Fray Paolo Benanti viste la sencilla túnica marrón de su orden franciscana medieval mientras aborda uno de los temas más apremiantes de la época contemporánea: cómo utilizar la inteligencia artificial para que enriquezca —y no explote— la vida de las personas.
Benanti es la persona de referencia del Vaticano en materia de tecnología y cuenta con la atención del papa Francisco, así como de algunos de los principales ingenieros y ejecutivos de Silicon Valley.
Con formación en ingeniería, un doctorado en teología moral y una pasión por lo que él llama la ”ética de la tecnología”, el sacerdote italiano de 50 años se encuentra en una misión urgente que comparte con Francisco, quien en su mensaje de paz para 2024 presionó por un tratado internacional para garantizar el uso ético de la tecnología de inteligencia artificial.
“¿Cuál es la diferencia entre un hombre que existe y una máquina que funciona?”, dijo Benanti en una entrevista esta semana con The Associated Press durante un receso en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde imparte cursos, incluyendo teología moral y bioética, a estudiantes que se preparan para el sacerdocio. “Esta es quizás la mayor pregunta de estos tiempos, porque estamos asistiendo a un desafío que cada día se profundiza con una máquina que se humaniza”.
Benanti es miembro del Órgano Asesor sobre Inteligencia Artificial de Naciones Unidas y jefe de una comisión del gobierno italiano encargada de brindar recomendaciones sobre cómo salvaguardar el periodismo de las noticias falsas y la desinformación. También es consultor de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano.
Benanti dice que él ayuda a “clarificar mejor los términos más técnicos para el Santo Padre” durante sus encuentros. Su conocimiento resultó útil para una reunión en el Vaticano en 2023 entre Francisco y el presidente de Microsoft, Brad Smith, que se centró en cómo la inteligencia artificial podría ayudar o perjudicar a la humanidad.
Francisco ha dejado clara su preocupación de que la inteligencia artificial pueda limitar los derechos humanos al, por ejemplo, impactar negativamente en la solicitud de asilo de un migrante o al evaluar la probabilidad de que un delincuente reincida.
“No es un problema de uso, sino de gobernanza”, dijo el fraile. “Y aquí es donde entra en juego la ética: encontrar el nivel adecuado de uso dentro de un contexto social”.