#OPINIÓN Chío Zubillaga y Pío Tamayo #8Ene

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Contrapunteo de ideas insurrectas en Venezuela gomecista, 1908-1935

La inspiración para meditar y escribir el presente ensayo sobre este par de eminentes insurrectos del semiárido occidental larense venezolano en tiempos de la satrapía andina de Juan Vicente Gómez (1908-1935), el caroreño Cecilio “Chío” Zubillaga Perera (1887-1948) y el tocuyano Pío Tamayo (1898-1935), que no pretende ser exhaustivo ni más ni menos, viene desde felices, diversas y variadas circunstancias que enumeraré de seguido. 

La primera tiene que ver con el nombre que le he dado: Contrapunteo, apropiada palabra que he tomado del antropólogo cubano Fernando Ortiz y su magnífica obra Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, singular trabajo editado en La Habana, Cuba, en 1940. Si el isleño se refiere a dos productos vegetales y su incidencia en la cultura de la mayor isla antillana, yo me encargaré de hacer un contrapunteo entre estas dos relevantes figuras históricas de la cultura y la política del semiárido larense venezolano que enfrentaron la barbárica dictadura andina desde dos perspectivas semejantes y diferentes en algunos aspectos, empleando para tal cometido el método comparativo que aprendí de Marc Bloch y Lucien Febvre, fundadores de la Escuela de Anales en 1929, y de los maestros Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas, mis estimados mentores venezolanos. 

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Lo segundo tiene que ver con la amable solicitud que me hace el consagrado escritor y docente caroreño Juan Páez Ávila, y el profesor Gorquin Camacaro para que colabore con la excelente Revista Carohana con un ensayo referido a Pío Tamayo y que creí pertinente extenderlo y ramificarse hasta la figura de otro rebelde del semiárido como Chío Zubillaga, su contemporáneo vital y de luchas.

Es estímulo tercero es el esfuerzo de comprensión que hago desde hace años para entender lo que he llamado “genio de los pueblos del semiárido larense venezolano”, un espacio geográfico que brilla por sus realizaciones culturales desde la época colonial, y que incluye a tres ciudades de gran solera y tradición: El Tocuyo (1545), Barquisimeto (1552) y Carora (1569), poblados que constituyen lo que he llamado “triángulo colonial barroco”, una realidad mestiza que es raíz de nuestra innegable preponderancia nacional en los ámbitos de música y literatura, categoría de análisis que se fundamenta en la “Región Barquisimeto” 1, creada por el Dr. Reinaldo Rojas en 1995. Con ello entramos en conocimiento que ninguna de estas tres ciudades del semiárido puede ser examinada por separado o de forma autónoma, pues una trama muy imbricada las ha unido fraternal y secularmente. Debo agregar que además de los aportes de Reinaldo Rojas, debo sumar a otras eminentes personas que han pensado nuestra realidad histórico social del Estado Lara: el sabio Francisco Tamayo, Rafael Domingo Silva Uzcátegui, Héctor Mujica y Luis Beltrán Guerrero. 

Y quinto: cuento con un antecedente muy puntual con respecto a Chío Zubillaga y Pío Tamayo colocados uno frente al otro, inspirados personajes a quienes sugerí establecer utilizando el método comparativo del hacer histórico a mi tutorada la Dra. Isabel Hernández Lameda, quien de muy buena y brillante manera lo realiza para su Tesis Doctoral en el año 2019, en el Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Es la base conceptual y metódica en la que se afinca mi ensayo presente. 

Chío Zubillaga y Pío Tamayo como Intermediarios Culturales y Rebeldes Primitivos

Los venezolanos y larenses, hombres del semiárido, Chío Zubillaga y Pío Tamayo comparten estos dos rasgos señeros y fundamentales, que nos ayudan grandemente a su comprensión: son un par de auténticos “intermediarios culturales”, tal como los identificamos valiéndonos de la categoría de análisis del historiador marxista francés Michel Vovelle 5, y son de igual manera “Rebeldes Primitivos”, otra interesante categoría de análisis que tomamos de Eric Hobsbawm 2, eminente historiador marxista cultural británico. 

