Por emitir opiniones críticas en contra de la dictadura, el tribunal Primero de Control en Carabobo, ordenó una orden de detención en contra de Nelson Piñero. La razón es que Nelson, escribe juicios de valoraciones sobre la marcha del gobierno nacional y local en el estado Carabobo. Eso se interpreta como una medida represiva que solo se aplica en regímenes dictatoriales, para cuyos cabecillas cualquier cuestionamiento equivale a “odio”.
Si por criticar a los gobernantes de una localidad, de una región o a un funcionario de alcance nacional, en cualquier país del planeta Tierra, se justificaría detener o privar de su libertad a un ciudadano, no quedaría lugar en las cárceles y habría, en consecuencia, que habilitar espacios deportivos, plazas, etc., para encerrar a los millones de personas que en ejercicio de sus derechos ciudadanos vierten por las redes sociales sus opiniones, que en ningún caso, pueden ser tachadas de ofensas o promoción de odios contra los funcionarios evaluados en suscribir reproches.
Opinar es un derecho, no un delito. Pero todo indica que para el régimen venezolano ese derecho a la crítica está proscrito. Por eso en Venezuela están repletas las cárceles de presos políticos civiles y militares. Por eso continúan asaltando, cerrando o comprando medios de comunicación. Por eso para esas dictaduras los periodistas son declarados enemigos de sus falsas revoluciones.
Odio es promover luchas de clases sobre supuestos manipulados. Odio es colocarle objetivos a los ciudadanos, como cuando se les califica de “escuálidos, majunches o cachorros del imperio”. Lo que sí es reprochable es presionar a la ciudadanía para que haga tal cosa o asuma tal conducta que complazca a los dictadores, so pena de ser privados de sus derechos garantizados en la Constitución Nacional.
Odio es haber amenazado con “freír la cabeza de los adecos” en plena campaña electoral de 1998. Odio es haber dicho “no pateo perro muerto”, tras la muerte del expresidente Carlos Andrés Pérez. Odio es estigmatizar a los prelados de la iglesia católica como la representación de “satanás con sotanas”. Ese tipo de expresiones sí generan aflicciones de rencor, odio o resentimientos.
Haber invadido fincas, expropiar irregularmente fábricas y pisotear el derecho de propiedad, sí que despierta animosidad en el espíritu de los venezolanos. Y eso es lo que han venido haciendo a lo largo de estos últimos cinco lustros de desgobierno chavomadurista.
Repulsivas fueron las arremetidas contra los jóvenes que se echaron a las calles a defender la democracia que aspiraban levantar y con la que soñaban vivir. Condenables las detenciones arbitrarias, las torturas y los asesinatos perpetrados con la mayor impunidad por parte de los escuadrones al servicio de ese régimen que ahora pretende invertir la realidad, tildando de promotores de odios a simples ciudadanos que se limitan a decir las verdades que incomodan a los dictadores.
Mitzy Capriles de Ledezma