En el discurso de Memoria y Cuenta de Nicolás Maduro, una vez más despliega una retórica engañosa que busca ocultar la cruda realidad que vivimos. Todo el evento resultó ser una ofensa a las necesidades básicas de los venezolanos. En un intento desesperado por ocultar lo que vivimos, anunció aumentos ficticios que no reflejan en absoluto el estado en el que se encuentra el país. Cada día hay más hambre, suben los índices de pobreza y hay más venezolanos que huyen del país en búsqueda de oportunidades que aquí no encuentran.
Bajo nombres rebuscados pretenden engañar a los venezolanos sobre supuestos incrementos, pero la realidad es evidente: el salario de los trabajadores públicos, fijado en Bs. 130, ni siquiera cubre el costo de un modesto pollo con yuca, el anhelo gastronómico que Maduro mencionó durante su mensaje anual. En realidad, con Bs. 130 no se logra cubrir ni el pasaje mensual para ir a trabajar. Sin embargo, aun sabiendo esto, quieren hacernos creer que, por incrementar el bono de guerra económica y el bono a los pensionados, los problemas de millones de venezolanos van a solucionarse. Lo más indigente de todo es que esos montos ni siquiera cuentan en las prestaciones sociales.
Es por eso que el grito de “Bono No Es Salario” resuena con fuerza, señalando la urgencia de un incremento real en los sueldos y pensiones. Es tiempo de poner fin a los atropellos. Mientras el régimen busca enemigos externos, los verdaderos enemigos de los venezolanos son la corrupción, la pésima gestión y las malas políticas públicas. Contrario a la narrativa de una supuesta guerra económica o conspiración mundial, la raíz del problema reside en los 25 años de políticas del régimen. Su modelo político ha conducido al país a este abismo.
Vivir hoy en Venezuela es experimentar en carne propia la Venezuela atrasada que Miguel Otero Silva plasmó en «Casas Muertas», es un viaje en el tiempo hacia atrás en todos los aspectos: economía, salarios, pobreza, salud y servicios básicos. La situación nacional solo es comparable a países que han sufrido conflictos armados o grandes desastres naturales. La urgencia de un cambio se vuelve más evidente con cada discurso lleno de promesas vacías y viles mentiras.
Los trabajadores merecen un salario digno, uno que no solo sea nominal, sino que verdaderamente les permita cubrir sus necesidades. La esclavitud quedó atrás en la historia, en 1854 fue abolida en Venezuela. La gente no puede y no debe ir a trabajar por amor al arte. La recuperación económica y la dignificación de los salarios son esenciales para el progreso social de todos los venezolanos. Es momento de mirar hacia adelante y visualizar un país donde las oportunidades y el bienestar sean una realidad.
El cambio político es la única vía para lograr un futuro donde la prosperidad y la justicia social no sean solo deseos, sino una realidad tangible para cada ciudadano. Que quede más que claro: vivir bien no es un lujo, es un derecho.
Stalin González