Se comportan como efectivos intermediarios culturales, puesto que ambos comparten dos culturas, cultura popular y cultura de elites. Otros intermediarios culturales en sociedades tradicionales serán el cura, el maestro de escuela, el médico, el notario. Son una suerte de mestizos culturales, unos inspirados, demiurgos del mundo social en la dialéctica cultura de elites-cultura popular. Chío Zubillaga y Pío Tamayo han asistido a los colegios, han tenido acceso a las humanidades clásicas, poseen nutridas bibliotecas, frecuentan logias y academias. Son agentes de circulación de nuevas ideas, la Encíclica Rerum Novarum de 1891, el marxismo soviético, el modernismo de Rubén Darío, los poetas malditos franceses, el arielismo de Rodó, el anarquismo ibérico, la revolución mexicana de 1911, entre otras ideas y acontecimientos que estremecieron los inicios de la centuria pasada. 

Colocados en el universo de los dominantes y de los dominados, dice Michel Vovelle, adquieren una posición excepcional y privilegiada, ambigua también, en la medida que pueden encontrarlos tanto en el papel de perro guardián de las ideologías bien consideradas como el portavoz de rebeliones populares.

El caroreño asiste a la escuela primaria y también de manera interrumpida al Colegio La Esperanza o Federal Carora hasta 1899 del Dr. Ramón Pompilio Oropeza, será en lo sucesivo un notable escritor, periodista y epistógrafo autodidacta, como pocos hemos visto; Tamayo será discípulo del bachiller Egidio Montesinos y su célebre Colegio de La Concordia, así como el Colegio de La Salle de Barquisimeto. Conocerá allí las humanidades clásicas y la ciencia natural fundamentada en el positivismo decimonónico, en los mismos bancos que ocuparon Lisandro Alvarado y José Gil Fortoul, eminentes representantes del positivismo criollo.

Chío Zubillaga es, a no dudarlo, un personaje excepcional que llevó una vida zigzagueante, pues nació en el seno del llamado “patriciado o mantuanismo caroreño”, es decir el grupo social minúsculo que ocupaba el vértice de la pirámide social. La obra inconclusa de redención social de su hermano mayor, el Pbro. Dr. Carlos Zubillaga, fallecido en 1911, las lecturas de los trabajos dispersos del Dr. Ildefonso Riera Aguinagalde (1834-1882), así como la influencia de la gran Revolución Bolchevique de 1917, comienzan a producir una espectacular mutación mental y práctica en este hombre que lo hacen aparecer como un verdadero “intermediario cultural”según los llama la historiografía francesa de los últimos Anales, señaladamente Vovelle. Quieren decir estos estudiosos de la ciencia de Clío que existen ciertos seres humanos que participan de la cultura de élites y también de la cultura popular. Demiurgo del mundo social tradicional, en aquel universo de los analfabetos, Chío Zubillaga asume la inspiración de la utopía y aún más, propicia la rebelión social campesina y antilatifundista.

 ¿Cómo fue posible que el expresidente del excluyente, sexista y exclusivo Club Torres derivara hacia posiciones que hacían que sus convicciones liberales radicales se acercaran al socialismo revolucionario? Hemos dicho que Chío leyó con detenimiento la doctrina social del Dr. Riera Aguinagalde, quien a su vez abrevar de los documentos de la Iglesia Católica, en especial los que acercaron la Iglesia a la cuestión social, el Concilio Vaticano I de 1869, momento en que ella fija posición firme ante la amenaza del socialismo comunista del siglo XIX, así como también critica acerbamente al capitalismo decimonónico explotador e inhumano. Es una posición tercera de la institución fundada por el apóstol Pedro. De Riera Aguinagalde toma Chío Zubillaga la idea, aún nebulosa en aquellos días, de la Democracia Cristiana, que intuye de los documentos de Vaticano I, y que lo hacen aparecer como un adelantado en el siglo XIX de la Teología Latinoamericana de la Liberación del presente

Chío Zubillaga oye en su radio de onda corta que en la lejana Rusia se ha producido una descomunal experiencia de cambio social, la Revolución Bolchevique de 1917, la aurora de los pueblos oprimidos de la Tierra. Sabe que este inmenso país, sumido en la barbarie se llena de recintos para la lectura, todo bajo la inspiración de Lenin, a quien se le reconoce como el mayor creador individual de bibliotecas y centros de lecturas en la historia de la humanidad. La Rusia Soviética vence el pavoroso índice de iletrados e ignorantes que ha dejado el antiguo y ya anacrónico régimen de los zares. Emocionado le sigue la pista al deseo de los bolcheviques de hacer entrar a su país al siglo XX.

