#OPINIÓN Saludo navideño en la esperanza #27Dic

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“…La verdad es dura, pero a pesar de todo aquí estamos, seguimos y seguiremos, allí está sobre la mesa la corona de Adviento que al esparcir su luz, inquieta y cálida, nos ilumina las caras y con su olor de cera consumida nos reconforta al recordarnos su significado…”

Jorge Puigbó

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Como todos los años para esta época, y aunque no queramos, aflora inevitablemente la sensibilidad impulsada por los recuerdos y aquellas inveteradas costumbres se imponen, es así que, de nuevo sumerjo mi mirada en una copa grande y redonda de vino como si la misma fuera una bola de cristal, de aquellas que usaban los adivinos para ver el mañana y ella pudiera decirme algo que mitigara un poco esta incertidumbre que nos rodea. Paso mi mano sobándola suavemente, mi dedo húmedo frota el frágil borde buscando ese sonido agudo del cristal y bebo un largo trago. Siento ese tinto calor en el estómago que me relaja. Este año no hicimos hallacas, tratar de explicar el porqué no tendría ningún sentido, algunas veces las circunstancias imponen su voluntad, aún así en la olla hierven unas que hizo una amiga, muy parecidas a las nuestras, el olor a hoja de plátano ahumada y verde que envuelve en maíz delicias de aquí y de allá, me transporta adormecido en un viaje nostálgico, a un pasado de ollas inmensas, de montones de guisos y masas, quizá don Armando Scannone tenía razón cuando escribió: “la hallaca es algo trascendente, quizá el punto culminante de la cocina criolla, es un símbolo de identificación colectiva y con el país, que nos solidariza a todos, llegando a ser un sentimiento y un valor para los venezolanos, que alcanza su máxima expresión cada diciembre, unido a celebraciones tan importantes y con alto contenido religioso para la mayoría, como la Navidad y el Año Nuevo, pero que la disfrutan todos sin distingos de la religión, haciéndonos sentir íntegramente venezolanos donde nos encontremos…”. En años como los que corren nos damos cuenta de la importancia de ciertas tradiciones y que para algunos compatriotas se han tornado imposibles de conservar, esto último no lo debemos olvidar, en casi todas las mesas de nuestra patria este año habrá menos comida y más sillas sobrantes, un país que perdió el 25 por ciento de su población no puede estar alegre. En todos los pueblos y ciudades hay más luces apagadas y puertas cerradas. Muchas son las jardineras que ya no lucen sus matas, ni sus flores y adentro las telarañas crecen en los rincones. Sabemos que no nos gusta hablar de ello, a nadie le gusta, preferimos imaginarnos que no existe esa realidad abrumadora para poder vivir tranquilos. La verdad es dura, pero a pesar de todo aquí estamos, seguimos y seguiremos, allí está sobre la mesa la corona de Adviento que al esparcir su luz, inquieta y cálida, nos ilumina las caras y con su olor de cera consumida nos reconforta al recordarnos su significado. Contra viento y marea, a pesar de todas las circunstancias, todavía somos muchos los que creemos en la humanidad y debido a ello, rogaremos con más fervor al símbolo de nuestra esperanza, luego alzaremos nuestras copas, brindaremos y sobre todo recordaremos que compartir con el otro, así sea una llamada o un breve mensaje, es un valor profundamente humano, el único que realmente nos mantiene unido en estos tiempos de diáspora y lejanía.

En una entrevista realizada por Hugo Prieto al sacerdote jesuita Arturo Peraza el 28/08/2022, hoy rector de la UCAB, y cuyo título era “Venezuela es un país roto en muchos sentidos”, el entrevistador realiza una pregunta clave referida a estos momentos por los cuales atravesamos todos: ¿Podría hacer una reflexión sobre la esperanza como una noción religiosa, espiritual, pero también política?, a la cual el entrevistado responde: “Lo primero que se me viene a la mente es una frase del padre Mikel de Viana (recientemente fallecido). Él decía que “la esperanza no es optimismo”. Tenemos que aprender a distinguir ambas cosas. El optimismo nace del simple cálculo, la gente saca cuentas y si el resultado da positivo, pues las cosas van bien. Pero la esperanza es otra cosa. Es esa luz que se mueve en medio de la oscuridad o de la dificultad. El optimismo, a veces, trata de ocultar la realidad. La esperanza no. La esperanza revela la realidad. Pero la revela desde esa luz que se transforma en un horizonte hacia el cual tú te diriges. No necesariamente lo vas a alcanzar. Se puede parecer mucho a la imagen de Moisés, quien ve, desde la montaña, la tierra prometida. No entra en ella, pero es su esperanza. O la de Abraham, quien muere en la tierra que le han prometido y lo único que le queda es una pequeña tumba, como si fuera una semilla de una promesa que se va a cumplir muchos milenios después. Pero ambas figuras están marcadas por la misma palabra: esperanza. Y esa es una de las cosas -no es la única, la otra podría ser la utopía- que motoriza la historia. El optimismo no motoriza historias. Tanto la esperanza como el optimismo se suelen usar como sinónimos indistintamente, pero por lo visto son cosas muy diferentes…”

Circunstancias difíciles rodean a millones de familias en el mundo y su estresante panorama no les da mucho margen para pensar y menos celebrar, pero aun así tendrán que hacerlo, sobreponerse y actuar para poder sobrevivir y seguir adelante. Que el significado esperanzador de la Navidad, simbolizado por el nacimiento de un niño, nos ayude y fortalezca a todos en esta patria tan golpeada.

Jorge Puigbó

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