A mi amado primo hermano, más hermano que primo, Alfredo “Maula–Magoo-s.a.” Morales Faillace, en su aniversario, y mejor no expongo cuántos años cumple, pues me incrimino … Felicidades.
“El egoísta…
…se ama a sí mismo, sin rivales”.
Marco Tulio Cicerón.
“Un egoísta, es una persona…
…que piensa más en sí mismo, que en mí”.
Ambrose Bierce.
“Me atrevo a decir que, si lo conociese,
…no sería de ningún modo, amigo suyo…
…Es cosa peligrosa, conocer a sus amigos”.
Oscar Wilde.
- A lo Grande
Sabía que lo mío es tremendo. Mi sola pinta antecede en plano y señal. Soy glorioso. Se nota a distancia, basta verme. Incluso, de lado, pues tengo perfil heleno y parezco Zorba el Griego. Soy mi propio ídolo, además. Un equilibrista seductor. Para mí, adorar es común. Me alabo todo día, y me brillo. Me hechizo. Nada luce como uno. Soy galanuras sutiles que distan del resto. Nada es tan cúspide o imponente.
No discuto, sino conmigo mismo, y alimento diálogos a menudo penetrantes, y tan insolubles que ni los entiendo. Tengo un fan que dice que soy tan profundo, que no entiende ni una palabra. Yo no sé por lo general, qué es lo que me digo, pero como el mero, mero, sí sé, por qué me lo digo. Y no voy a dejar de hablar porque me escuché. Gozo, oírme platicar.
Es uno de mis mayores placeres.
No soy dos en uno, pero sí, un uno más uno, que no el dos. Nada con segundones, siempre número uno, el principal, el inigualable ser que tengo. Eso sí, no soy para nada un egoísta. Eso es para marginales, y fugaces. Los de mi rango, tenemos encanto especial y con eso basta. Adonis como uno, no servimos para nada y por eso vamos con todo de primera.
Alguien, una vez me conoció Premier, de estreno, principio y apertura; a esos cielos hasta el antro es trópico sin cáncer y acaso trópico de capricornio con nada de cabrío. Como postre, fresa con crema, como espesura, tono esmeralda, como elemento, oro y plata, como ser, coloso. No tengo paraíso, porque soy uno. Divago celajes, agasajo a San Pedro hurtando su mazo de llaves, retozo con San Miguel y San Gabriel, al que le birló la centella, con la que asesinó al demontre.
- El Magnífico
Me encanta San Prepucio, porque inventó las excusas para zanjar entre las vestales. Me rapté a Las Sabinas, para enojar a Júpiter, y a Jesús, le envié el Sanedrín, y a cada uno lo formulo, en mi propio nirvana, con mi oportuno parlamento. En mi orbe, soy el magnífico y cuando es uno el propio, no existe, el ambos.
Aclarado el asunto de mi supremacía, no tengo sangre roja rojita, solo azul. Líbreme los dioses, de ir a dar a la gentuza. Ni hablar, la cuna es cuna, y la mía está en monte sagrado. A uno le da de todo, las cunas tiránicas, también, cunas marginadas, pero las peores son las cunas comunistas, donde todo el mundo es zurdo, y siniestro. Los diestros, estamos en una onda diferente.
La prudencia dice, que solo yo, soy rayano al diez, a lo perfecto, hasta lo no perfecto, también, es perfecto en mí. Calculo con destreza, no con las posaderas, como jala botas. El gato con bota, es diestro. El Rey Rata, es zurdo.
No barajé lo cardinal, con diestras o zurdas. Los Ratas, dicen que son 5. Insistimos, que “mejor, es en 4”, de norte a sur y de este-oeste, rudo y adentro. Dije, nos, pues da pena dejar al resto, tan afuera. Así me pasa, voy a la vanguardia, a la cresta, al infinito y más. Sólo, me sacó filo. Apunto, a la cumbre, y no fallo, una buena diana. No me permito estupideces, ni palurdos de miércoles. Malvivir, también es un padecimiento, una dejadez, un descuido.
Se ha corrido la punta del lápiz, y de pronto, volvió mi tinta colorá. Mi bemba no es colorá, porque los agraciados no tenemos color, ni ralea, solo piel y letra, sangre y onda. Mi lápiz, tiene bemba propia. Raya a placer, y no mira a quién. Su recorrido, es soberano. No huye al peligro y el dilema, es su segundo apodo. No medita, es un errante que columpia en los que no se han entumecido. Despertar no es fácil. Un pueblo dormido es un panteón para el futuro de la multitud. Un plazo que no será. Un mito que, sin nacer ha muerto prematuro.
Como costumbre de mi propio bien, otro bien mayor. Y como adulto tendré el valor infantil de perder, lo que significa encontrar, y sí saber, qué diablos hacer con ello. No soy de los que son felices, porque al final se desilusionan. Soy feliz, porque no sé lo que significa la ilusión. Y porque yo soy la mía. En mi caso, una intensa compresión, se parece mucho a una intensa descompresión. Y solo certifico lo que veo porque no me importa si lo entiendo. De hecho, no lo pienso.
Al coloso, el intelecto rueda cuesta abajo, donde lo espontáneo late y lo plástico se derrite a la luz del temperamento, y su temperatura. Solo sé que estoy vivo, y no importa si lo entiendo. Lo he visto. Aunque no me sirva para tanto lo observado, o me sirva para todo. Y es por eso que hablo, pues es la forma de hacer algo, con lo que voy siendo.
Con eso en el panorama, me aferro a lo mío y a lo que no conozco mío, que es todo. Pero hay un calor que organiza dentro y no me abandona al abismo de lo manifiesto. A eso que el poeta llama “el descomedimiento de la autenticidad”. Perder el intento de hablarme es perder de nuevo, perderme en mí mismo, porque perderme así, me perdería.
- Como Uno, no hay Dos
Pero creo en crear, que no es solo soñar, también es arriesgarse a la realidad. Una totalmente viva, que, en nuestro entorno, tiene la fuerza de mil infiernos, y solo porque vivir no se puede narrar, afirma Lispector, vivir así, no es vivible, a menos que seas el coloso que soy, pero como uno, ya no hay dos…
Publicado: 12 enero, 2018
Reescrito y Revisado: 25 diciembre, 2023
Marcantonio Faillace Carreño