Pío Tamayo pertenecía al abolengo tradicional tocuyano de la época, nos dice Pedro Rodríguez Rojas 7. La hacienda El Callao, de las más grandes de El Tocuyo, era de la familia Tamayo Rodríguez. Sus dotes intelectuales naturales los pone a luz en estos primeros años, en 1910, con apenas 12 años, dirige el periódico ¨ El Juvenil¨ y en 1911 el periódico ¨Saltos Brincos¨ y ¨Ayacucho¨, junto a quienes irían a ser sus compañeros de faena político-literaria: Alcides y Hedilio Losada. Junto al poeta Roberto Montesinos, fundó en 1913 la imprenta Gil – Blas. Desde estos años, Pío Tamayo incursiona en casi todas las actividades sociales de su ciudad. Su activa participación en los centros literarios -no solo de El Tocuyo sino también de Barquisimeto- lo hace ser mal visto por los gobiernos de la época, quienes lo presionaron a salir del país en 1922. 

En julio de 1923 se traslada a Nueva York donde trabaja en una imprenta y en septiembre del mismo año, emigra hacia La Habana, nos dice su descubridor Raúl Agudo Fréitez 8. Allí entra en contacto con grupos de oposición al gobierno del general Juan Vicente Gómez, colabora en el periódico Venezuela Libre que dirige Francisco Laguado Jaime, al mismo tiempo que escribe en la Revista Universitaria. Allí también se familiariza con los postulados del marxismo, participa en la fundación del Partido Comunista Cubano, así como en la formación de un grupo venezolano de lucha contra Gómez, de matiz socialista. En mayo de 1924, viaja a Barranquilla, donde funda la organización revolucionaria marxista Unión Obrera Venezolana.

 En septiembre de 1925, sigue diciendo Agudo Fréitez, acude a Panamá como delegado a un congreso de estudiantes bolivarianos y participa como organizador y dirigente de una huelga de inquilinos desarrollada allí en septiembre del mismo año. Es detenido y expulsado, junto con otros dirigentes extranjeros de la huelga. Viaja a Guatemala de donde sale expulsado, casi inmediatamente, por el gobierno del presidente José María Orellana. En diciembre de 1925, llega San José de Costa Rica; colabora en la revista Siluetas de la cual llega a ser director y en los periódicos Avispas y Nueva Prensa. En agosto de 1926 abandona la capital costarricense para viajar a Venezuela en misión política.

Aparece Tamayo en Caracas en diciembre de 1927, agrega Agudo Fréitez, y se incorpora al plantel de la revista Élite, colabora también en el diario Mundial. En febrero de 1928, se une al grupo organizador de la Semana del Estudiante. En la velada inaugural, recita un poema (Homenaje y demanda del indio) que alarma a las autoridades por su intención revolucionaria. Es detenido el 13 de marzo y enviado, junto con otros dirigentes estudiantiles, al Castillo de Puerto Cabello; dicta para sus compañeros de cautiverio clases de formación política y los inicia en la filosofía marxista del materialismo histórico. Durante su detención en el Castillo, se le agudiza una sinusitis crónica y contrae una grave enfermedad pulmonar. Ya muy enfermo, sale en libertad en diciembre de 1934; trasladado a Barquisimeto para recibir cuidados médicos, muere a los pocos meses.

Chío Zubillaga y Pío Tamayo: Dos Rebeldes Primitivos del semiárido larense venezolano

Llamar primitivos a estos dos rebeldes no tiene sentido peyorativo, tal y como podría creerse. Tiene que ver en cambio con las tradicionales sociedades agrarias en que nacieron y actuaron estos dos subversivos: dos ciudades coloniales en cuyos vértices se encontraban unas clases dominantes aristocráticas y dueños de la tierra y del activo comercio Entresiglos. Son en este sentido dos rebeldes preindustriales que actúan en sociedades agrarias, artesanales y comerciales: El Tocuyo y Carora. Nacen ambos a finales del siglo XIX, Zubillaga en 1887 y Tamayo en 1898, pocos lustros antes de que se produjera la revolución mexicana de 1911 y la gran revolución Bolchevique de 1917, acontecimiento a escala planetaria que llegará a oídos atentos de estos dos rebeldes del semiárido larense venezolano. Vienen del seno de lo que llama Laureano Vallenilla Lanz oligarquías municipales coloniales, los Alvarado, Garmendia, Yépez, Anzola en El Tocuyo, a los que debemos agregar a los Tamayo, Veracoechea, Colmenares, Losada; los Álvarez, Riera, Oropeza, Aguinagalde, Zubillaga, Montes de Oca en Carora.

