El doctor Charles William Eliot, ese gran educador estadounidense, de la muy reconocida Universidad de Harvard presidente, dijo unas palabras que me han impresionado de gran manera: “que en una estantería de cinco pies podía contener los libros suficientes como para acceder a una educación liberal a cualquiera que los leyera con dedicación, aunque solo pudiera disponer de quince minutos al día para su lectura”. Estas palabras, dichas en 1909, nos revelan los discretos orígenes de una universidad que en la actualidad aparece como la primera del mundo en prestigio con sus 39 Premios Nobel y seis presidentes de los Estados Unidos egresados de sus aulas.
Hoy en día tenemos a nuestro alcance una ilimitada cantidad de libros en internet y en las bibliotecas, lo que el bueno de Eliot jamás pudo imaginar, pero el fragor y el ruido de la vida en el siglo XXI nos ha quitado hasta la disponibilidad de tener tan solo quince minutos para la lectura de los clásicos de todos los tiempos y lugares. Y es que la lectura con dedicación, como recomendaba este sabio norteamericano, parece que tampoco está al alcance de nosotros en el infernal caos de nuestros días. No tenemos tiempo ni disposición anímica para conversar con los gigantes del pensamiento universal. El historiador de la cultura Morris Berman habla del capital idiota que sufre la sociedad en Estados Unidos.
Y es que la cultura chatarra se ha entronizado de manera espectacular entre nosotros, afirma el crítico de la “cultura” estadounidense Morris Berman. Un infierno cultural que requiere, plantea este filósofo, la urgencia de nuevos individuos monásticos, como aquellos que perseverantemente salvaron y trasmitieron la cultura clásica refugiados en abadías y monasterios medievales luego del hundimiento del Imperio Romano. Lo que llama Mario Vargas Llosa la banalización de la cultura ha creado la civilización del espectáculo, remedo de civilización que ha significado, dolorosamente, la desaparición de la alta cultura. Este es el gran mal de nuestro tiempo y que Nietzsche advirtió en su tiempo. Horroriza pensar con Herman Hesse que los hombres del siglo XX se creen cultos porque llenan crucigramas.
Al finalizar este primer postdoctorado en Ciencias de la Educación que ofrece la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico Barquisimeto Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, Venezuela, y a la que me enorgullezco de pertenecer, reflexionó sobre la imperiosa necesidad de volver a la lectura concienzuda y cuidadosa. El placer que produce dialogar con los gigantes del pensamiento, la búsqueda desinteresada del saber, tal como se lo plantearon por vez primera en la historia de la humanidad aquellos habitantes de las sobrias colonias griegas del Mar Egeo, los presocráticos, quienes echaron las bases de la cultura de Occidente. Comienzo absoluto: ciencia y filosofía nacen allí al unísono de las manos del gran Tales de Mileto en el siglo VII antes de nuestra era.
Esta feliz y urgente conjunción de humanidades y ciencias de la naturaleza se avizora en el porvenir cercano. Es lo que propone, entre otros, el químico belga y premio Nobel en 1977, Ylya Prigogine: una nueva fecundidad en las comunicaciones entre las interrogaciones filosóficas y científicas. El gran diálogo entre ciencias naturales y las humanidades que supere las fronteras entre las disciplinas. Este capital planteamiento ha de llegar cuanto antes al hecho educativo y a los educadores, pues es allí donde se ha incubado la fatal separación y divorcio entre las humanidades y ciencias naturales, dolorosa situación que nos ha colocado frente a una realidad fragmentada y sin sentido.
Este postdoctorado, ofrecido por primera vez por nuestra Universidad Pedagógica Experimental Libertador en Barquisimeto, Venezuela, nos deja abierto este camino que, sin duda, habrá de superar el mezquino ámbito de la súper especialización y superar las dos antagónicas culturas que llamó el profesor C. P. Snow en 1959. Avancemos, pues, en la construcción este nuevo episteme del siglo XXI. A tamaña responsabilidad estamos convocados en este mundo posmoderno lleno de incertidumbres y retos. Un poco de lectura concienzuda, serena y diaria, como recomendaba Eliot, nos está haciendo mucha falta.
Luis Eduardo Cortés Riera