido sentido psicológico de importancia social, que esgrimen a los amigos, a los vecinos, a los conocidos y a la sociedad en general, como si pertenecer a esta institución les diera lustre o caché, siendo que por el contrario les destruye la reputación, la espiritualidad y la salud mental. Son mal vistos ante la sociedad, porque si algo no puede disimular la vox populi, es el repudio que siente por esta institución y la insania de sus gerentes, dado el ensombrecimiento de sus fines, objetivos, misión y visión. Aunado a la estela o el legado de criminalidad y perdición que deja cada director. Pues el propósito de cada uno que asume los destinos de este antro, es el enriquecimiento ilícito sin importar la clase de delitos en que para ello sea necesario incurrir. Mientras las cabezas que dirigen la institución sean “corruptos apoyados”, de conductas perniciosas; entonces pertenecer a esta empresa es como ser un esputo tuberculoso. Es falso que las autoridades de la institución quieran absorber a empleados decentes, cuando mantienen a gente indecente en puestos clave y que pueden manipular porque les conocen su “talón de Aquiles”.
Admirando a los corruptos.- En vez de producirse una renuncia masiva dada la precariedad de los salarios y el desprestigio que implica trabajar en esta institución tan corrupta. Contrariamente los funcionarios sufren del síndrome de Estocolmo y se vinculan afectivamente con los Jefes criminales que son sus victimarios, pero ellos no logran entender esta trampa que les juega la mente. Porque como un cóctel sufren del síndrome de Estocolmo con sus victimarios, a la vez que sufren del síndrome de hubris y el síndrome Stephen Candie para perjuicio de sus víctimas. Refiere un funcionario que escuchó a una profesional a quien estima, la manera como se refería a uno de los jefes corruptos tildándolo de “todo un caballero”. Los funcionarios afectados por el síndrome de Estocolmo y por el síndrome Stephen Candie, que son la mayoría, dada la impunidad de que gozan los jefes corruptos llegan a admirarlos y hasta protegerlos e incluso acrecentar el número de miembros en el banco de enemigos, todo para defender lo inmoralmente indefendible y darle hurras y apoyar a gente siniestra comprobadamente criminal.
El hipócrita estrabismo moral.- En Génesis 18, el Señor le dice a Abraham que destruiría Sodoma y Gomorra porque el clamor contra ellos aumenta más y más, y su pecado se ha agravado en extremo. Pues bien, seguramente esta institución deba ser destruida o transformada – aunque no tiene nivel para ser transformada – , por cuanto es la propia Sodoma y Gomorra. Y quienes aún se mantienen dentro trabajando abiertamente o de bajo perfil para la corrupción también tendrán su recompensa. Porque es que al parecer los “funcionarios miracielos” quieren hacer creer que no saben lo que pasa intramuros ni a que se dedican en efecto los jefes, cuando realmente cultivan y cosechan corrupción. Acomodaticia y convenientemente hay funcionarios que se la echan de bizcos para hacerse de la vista gorda ante tanta desvergonzada descomposición moral y ética, toda vez que también obtienen sus tajadas de las hazañas delictivas a las que todos están acostumbrados en perjuicio del nombre y prestigio de la institución , pero para beneficio ilícito de ellos.
La falsa imagen y la ética de las intenciones.- Presumen de gente decente en los discursos por las mañanas y en los directorios, exponiendo una doble cara con los usuarios y engañándose entre ellos mismos para mojonearse de que tienen auténtica valía moral. Es que la doble moral es la característica de esta gente que tiene las riendas de la institución, que dice lo que no se debe hacer, pero en la práctica precisamente hace lo que no se debe hacer. Tal cual el hombre que golpea a su mujer y delante de extraños la besa y la acaricia, fingiendo amor y respeto, cuando en realidad es un canalla. De tal modo que es la ética de las intenciones lo que hace honesta o no la imagen que el funcionario exhibe. Porque es la intención con que hace o dice las cosas, lo que constituye el quid de autenticidad loable o execrable del asunto. Evocando a Lester F. Ward “el alma humana agregada al cuerpo, semeja una nave donde el instinto constituye la máquina motora, donde el sentimiento es el combustible y el timón la inteligencia desde donde se dirige toda esa embarcación hacia la consecución de algo bueno y útil”. Y no es algo bueno ni útil lo que subyace en el comportamiento de los funcionarios que practican la corrupción y los que le dan oxígeno a ese flagelo. ¡Vaya engendros!