Estamos en presencia de dos renegados a su clase mantuana, católica y colonial, pero que por ello mismo desarrollarán un profundo sentido y compromiso de lo social en aquella Venezuela gomecista analfabeta y palúdica de principios de la vigésima centuria. 

Algunas diferencias entre Chío Zubillaga y Pío Tamayo

A Chío Zubillaga se lo tragó la tierra, afirmaba el poeta Alí Lameda, su discípulo favorito, en su opúsculo El humanismo proletario de Chío Zubillaga. El rebelde tocuyano en cambio tuvo un accionar a escala continental, desde New York a Costa Rica, Colombia, pasando por la semicolonia de Puerto Rico, donde moriría perseguido el general Cipriano Castro en 1924. Carora fue el escenario privilegiado, casi único de Chío, Maestro de Juventudes, y apenas hizo dos viajes a Europa y señaladamente a España donde se entrevistó con el filósofo Miguel de Unamuno. Tamayo firmará su sentencia de muerte en Caracas durante los sucesos carnestolendos del año 1928, Semana del Estudiante, que tendrán repercusión nacional luego de la muerte del presidente Juan Vicente Gómez. 

El discurso ateo y materializante no logra en modo alguno que Zubillaga se aparte de la fe en Cristo, redentor de la humanidad. Dos retratos se pueden ver en su cuarto-biblioteca: el hijo del carpintero de Belén y el de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, constructor del primer estado socialista del planeta. Tamayo por el contrario se declara en varias ocasiones escéptico en asuntos religiosos. El grupo Tonel de Diógenes, fundado por él en 1917, prehistoria del marxismo en Venezuela, tiene esa marcada orientación irreligiosa, un flagrante anatema en aquella sociedad construida sobre el discurso del Concilio de Trento del siglo XVI y la mentalidad colonial barroca con aliños de la Enciclopedia francesa. 

La violencia como correlato de la lucha de clases del marxismo toca a las puertas de Pío Tamayo: intenta en 1924 una invasión armada desde Colombia para derrocar al general Gómez, una suerte de anticipo de la “Gabaldonada”, trágica y fracasada insurrección anti gomera de 1929 con ramificaciones tocuyanas. Chío era mucho más apacible y enfrenta la feroz dictadura con la palabra impresa y fundando asociaciones como la Sociedad de Artesanos San José en 1925 y la Biblioteca Pública Dr. Idelfonso Riera Aguinagalde en 1934. Su seudónimo de prensa lo dice todo: Pacífico Leal. Congenió con la incipiente dictadura y hasta apoyó los deseos reeleccionistas del sátrapa andino en 1911. No fue a dar con sus huesos a la cárcel jamás. Se autoexilió en la hacienda Bocare o la finca El Fraile para tomar aliento en su lucha contra la “malechuría”, la oprobiosa dictadura así llamada por su interesante idiolecto.

Pío Tamayo protagoniza el llamado “marxismo en la cárcel”, lo que nos recuerda de modo inmediato a Antonio Gramsci, teórico italiano quien morirá en los presidios del dictador fascista Benito Mussolini en 1937. Fue el tocuyano frontal y de una granítica posición en su enfrentamiento con la dictadura andina y murió en el empeño en octubre de 1935. Sus escritos sociológicos fueron cremados por sus carceleros, por lo que se perdió para siempre una interpretación marxista de Venezuela anterior a  Carlos Irazábal, Miguel Acosta Saignes o Juan Bautista Fuenmayor. El caroreño hará de su cuarto-biblioteca una especie de universidad popular, visitada por Alirio Díaz, Rodrigo Riera, Alí Lameda, Luis Beltrán Guerrero, Juan Oropesa (sic), Guillermo Morón, Elisio Jiménez Sierra, el Catire Timaure, sin sujetar a estos humildes muchachos a sus creencias de izquierda, pues tuvo discípulos disidentes. Ello lo engrandece por lo plural de su entorno juvenil. El totalitarismo ideológico no encontró donde posarse en Carora. 

