#OPINIÓN Necesitamos certidumbre #29Nov

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“…Todos sabemos que la literatura, la palabra, continúa revelándose como un objetivo del poder, sigue siendo manipulada y conducida mediante presiones que se ejercen desde centros políticos en función de hacer que algunas ideas se desechen y otras cobren relevancia, no es nada nuevo, solo que su intensidad y alcance, utilizando para ello las redes sociales, es inaudito.”

Jorge Puigbó

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La Humanidad avanza en su camino construyendo realidades que, a través de los tiempos han supuesto escogencias positivas, los resultados de estas acciones son palpables y sus beneficios lo disfrutan todas las sociedades. Los seres humanos en su desarrollo, y evolución como especie han demostrado poseer las cualidades genéticas necesarias para irse adaptando a los cambios en su hábitat y asimismo la eficiencia para transformarlos en su beneficio. Esto fue así durante siglos y el hombre se sentía satisfecho y cómodo en su papel de dominador y cocreador del mundo hasta que recientemente descubrió que su accionar había ocasionado daños irreparables al medio ambiente los cuales amenazaban su sobrevivencia, además habría que sumarle a esa realidad la aparición de nuevos descubrimientos y tecnologías que están propiciando a su vez, el aumento del volumen en la información y su velocidad de propagación, dificultándole cada día más el aprendizaje, la asimilación, la escogencia y por tanto la certidumbre. Son demasiados los hechos preocupantes que deberíamos señalar para el poco espacio disponible, los limitaremos y diferiremos algunos para otra ocasión: 

-Comenzaremos, para tratar de dar un marco al artículo, diciendo que la revolución digital, la revolución de la tecnología de la información, penetró totalmente todos los estamentos de la sociedad humana. La “Era de la información”, “La Sociedad Informacional”, es una realidad apabullante aseguraba Manuel Castells en su trilogía formada por los libros “La sociedad red (1996)”, “El poder de la identidad (1997)” y el “Fin de Milenio (1998)”, señalaba en ellos el advenimiento de un nuevo paradigma social y económico, o sea, la llegada de una era en la cual la sociedad humana sufriría profundos cambios en todos los aspectos y afirmaba que serían tan importantes como los ocurridos a la llegada de la revolución industrial. Desde que escribió su obra, aún con las posibles discrepancias que se puedan tener con ella en algunos aspectos, se ha podido constatar el cumplimiento de la casi totalidad de lo anunciado o descrito por él e indudablemente, se debe señalar, que asimismo se han venido observando muchos más cambios y fenómenos que, a pesar de su perspicacia e inteligencia, él no pudo imaginar que ocurrirían, sobre todo la influencia tan poderosa en el plano político y el crecimiento exponencial de la Inteligencia Artificial que nos asombra. Las afirmaciones y postulados de Castells han producido debates de gran importancia acerca de si la “sociedad informacional”, como él la denomina, es la continuidad lógica de la sociedad industrial o simplemente, como pensamos nosotros, es una diversificación de la misma, o su cambio acentuado al incorporarse a ella tecnologías que están en pleno desarrollo. Un hecho a resaltar en su obra es la referencia a un hecho histórico que por su relevancia e imprescindible conocimiento se impone tenerlo en cuenta para comprender el proceso y es que, toda esta revolución, todo este movimiento intelectual, tiene su principal origen en el Silicón Valley de California, EEUU, y el desarrollo tecnológico logrado lo que aceleró la globalización con todas sus implicaciones. Dice el autor citado: “…La globalización generada por la revolución tecnológica está modificando la base material de la sociedad, y supone la introducción de una nueva forma de relación entre economía, estado y sociedad en un “sistema de geometría variable”. Todo lo señalado es un proceso indetenible, en pleno y acelerado desarrollo, complicado y lleno de peligros e incertidumbres, con muchos detractores como el estadounidense Malcom Harris, escritor y periodista californiano, quien acaba de publicar uno de los ensayos más detallados sobre cómo Silicon Valley ha pasado de ser un centro de innovación mundial a convertirse en una fábrica de fraudes y escándalos. Refiriéndose a este autor dice “El Confidencial” de España: “…La ciudad, sede de las mayores tecnológicas, startups y firmas de capital de riesgo del mundo, le marcó tanto que decidió escribir un libro de 700 páginas contando la historia desconocida de cómo Palo Alto ha dejado de ser la meca global de la tecnología para convertirse en una fábrica de escándalos, fraudes y, ahora, rescates millonarios…”. 

-De todas las implicaciones que tiene el uso masivo de las redes sociales, subproducto reciente de la Internet, dos de ellas se tienen que temer y es que pareciera que van aparejadas, una es el desplazamiento del uso de las palabras y oraciones, siendo reemplazadas por imágenes o signos, lo cual disminuye el pensamiento complejo y empobrece el intelecto. Dice el escritor Karl Krispin en su artículo “El destino de la lengua”, El Nacional, julio 4 del 2021: “…En otro flanco desde el que se apunta a la desaparición de la lengua, de su riqueza expresiva, de su elevación creativa, están los perversos emojis, emoticones y las etiquetas (como quiera que esto no se entenderá, lo traduciré a nuestra lengua tributada: stickers). Muchos son sugerentes, divertidos, pícaros, audaces, pero están socavando la comunicación, banalizándola, subrogándola en una imaginería colectiva virtual que sustituye la afirmación o la posibilidad del pensamiento, para volver a Wittgenstein. Las redes están infestadas con esas proposiciones liliputienses que nos secuestran el juicio, que nos trasladan a una homogeneidad sin voluntad, en la que todos parecen muy bienhumorados y exultantes por los redondeles animados que se mueren de la risa, pero que nos remite a un menú de opciones desarrollado para decidir por nosotros en un lenguaje de símbolos prefabricados y superficiales…”, mejor dicho imposible, por tanto pasaremos a la otra cuestión: todos sabemos que la literatura, la palabra, continúa revelándose como un objetivo del poder, sigue siendo manipulada y conducida mediante presiones que se ejercen desde centros de poder en función de hacer que algunas ideas se desechen y otras cobren relevancia, no es nada nuevo, solo que su intensidad y alcance, utilizando para ello las redes sociales, es inaudito. La amenaza a los escritores y a los textos no es simple retórica, los ejemplos sobran y hay editoriales que se están plegando a esta nueva inquisición.

Lo que no conceptuamos como físico, lo intangible, lo digital, lo percibimos como precario, como perecedero, como poco confiable, y no dejamos de tener razón, es por ello que se realizan grandes esfuerzos para no perder toda la información digitalizada, debido a errores técnicos u obsolescencias de equipos o programas, ya tenemos muchos ejemplos, los más conocidos han sucedido en el campo de la música. La preservación de los volúmenes de información importante que, diariamente se produce, constituye un reto inmenso para la humanidad.   

No ha existido en el mundo la capacidad económica, ni tecnológica, ni voluntad política, para lograr que las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), estuvieran hoy al alcance de mayor cantidad posible de seres humanos y no se produjera y aumentara, la brecha digital lo cual no es otra cosa que la desigualdad en las posibilidades de acceso a la información entre los individuos de diferentes comunidades o estados. Son razones políticas, de control social, de edad, de educación y económicas las que se suman para producir esta desigualdad que atenta contra los derechos civiles. 

La Inteligencia Artificial, la afectación al trabajo, a la economía, el regreso del pensamiento primitivo o mágico, la nueva forma de hacer política, la desaparición del diálogo personal y por tanto la progresiva opacidad del “otro”, oculto siempre detrás de una pantalla, los trataremos en próximos artículos.

Jorge Puigbó

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