#COLUMNA Soliloquios de café: ¿Resurgirá el Ave Fénix? #7Ene

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Los sobrevivientes de esta Tierra de Gracia, llamada Venezuela tal vez dispongamos de la bondad de Dios Todopoderoso y, como aquella Ave Fénix que, según la mitología griega, resurgió de entre las cenizas, renazcamos de entre los escombros de la tierra arrasada que pudo ser un país próspero y analizando las experiencias podamos planificar acciones correctivas para después ejecutarlas con la debida, necesaria e ineludible supervisión y control; dentro de una seguridad jurídica, impecable e inobjetablemente proba; respetando el espíritu propósito y razón del legislador honesto que redactó la Constitución Nacional, las leyes y los reglamentos dentro de los preceptos tradicional e internacionalmente aceptados.

Entre las verdades que se imponen inexorablemente están las leyes que rigen la economía Y tutelan el bienestar de la población.

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La demanda de servicios productivos está determinada por el deseo de máximo beneficio; como la esperanza de máxima satisfacción y, el empresario que no obtiene beneficios se anula como empresario. Si tomamos a un país como magna empresa, entonces, tendremos qué, un país que no obtiene beneficios en sus actividades económicas se anula y entrega su soberanía, de forma proporcional, a su dependencia de aquellos países que disponen de los bienes necesarios en cantidades suficientes que permiten exportar sus excedentes.

El empresario es el motor de la economía, representa el dinamismo de la acción económica en el ser humano más allá de mágicas palancas o de las relaciones Capital/Producto. El empresario es el agente principal de la producción, puesto que es él quien combina a los otros factores. Es su impulsor, con el derecho y el deber de tomar la iniciativa y de continuar, o no, al frente de su gestión.

Advierte el autor J. B. Say:

“El empresario debe ser un buen calculista de la relación rendimientos y costes; un buen planificador, para estar alerta y no desperdiciar las buenas ocasiones de inversión. Ha de ser audaz… capaz de asumir riesgos e incertidumbres”.

Son cualidades para ser un buen empresario: La primera y principal, más que la ciencia misma, es el buen juicio, el buen sentido, la prudencia. Es el empresario quien concibe y ejecuta las combinaciones de los factores de producción. La ciencia la puede contratar. La segunda: El conocimiento de los seres humanos. Saber tratar a los demás; proveedores, cliente, a sus empleados y obreros, a sus posibles clientes. La tercera: Como ser empresario no es nada fácil, debe estar dotado de constancia y energía de carácter; en fin, ha de poseer espíritu, inventiva… y cierta intuición.

La innovación se debe tomar como distintivo del empresario, quien en la mayoría de las oportunidades tiene que romper con tradicionales medios y métodos de producción; teniendo que vencer resistencias legales y adaptarse a las condiciones ambientales, entre otros obstáculos.

Para aunar el desarrollo económico y el social hay que lograr que los aumentos de producción y potencialidad futura superen el incremento experimentado por la población y su ritmo de crecimiento demográfico, corrigiendo las profundas desigualdades creadas y que la distribución funcional primera pudiera establecer en el reparto de los beneficios generados por los bienes producidos. Es decir, que a la dirección de la producción hay que asociar una política de ingresos, a fin de que aumente el producto per cápita y que en ese promedio se minimicen las desviaciones, por exceso o por defecto.

Hoy en día hay tenemos que atenernos a la siguiente definición:

“Producir es crear utilidades capaces de satisfacer las necesidades humanas.”

Donde quiera que, por la actividad de un agente, haya incremento de utilidades habrá producción en sentido económico.

En la fabricación del más simple objeto intervienen diversos factores: materias primas y energías, fuerzas de trabajo, disposición de fondos monetarios, etc. Para cada bien producido habrá una diversa especie, cantidad y calidad de medios empleados.

Los factores de producción son aquellos elementos que intervienen en el acto productivo. A la clásica división tripartita de los factores de producción: La Tierra, el trabajo y el capital hay que agregarle: el empresario, el Estado, y la tecnología.

La Tierra no se refiere exclusivamente a las fincas, predios agrícolas o a la extensión de nuestro planeta. Quizás fuera más adecuado hablar de “la Naturaleza”. Para extenderlo a las energías y a los recursos naturales. Es la Tierra, o naturaleza, el factor más originario de producción pues le fue anterior a él y en ella encontró cobijo y la base de su subsistencia.

El Trabajo supone la acción de los seres humanos sobre la naturaleza. Con su esfuerzo deben encontrar el cobijo y el sustento, extraer de ella todo lo necesario para su continuo perfeccionamiento y progreso. Mediante el trabajo, somos los rectores de la economía.

El Capital: Hay que distinguir entre el capital, en forma monetaria y cuando adopta la forma de bienes reales o capitales. Es un factor derivado de la producción; un factor instrumental que sirve para agilizar, simplificar y multiplicar la fuera de trabajo.

El Empresario: es el factor más dinámico de la producción, es el principal agente, por ser su coordinador, impulsor y director de los demás factores. Especial distinción merece por ser creador y ejecutor de nuevas combinaciones productivas, que hacen progresar a la humanidad, proporcionándole mayor suma de bienestar con menores esfuerzos y costos.

El Estado: Es ineludible para un Estado moderno asumir la concepción de ser factor de producción, evitando el excesivo intervencionismo a lo que le induce el poder, pudiendo contribuir eficazmente en la tarea productiva que el desarrollo conlleva en adelantos y servidumbres. 

Las empresas, para su buen funcionamiento, deben contar con una adecuada infraestructura. Las perturbaciones que sufren las empresas, a la par de la población, cuando se desencadena el mecanismo de la inflación, es un ejemplo significativo que nos indica cuán decisiva y específica es la tarea del Estado en la regulación de la moneda, que emitida en demasía desarticula todo cálculo racional de los costos.

“La soberanía agroalimentaria de los países comienza cuando su población dispone de los ingresos necesarios para adquirir sus alimentos.”

Oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (F.A.O.)

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Maximiliano Pérez Apóstol

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