Chío Zubillaga fundó varios periódicos protestatarios, tal como hizo en su momento Pío Tamayo. Creía que el periodismo era un ejercicio intelectual, escribe Juan Páez Ávila sobre Chío 8: digno del mayor respeto y significación, el camino más adecuado para el dominio del idioma y para la madurez del escritor. Tanto en Europa como en América el periodismo había sido y lo seguís siendo una vía transitada por los escritores de mayor prestigio y solidez en sus concepciones de los problemas del hombre y de la sociedad. 

Chío Zubillaga falleció prematuramente y de manera natural en su casa de habitación caroreña a los 61 años en 1948, cargado de respeto y reconocimiento de sus coterráneos. No así Tamayo, quien después de espantosos sufrimientos en las ergástulas gomeras, será liberado solo para morir en 1935, el mismo año, tres meses antes en que fallece su despiadado carcelero, el “Benemérito” Juan Vicente Gómez. 

Chío Zubillaga y Pio Tamayo frente al marxismo

Son Zubillaga y Tamayo dos rebeldes perturbadores que asumieron de distintas maneras el pensamiento marxista, una novedad entonces que comienza por Argentina con Aníbal Ponce (1898-1938) . Ambos sufrirán en carne propia la discordia que suponía el hecho palmario de que Marx y Engels habían pensado sus teorías para ser aplicadas en sociedades capitalistas avanzadas de Europa y Estados Unidos, las sociedades burguesas e industrializadas de Alemania, Inglaterra y Francia. Por el contrario, la Venezuela en que les toca actuar a este par de disidentes es un país precapitalista o imperfectamente capitalista, anterior al aparecimiento del petróleo. Eran las ciudades antiguas El Tocuyo y Carora sociedades ancladas en el pasado con economías agropecuarias, comerciales y artesanales en donde no existían propiamente burgueses ni proletarios fabriles, sino aristócratas que cuidaban de la limpieza de la sangre refugiándose en endogamias biológicas y culturales propiciadas por la Iglesia Católica a través de las dispensas matrimoniales que preservaron linajes y fortunas. 

Las protestas sociales eran primitivas y en efecto sí existieron y eran protagonizados por sectores mestizos, deprimidos y analfabetas. En Carora son conocidas las revueltas contra la Guipuzcoana del siglo XVIII que se expresa en la Leyenda del Diablo de Carora, y la Maldición del fraile Aguinagalde de 1859, cuyo telón de fondo será la rebelión anti latifundista de la Guerra Federal. En El Tocuyo republicano fueron frecuentes rebeliones de machete y escardilla, como los que nos muestra Janette García Yépez 10 entre aquellos campesinos mestizos que habían creado el golpe tocuyano y el tamunangue, manifestaciones folclóricas negroides de aliento colonial. El bandolerismo social es un fenómeno universal y es más que una protesta endémica del campesino contra la opresión y la pobreza, un grito de venganza contra los ricos y opresores, carece de organización y de ideología, nos dice Hobsbawm. Es allí, en esta realidad venezolana de comienzos del siglo pasado donde actuarán combativamente estos dos insurrectos que pertenecen y se extraen del patriciado colonial caroreño y tocuyano. Quieren darle coherencia e indicar caminos a la informe protesta social campesina y analfabeta del semiárido larense venezolano. Chío y Pío son los adelantados en el pensamiento que intenta comprender, darle ánimo y aliento a la lucha anti latifundista, por lo cual podrían aparecerse como unos Robin Hood que se alzan contra el terrateniente usurero. 

Chío Zubillaga defiende al humilde chivo, calificándolo de “vaca del pobre”, renegando de tal manera de su clase mantuana caroreña, propietaria ella de los altivos bóvidos y vacunos que desplazaron a los campesinos, valiéndose de una nueva tecnología entonces venida de Estados Unidos: el rapaz alambre de púas. Se trata de la Carora que no sufrió de una Guerra Federal anti latifundista y anti mantuana, donde la propiedad de la tierra, lejos de democratizarse se reforzó. Cristo, Rousseau y Lenin serán su apoyatura por una reforma agraria redentora, discurso que se monta sobre la Encíclica Rerum Novaron del papa León XIII (1891) y el Manifiesto Comunista (1848) de Marx, Engels y el pensamiento leninista de fines del siglo XIX. En su defensa jacobina del hombre del campo y del artesano creará y dará ribetes y perfiles a la preterida cultura popular al exaltar en letra impresa la vida de los Artesanos Caroreños, al crear la Sociedad de Artesanos San José en 1927. A falta de proletariado fabril, esforzados artesanos.  Luego de la muerte de Gómez combate sin tregua la voraz terrofagia a través de las encendidas páginas del periódico Cantaclaro. 

