#OPINIÓN Zarzuela Los Gavilanes en Barquisimeto #14Nov

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Por: Rosario Anzola

El sábado 11 de noviembre asistimos a la Zarzuela “Los Gavilanes” presentada en el Anfiteatro Don Pío Alvarado del Complejo Ferial Bicentenario de Barquisimeto, un espectáculo admirable por el colosal esfuerzo que significó ponerlo en escena, bajo la Producción General de Joe Alvarado. 

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El coro, dirigido por Imelda Fréitez, se lució con la voz y la actuación de los cantantes;  la coreografía de Luisa Suárez y la actuación de sus bailarinas resultaron impecables; los 120 jóvenes de la orquesta, dirigidos por el maestro Josué Monsalve, destacaron por su pulcra ejecución. Todo el equipo, incluyendo los técnicos, que hicieron posible este evento merece el más caluroso de los aplausos. Es grato reconocer el orden,  la atención protocolar y la seguridad como un ejemplo de lo que puede lograrse con una buena organización.

El acto se inició con las palabras del embajador de España en Venezuela, Don Ramón Santos, cuya soltura y empatía con el público generaron el mejor de los ambientes. Es de agradecerle a dicha Embajada, así como al Consulado Honorario de España en Barquisimeto, en la persona de Beatriz García, que nos hayan brindado tan magnífica oportunidad para disfrutar de un género que es parte de la tradición musical hispanoamericana.

Y a este propósito, quiero hacer énfasis en la condición de los barquisimetanos, quienes poseen un talento y un oído musical excepcionales, hecho que los convierte en un público muy exigente, capaz de calibrar la calidad de los eventos musicales. Exponerse a este público es un reto para los grupos y cantantes que visitan la ciudad con sus conciertos. Esta pasión por la música se evidenció en la Zarzuela. El anfiteatro estaba a tope y se sentía el contagioso entusiasmo de los presentes.

De repente comenzó a caer una ligera lluvia y nadie se movió de su sitio. Las nubes pasaban y la garúa desaparecía, hasta que arreciaron las gotas justo antes del último acto. Era imposible permanecer allí. El público salió hacia sus carros mientras el aguacero empapaba. Los cantantes y la orquesta se mantuvieron en el guión a la espera quizá de instrucciones precisas ¡Un mérito más! Yo pensaba con temor en los instrumentos, que mojados podrían dañarse. Entonces vi algo que se me quedó grabado: uno de los percusionistas se quitó la chaqueta para colocarla sobre su tambor y así protegerlo del agua. El gesto me llenó de ternura.

Como todos los que presenciamos la zarzuela, espero poder volver a verla hasta el final en la próxima oportunidad y así aplaudir una vez más con la devoción que merece tan digno esfuerzo.

Rosario Anzola

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