El asesinato del gobernador Martin María Aguinagalde
A pesar de las sospechas de las conspiraciones en el Barquisimeto de 1854, es posible que cierta ingenuidad del gobernador Aguinagalde, por el respeto que tenía hacia la sociedad no actuó, a conciencia de la conspiración montada desde la casa de don Pablo Judas, con la presencia de… amigos suyos… Desde que don Pablo judas trajo su imprenta y comenzara a circular «El Barquisimetano » su casa fue un centro de debates día y noche, sobretodo de jóvenes poetas, intelectuales que querían ver sus nombre impresos en papel. «A la fuerza de la razón» era el lema, quizás inspirado en «El Venezolano » de Antonio Leocadio Guzmán. El joven Andrés Guillermo Alvizu era uno de los más entusiastas y a esas tertulias asistían comerciante conocidos, hasta altas horas de la madrugada a la vista de curiosos y chismosos vecinos, que delataban entre los últimos en salir a los sacerdotes Yépez y Raldiriz para oficiar misa a las 7 de la mañana justo un miércoles 12 de junio de 1854, sin feligreses. Un mendigo amanecido se dio cuenta, que mientras José María Raldiriz oficiaba la misa, José Macario Yépez no comulgo. Extrañamente, al mediodía, estalló la revolución contra los Monagas, al mando, inesperadamente, del noble general de Ayacucho, Juan Bautista Rodríguez. Previo a ello fue tomada por asalto la residencia del gobernador Aguinagalde justo a la hora del almuerzo, cuando…disparos imposibles de identificar se apoderaron de Barquisimeto, cundiendo el pánico. Hombres a caballo, en evidente estado de embriaguez y a gritos ¡mueran los Monagas! Habían asesinado al gobernador Martin María Aguinagalde y a su mayordomo. A duras penas un sobreviviente que a esa hora conversaba con el gobernador pudo pedir auxilios con su cuerpo apuñalado y rendir cuenta de tan macabro crimen. Los forajidos fueron tan cobardes que al enfrentarlo, no le exigieron nada, y sobre su cuerpo se enseñaron… cuáles aves de rapiña.
Consumado el hecho José Macario Yépez se presentó en tan triste escenario. El gobernador Aguinagalde habló sido su amigo. Juntos reconstruyeron el templo de la Inmaculada Concepción, destruido después del terremoto de 1812, para verlo masacrado vilmente por lo que dispuso junto al padre Raldiriz sepultarlo en la iglesia San Juan, al atardecer de aquel día, cuando se perseguían a sangre y fuego una confusa violencia que creyéndose victoriosa siguió rumbo a Caracas, sin penar que de San Carlos no pasarían, donde los derrotaran el general José Laurencio Silva dejado un reguero de pólvora, sangre y polvo. Juan Bautista Rodríguez sería fusilado sin juicio y el expediente instruido revelaría,
El expediente levantado reveló el ensañamiento de los sicarios, que estuvieron escondidos a pocos metros de la residencia del gobernador. Sólo un testigo sobreviviente Pedro Planas declaró… “-fue terrible, como mataron al gobernador Aguinagalde y no me explico, como yo pueda estar aún con vida, después que José María Vásquez, me diera un machetazo en el brazo derecho. El loco de Torcuato Pérez me dio otro aquí, en la quijada izquierda y Federico González, a quien lo tenía como amigo, me metió un cuchillo cacha blanca por el recto, encontrándome casi moribundo… Serian como las doce y veinte del mediodía,
Jorge Ramos Guerra