Como Pío Tamayo en El Tocuyo, pacata sociedad que observa con asombro el heteróclito e insólito Tonel de Diógenes creado en 1917, una como “Hermandad Ritual Revolucionaria”, empleando la terminología de Hobsbawm, en la que se reúnen periódicamente y en casa de Tamayo un grupo de exaltados revoltosos, Chío Zubillaga creará una suerte de logia en que se reúnen jóvenes humildes caroreños, convirtiendo su cuarto-biblioteca una verdadera universidad popular incrustada en Venezuela gomecista, para leer buena y actual literatura, oír por radio a la BBC de Londres y Radio Moscú en español desde 1932. 

Los hermanos Alcides y Hedilio Losada, serán los fundadores junto a Pío Tamayo, Roberto Montesinos, Ernesto Nordohof y Rafael Guédez de aquel centro literario denominado; «El Tonel de Diógenes», en 1917. Todos compartieron la efervescencia juvenil que los hizo destacar en los años 20 del siglo pasado, dice Janette García Yépez 10. La labor de difusión cultural de estos hombres es portentosa en el periodismo de expresión literaria. Los hermanos Losada fundan el periódico El Tocuyo, las revistas Cirano, y Renacimiento dirigida por Pío Tamayo. Alcides murió consumido en las cárceles gomecistas en 1931. La gran figura de esta Hermandad será Roberto Montesinos, excepcional escritor al que hemos llamado “Baudelaire del semiárido larense” después de leer su prodigioso poemario «La lámpara enigmática», que salió publicado en 1925. 

 Con Roberto Montesinos, dice Hermann Garmendia 11, se hace un alto, para oír una voz nueva, para sentir un aire poético renovado. Cuando Roberto Montesinos publica “La Lámpara Enigmática -con prólogo de Lisandro Alvarado- una luz honda, de extracción francesa, nutrida de alucinante sustancia poética, hace brusca irrupción proyectando una luz firme en el panorama de nuestra literatura nacional. No se trata de un poeta silvestre, del hombre de la improvisación en el corrillo, sino de un gran señor de las letras, lleno de los más enciclopédicos conocimientos, de una ágil cultura, de naturaleza mercurial, que se desplaza y se mete, como agua por entre las baldosas, por las más variadas parcelas del saber, haciendo su brusca y espontánea aparición a propósito de cualquier tema.

 Son pues nuestros modernistas tardíos: Roberto Montesinos, Pío Tamayo los hermanos Losada, quienes al decir de Garmendia: “alcanzan su madurez cuando ya el modernismo de Darío despedía las últimas palomas de su palomar sonoro”Estos bardos viven en una sociedad muy tradicional, fuertemente estamental y jerárquica como El Tocuyo, poblado colonial fundado en 1545, llamada la Ciudad Madre de Venezuela. Atados a un entorno de sembradíos de caña de azúcar, arquitectura barroca y una mentalidad atada al catolicismo más tradicional de conventos y lecciones de latín, producen sin embargo una literatura radicalmente opuesta a todo lo que desde siglos coloniales se había escrito allí.

Los modernistas tocuyanos -los hermanos Hedilio y Alcides Losada, Pío Tamayo, Ernesto Nordohof, Rafael Guédez, Rafael Elías Rodríguez, y el propio Montesinos -fundaron La Quincena Literaria, que apareció entre 1925 y 1929, animarán el estudio del marxismo en un círculo de iniciados llamado El Tonel de Diógenes, fundado precisamente cuando al otro lado del orbe nacía la Gran Revolución de Octubre de 1917, como la aurora de los nuevos tiempos. 

