“…se denomina Isla de Aves, un territorio insular situado al oeste de las Antillas Guadalupe y Dominica, de apenas 3,5 has, con una longitud de 540 metros de largo y 150 metros en su parte más ancha, el cual nos ha proporcionado 75.000 kilómetros cuadrados…”
Jorge Puigbó
Cuando los niños abrieron el libro de geografía de Venezuela se consiguieron que nuestro viejo mapa se había reducido, que decepción. De la península de la Guajira quedaba una franja pequeña de tierra sin la cual hubiéramos perdido nuestros derechos totales sobre el golfo de Venezuela, se cedió ante las pretensiones de Colombia, las cuales, años después se mostrarían en su verdadera dimensión con la agresión premeditada de la corbeta ARC Caldas al invadir nuestras aguas territoriales. Sobre la dolorosa y triste historia de nuestras fronteras ya se ha escrito hasta el hartazgo, los recuentos son buenos solo para avanzar en soluciones positivas que protejan el territorio que le queda a la nación. El 5 de abril de 1941 Venezuela y Colombia firman el “Tratado sobre Demarcación de Fronteras y Navegación de los Ríos Comunes con Venezuela”, en la ciudad fronteriza de Cúcuta, luego de años de desidia y de acumulación de errores político-legales, de los cuales solo basta señalar el rechazo del favorable tratado Pombo-Michelena para luego escoger una vía que nos haría perder una porción importante de nuestro territorio y haría a Colombia ribereña del Orinoco. Del rechazo y oposición a ese tratado en el Congreso Nacional solo nos quedan las brillantes intervenciones de los diputados, para ese entonces, Rafael Caldera, Andrés Eloy Blanco, Pedro José Lara Peña, Juan Guglielmi, Navas Spínola, entre otros. El gran poeta cumanés y político Andrés Eloy Blanco, con el verbo encendido de patriotismo nos dejó estas palabras que dibujan nuestra triste realidad: “…el pueblo venezolano debe saber por fin dónde empieza la patria y dónde termina. No es posible que el pueblo de Venezuela ignore todavía, a estas horas, qué forma tiene su madre geográfica, cómo es Venezuela…”; “…Conocemos muy bien la historia de nuestro destino negro. Conocemos muy bien la leyenda que se nos atribuyó. Colombia era una universidad, Venezuela era un cuartel, Ecuador era un convento. Pero lo cierto es, ciudadanos diputados, que esta tierra levantisca, esta tierra de hombres retrecheros, esta tierra que nació en los cuarteles y se creó en los vivaques, durante una centuria ha perdido la quinta parte de su territorio sin disparar un tiro…”. Duele volverlo a leer y lo peor es comprobar como una posición entreguista y conformista nos ha estado llevando a la pérdida de más tierra y más riqueza. El tratado de límites señalado, al final, fue aprobado por el Congreso el 18 de junio de 1941, siendo presidente Eleazar López Contreras y Medina Angarita lo ratificó el 21 de agosto del mismo año. Perdimos 108.350 kilómetros cuadrados y el control exclusivo sobre el Orinoco.
