Las ovejas han sido compañeras del ser humano a lo largo de la historia. Su presencia ha dejado una huella indeleble en la agricultura, la cultura y la economía.
Las tres palabras que componen su nombre científico provienen del latín: ovis, oveja; orientalis, procedente de Oriente; y aries -ĕtis, literalmente “carnero”. Su nombre común, oveja, proviene del latín ovicŭla, diminutivo de ovis, al igual que el adjetivo referido a este ganado: ovino.
Son animales rumiantes que han sido domesticados desde tiempos antiguos. Su utilidad principal ha sido la producción de lana, un recurso valioso que ha sido clave en la industria textil. Sin embargo, la vida de la oveja abarca mucho más que este rol.
A diferencia de otros mamíferos, las ovejas tienen un ciclo reproductivo estacional, lo que significa que solo están en celo durante ciertas épocas del año. Este fenómeno está vinculado a factores ambientales y es una adaptación que ha permitido a las ovejas sobrevivir en una variedad de hábitats.
La gestación dura alrededor de 5 meses (145-155 días). Normalmente dan a luz a una o dos crías, conocidas como corderos.
Estos animales han aparecido en mitos, fábulas y religiones de todo el mundo. Desde el mito del Vellocino de Oro en la mitología griega en la historia de Jasón y los argonautas, donde la piel de un carnero alado mítico llamado Crisómalo, tenía la capacidad de producir oro; hasta la parábola bíblica del Buen Pastor, donde Jesús se compara a sí mismo con un pastor y habla acerca de su relación con sus seguidores, a quienes llama sus ovejas.
En Barquisimeto, Venezuela, cada 14 de enero, se realiza la procesión de la Divina Pastora, en la cual La Virgen es representada en una imagen como una pastora que cuida a sus ovejas, los feligreses, simbolizando el amor y la protección maternal.