Los discípulos de Chío Zubillaga serán también, como los inspirados tocuyanos, excepcionales hombres de la cultura. Apenas es necesario destacar al guitarrista de dimensión planetaria Alirio Díaz, al flamante compositor y guitarrista Rodrigo Riera, llamado el Chopin de la guitarra, al inmenso poeta políglota Alí Lameda. Quien escribe ha llamado a 1923 Año Eje de la Cultura Caroreña, pues en esta fecha nacieron grandes y cimeras figuras de la cultura de nuestro solar nativo, discípulos de Chío Zubillaga: el guitarrista universal Alirio Díaz Leal (La Candelaria,1923- Roma, 2016), descubierto por Chío Zubillaga,  es a no dudar el caroreño más universal del siglo XX, consagrado concertista, arreglista de aliento popular, escritor, dice  Alejandro Bruzual (La guitarra en Venezuela) que es considerado el más importante intérprete latinoamericano del instrumento luego de Agustín Barrios Mangoré, máximo exponente y difusor de la música venezolana en el exterior, ha dado conciertos en la Unión Soviética, Israel, Turquía, España, Italia e Irán. Fue su deseo que sus restos mortales fueron sepultados en Carora en 2016.

El compositor y arreglista para la guitarra Rodrigo Riera (Carora,1923- Barquisimeto,1999) quien por su enorme capacidad de improvisación ha sido comparado al pianista Chopin, ha sido colocado, dice Alejandro Bruzual, al lado de guitarristas como Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú, estuvo residenciado en Francia, enseña en New York y en Barquisimeto, director de cultura de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Doctor Honoris Causa, dicta cursos de perfeccionamiento a guitarristas como Álvaro Álvarez, Darío González, Roberto González, Valmore Nieves, Rafael Suarez , Efraín Silva, el boricua y cantante popular José Feliciano, su hijo Rubén Riera.   

El poeta, político y traductor Alí Lameda (San Francisco,1923- Caracas,1995), discípulo preferido de Chío Zubillaga, autor de la inmensa epopeya El corazón de VenezuelaEl viajero enlutado, El gran cacique (Premio Casa de las Américas, Cuba) El juglar de las torres moradasLos juncos resplandecientes: décimas al Vietnam heroico y mártir , perteneció al grupo literario Contrapunto, políglota, traductor de Valéry, Mallarmé, Rimbaud y Baudelaire al castellano, militante comunista, sufre siete años de injusta prisión en Corea del Norte de Kim Il Sung por sus críticas al régimen, liberado gracias a las diligencias de los presidentes  Rafael Caldera, Nicolai Ceausescu de Rumania y Carlos Andrés Pérez. A pesar de todo este terrible sufrimiento jamás abjuró de su ideal comunista. 

Palabras conclusivas con un reto

Como hemos observado, son estos dos iluminados rebeldes del semiárido larense, grandes e inigualables agitadores culturales en los tiempos oprobiosos de la dictadura andina. Todo lo cual nos hace pensar, en sintonía con la historiadora Yolanda Segnini y con su libro bastante polémico y perturbador Las luces del gomecismo (Alfadil Ediciones, 1985)12, en el que destaca ella los adelantos culturales de un gobierno al que se trataba siempre de brutal, primitivo y bárbaro, como el del general Juan Vicente Gómez (1908-1935). En esta investigación la autora muestra que en los años del gomecismo (1908- 1935) Venezuela no fue una nación privada de luces ni aislada del acontecer intelectual del mundo. Aparece así una vida cultural compleja, con instituciones culturales relevantes y donde la censura asumió posiciones contradictorias. Con ello se contradecía la opinión de destacados intelectuales venezolanos que vieron en esos largos 27 años de dictadura una calamidad para la cultura, señaladamente Mariano Picón Salas cuando dijo “Venezuela entró al siglo XX en 1936.

No fue ciertamente una etapa oscura y primitiva de nuestra cultura la casi eterna autocracia de los serranos. Acá resonaron los ecos del Arielismo rodosiano de principios del siglo XX, los descubrimientos deslumbrantes en física de Planck, Einstein, Heisenberg, la revolución mexicana de 1911, la Revolución Bolchevique de 1917, la Reforma de Córdova de 1918, el Vanguardismo literario, cubismo, dadaísmo, surrealismo, para solo mencionar algunos hechos 13.  Y un rotundo mentís serán estos dos inspirados hombres del semiárido larense venezolano, Cecilio “Chío” Zubillaga y Pío Tamayo, que formaron un par de notables grupos de hermanados hombres de la cultura y la política venezolana de los siglos XX y XXI, en el remoto semiárido occidental larense venezolano.  Una pregunta quedará flotando insistentemente hasta acá: ¿Podrán ser superados estas portentosas luminarias por nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI? 

Luis Eduardo Cortés Riera

 [email protected]

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