Islandia se enfrenta a “fuerzas tremendas de la naturaleza”, advirtió el lunes el presidente del país, después de que la lava fundida de un volcán en el suroeste de la isla destruyera varias casas en la población evacuada de Grindavík.
El presidente, Gudni Th. Johannesson, dijo en un mensaje televisado el domingo por la noche que “ha comenzado un periodo tumultuoso en la península de Reykjanes”, donde un sistema volcánico que llevaba tiempo inactivo se ha despertado.
Un volcán en la península hizo erupción el domingo por la mañana, por segunda ocasión en menos de un mes. Las autoridades habían ordenado a la población que abandonara la localidad pesquera de Grindavík unas horas antes, ya que una serie de pequeños sismos apuntaba a una erupción inminente.
La erupción “remitió de forma considerable” durante la noche, indicó el geofísico Magnus Tumi Gudmundsson, pero era imposible decir cuándo terminaría.
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Grindavík, una población de 3.800 habitantes unos 50 kilómetros (30 millas) al suroeste de la capital, Reikiavik, ya había sido evacuada en noviembre cuando el sistema volcánico de Svartsengi se reactivó después de casi 800 años.
El volcán terminó por hacer erupción el 18 de diciembre y expulsó coladas de lava hacia Grindavík. Los vecinos recibieron permiso para regresar a sus casas el 22 de diciembre.
Desde entonces, trabajadores de emergencias han construido muros defensivos que detuvieron buena parte del flujo de lava de la nueva erupción antes de que llegaran al pueblo.
Nadie ha muerto en las erupciones, aunque había un trabajador desaparecido tras caer a una grieta abierta por el volcán, según reportes.
“Aún no sabemos cómo se desarrollará esta erupción, pero debemos tomar las medidas que están a nuestro alcance”, dijo el presidente.
“Seguimos esperando un resultado tan bueno como sea posible ante estas tremendas fuerzas de la naturaleza”, añadió. “Continuaremos con nuestras responsabilidades y permaneceremos unidos”.
Islandia se ubica en una zona de gran actividad volcánica en el Atlántico norte y promedia una erupción cada cuatro o cinco años. La más disruptiva en épocas recientes fue la erupción del volcán Eyjafjallajokull en 2010, que expulsó enormes nubes de ceniza y obligó a cerrar espacios aéreos en Europa.
No se esperaba que la nueva erupción provocara gran cantidad de ceniza. Las operaciones en el aeropuerto de Keflavík continuaban con normalidad, indicó Gudjon Helgason, vocero de la operadora del aeropuerto Isavia.