Hoy enfrentamos una realidad fronteriza que no nos augura sino trabajo y posiciones firmes. La delimitación de aguas marítimas con Colombia sigue pendiente por cuanto en el tratado de límites de 1941, donde cedimos territorio en la Goajira, nadie lo previó. Ante esto, debemos releer lo que escribió nuestro honorable embajador Hugo Álvarez Pifano en su artículo, “Cómo perdió Venezuela su Península de la Goajira”, a tal efecto dice: “…Aunque parezca mentira todo comenzó con el “Mogote de los Frailes”, el hito geográfico que, desde tiempos inmemoriales, había marcado el inicio de los límites entre Venezuela y Colombia. Se encontraba situado en el extremo occidental de la Península Goajira en el Cabo de la Vela -hoy más claro que nunca- el límite indudable entre los dos países, conforme al “uti possidetti juris” de 1810. Pero ocurrió, que la comisión colombo-venezolana demarcadora de límites, al llegar al lugar en el año de 1900 no lo encontró, así de simple, se había esfumado, como los sueños de tantos venezolanos que han luchado en vano por mantener la integridad territorial de su país. Algo que no ha sido posible a través de nuestra historia, a causa de los políticos corruptos, diplomáticos improvisados y jefes militares ignorantes e incultos, hasta nuestros días…”. Ahora se presenta una nueva coyuntura, el llamado del Gobierno a un cuestionado, por innecesario, referendo sobre nuestros derechos en el Esequibo, lo cual tiende a alborotar nuevamente los dormidos sentimientos nacionalistas, a pesar de que, la mayoría de los venezolanos sigue sin tener idea de dónde queda ese territorio en reclamación, de nuestros derechos históricos sobre él y sobre todo de que el 3 de octubre de 1899, un laudo arbitral manipulado, afectó nuestro territorio en unos 159.500 kilómetros cuadrados de nuestra Guayana Esequiba, un despojo territorial de los mayores que se han cometido a espaldas del Derecho Internacional. A todo eso se suma que Venezuela, en los últimos veinte cinco años se olvidó de ese pedazo de patria, no trató de ejercer su derecho a poseerlo mediante actos que lo indicaran claramente y de hecho, permitió, sin denunciarlo, el desarrollo del mismo por parte de Guyana, oscureciendo así la aplicación del “uti posidetis Iuris” como principio consuetudinario utilizado por la Corte Internacional de Justicia (CIJ), para resolver lo relativo a las controversias derivadas de la delimitación de las fronteras. De acuerdo a diccionarios jurídicos y enciclopedias, “Uti possidetis iuris”, tiene como traducción “usarás lo que posees de acuerdo al derecho o a la ley”, o sea, se trata de poseer, en este caso un territorio, según los derechos que se tienen. La noción, como dijimos, ha sido utilizada para la delimitación de fronteras, muy común en los casos donde los territorios a deslindar, fueron antiguas colonias, principalmente en América Latina y en África. Es al gobierno y a nadie más, como brazo ejecutor de las políticas del Estado, a quien corresponde hacer valer los derechos derivados de los títulos innegables de la nación venezolana.
Dada la poca importancia que algunos venezolanos, políticos o gobernantes, le otorgan a lo concerniente a las fronteras y aprovechando esta ocasión, debemos llamar la atención por el incumplimiento de todos los planes y proyectos que han existido, o existen, acerca del resguardo de uno de los puntos geográficos más álgidos y vulnerables de nuestra geografía y se trata de Isla de Aves, un territorio insular situado al oeste de las Antillas Guadalupe y Dominica, de apenas 3,5 has, con una longitud de 540 metros de largo y 150 metros de ancho, el cual nos ha proporcionado 75.000 kilómetros cuadrados que completan para Venezuela una superficie de unos 568.000 kilómetros cuadrados de Zona Económica Exclusiva sobre el Mar Caribe y por tanto, el uso exclusivo de las riquezas que encierran, minerales, pesca o energía. Nuestros títulos derivados de la colonia nos han permitido establecer límites con cuatro países, entre ellos los Estados Unidos, los Países Bajos, Francia y Santo Domingo. Están pendientes delimitaciones con las islas de St. Kitts-Nevis, Santa Lucía, San Vicente, Granada, Dominica y Monserrat. Estas dos últimas plantearon un conflicto diplomático en el 2001 y fueron respaldadas por la mayoría del CARICOM, reclaman los derechos que Venezuela tiene sobre la Zona Exclusiva Económica que genera la Isla de Aves. Igual actitud asumen, Antigua y Santa Lucía. Todos quieren delimitaciones, constituyendo esto una amenaza que hay que atender, así como también dedicarse con urgencia a estabilizar la perdida de superficie de Isla de Aves que, debido a la acción del mar, los vientos y huracanes ha perdido, con el paso de los siglos, más del 70% de su superficie. Hoy existen técnicas de construcción para mantener e incrementar la superficie de Isla de Aves y garantizar nuestra soberanía en el mar Caribe. China es especialista en construir islas artificiales ilegales para reclamar soberanía, la nuestra es totalmente legal.
Jorge Puigbó