Con el correr de los años muchos recuerdos aparentemente recientes pueblan la memoria como si se tratara de un cementerio de tumbas abiertas, a la intemperie. El tropel de sucesos, intensos y lacerantes, ha modificado la visión de país izado sobre la esperanza para convertirlo en un laberinto de vivencias que al no trascender del nivel de conato se enredan sobre un sentimiento de angustia que algunas veces flota sobre la lenna estancada de la resignación y otras se sumerge como batiscafo ilusorio en las profundidades oscuras de alternativas inconclusas.
Pero sobre la piel de una realidad circular y circundante se deslizan como lágrimas corrosivas las noticias irrebatibles sobre conjuros, imposibles de enfrentar con la mirada quieta de los inocentes. Es necesario vestirse de adarga y cabalgar sobre rocinantes crepusculares para levantar los ojos hasta el cielo y desbaratar con frenesí patriótico las trincheras del miedo con la cual se tenía acordonada la conciencia cívica de silenciosas mayorías.
Los vemos a cada instante con sus sombreros negros, con sus camisas negras, con pantalones negros, con medias y zapatos negros, con guantes negros y pañuelos negros, montados sobre caballos negros, siempre al acecho de cualquier intimidad para Guardia Civil llevarse la libertad a los olivares y a media noche fusilar la poesía. Verde Luna Verde Viento donde el ladrido de perros resucita los Camborios que gitanos ejercitan sus plegarias pastoreando los rebaños de luceros en el cielo. Así como fue una vez enfrentando la muerte de los Millán Astray con la vida Unamuno impresa en la niebla demiúrgica de los inteligentes, así tendrá que ser el día preciso que en acto de colectiva valentía le inventemos nuevos personajes a nuestra leyenda nacional de salvíficos e incompetentes Diente Roto para rendirle homenaje a los Crispín Luz que en silencio laborioso han construido el país que estamos obligados a revivir.
El momento se acerca y el temblor de los dedos se confunde con el vaivén de los fusiles amarrados al barco de los privilegiados. En el lado contrario vemos al caballero con armadura de acero toledano montando un poderoso percherón ágil como Hyperion. Los oráculos de cifras habían pronosticado la victoria implacable del poderoso emperador de verbo fustigante, en dirección contraria estaban sus contendores vestidos con camisa de popelina y pantalones de dril, sus cabalgaduras son burritos Platero. La contienda lucia desigual pero de pronto, surgió de labios tramados de incógnitas una brisa fresca y poderosa, Juana de Arco, que convirtió a tranquilos pollinos en imponentes Palomos y vistieron de epopeya a hombres comunes para abatir con lanza reluciente y renovada el miedo extranjero con el cual conquistaron una nación inocente y vulnerable ante los requiebros de encantadores de serpientes.
Monten todos. Apunten bien con sus dedos para accionar el pase a los rescates. Tomen las adargas con entusiasmo asuman el optimismo como lanza y derriben con firmeza el miedo que detiene la risa. Vamos todos, empuñen sus lanzas contra el miedo.
Aquí estamos todos los que somos y suman los que vienen en arreo desde las montañas. Aquí estamos todos adelantando un sueño buscando la carta que nunca recibió el Coronel Buendía en sus días de tedio. Aquí estamos todos con nuestras lanzas corazones avizorando el despertar de los pájaros en vuelo.
Patria, libertad, justicia y vida, para todos, absolutamente para todos y cuando decimos todos, somos todos, incluyendo a quienes debemos perdonar en nombre de Dios porque no saben lo que hacen.
Jorge Euclides Ramírez