El síndrome de hubris.- La epidemia del ego o la enfermedad por el poder, es un comportamiento que pareciera ser uniforme, que se ha replicado en la institución. El síndrome de «Hubris» es un trastorno psiquiátrico adquirido que afecta a personas que ejercen el poder en cualquiera de sus formas. Se ha descrito en multitud de campos, desde la política a las finanzas. La falta de humildad y empatía en el desempeño de un cargo público puede hacer que cualidades como la confianza y seguridad en uno mismo se transformen en soberbia, arrogancia y prepotencia características del Síndrome de Hubris. Podemos advertir en los funcionarios de esta institución de manera generalizada un engreimiento soberbio, un empavonamiento descabellado, que no caminan sino que levitan, con una altivez demencial, no caben dentro de sí al punto que pareciera que van a explotar, podríamos incluso aseverar que muchos de ellos están convencidos de que son entidades divinas.
Para bien o para mal.- Jim Rohn acuñó la frase «Eres el promedio de las 5 personas que te rodean». De tal forma que si en la institución donde trabajas y en la que pasas mayormente el tiempo, estás rodeado de delincuentes, falsas personas, timadores y corruptos y además te encariñas con ellos como realmente está sucediendo y ha sucedido; pues inclusive formas vínculos afectivos y ya no ves mal lo que no está bien y además lo justificas. Siendo así, ten la plena certeza que estás copiando e imitando sus comportamientos criminales y definitivamente formas parte del equipo del mal y aunque te encabrites y lo niegues por haber sido descubierto, también eres un esputo tuberculoso. Si no quieres que te identifiquen como uno de ellos sal corriendo de esa institución y “deja el pelero”, para que nunca el largo brazo de la ley te ponga los ganchos ni pierdas tu alma por querer presumir de estar donde no te conviene.
Una frase y una práctica fuera de contexto, una interpretación bizarra en sentido anglo.- Pues, como anillo a la medida quienes no obtuvieron valores ni principios en sus Hogares, al llegar a esta institución corruptísima, cual efecto de percolación se involucran alegremente en la criminalidad interna y se dejan infiltrar “mansos y colaborando”, en la destrucción de la institución y en los propósitos delictivos de quienes siguen enquistados extorsionando, chantajeando, cometiendo corrupción y siendo acicates para que se sigan vendiendo ilícitamente en el mercado negro documentos ilegítimamente, pues son forjados por la propia institución, son autogoles y no cumplen con las exigencias legales y morales para su expedición pero no obstante siendo esto del conocimiento de todos, las autoridades los siguen otorgando a cambio de “bojotes de dólares”, sin perjuicio de adjudicárselos también entre ellos mismos como corrupciones endogámicas. De tal modo que aún los recién llegados le dan una interpretación sucia, tóxica, fuera de contexto y perversa a la frase “a la tierra que fueres, haz lo que vieres”. Frase esta cuya esencia y filosofía no tiene como propósito incentivar y justificar que la gente se una a la maldad, a la depravación y a los delincuentes del sitio de trabajo. Por favor, hay que tener criterio y sensatez moral.
Excepciones morales.- Debería de haber algún funcionario que por cuya formación familiar, sea una persona proba, íntegra, honesta y decente, con principios morales y valores éticos. Pero lastimosamente mientras permanezca dentro de la institución cohonestando a los delincuentes, desde luego su imagen está en tela de juicio. Por eso de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Así que cuida con quien te unes, y respétate a ti mismo de no prostituir tu imagen. Porque si sigues allí “trabajando” a sabiendas de que permanecer dentro de esa cloaca es llenarte de toda la mierda que salpica, entonces crees que “sarna con gusto no pica y si pica no mortifica”, pero aunque no lo entiendas esta sarna a la que te has unido si mortifica, a tu imagen, a tu alma, a tu personalidad y espiritualidad y si te expones o te sientes sobrado por impune, incluso tu libertad personal está en riesgo porque en algún momento inusitado el largo brazo de la ley te puede poner los ganchos. Sobre todo porque los delitos que allí se cometen la mayoría no prescriben y pueden hacerse exigibles para su castigo con cárcel en cualquier tiempo. No vengas con el cuento de que no te estás llenando de dólares producto de las extorsiones y de los chantajes para otorgar ilícitamente aquello de lo que estás encargado o responsabilizado por tus específicas funciones. Tu actuación demeritoria está siendo monitoreada, porque si estás entre la mierda es porque te gusta la mierda.
«El ser humano es un mero mortal con defectos y virtudes, y no adquiere entidad divina por el hecho de desempeñar un cargo público».
Del libro La corrupción en España y sus causas. Ibiza Melián.
Crisanto Gregorio León
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