¿Está en crisis la democracia?
A la vista están las evidencias con el desencanto, el éxito de los populismos. En todas partes se escribe sobre eso. Applebaum habla de su “crepúsculo” por el señuelo seductor del autoritarismo. Davies se plantea los problemas de la democracia en cuando declina la razón. Runciman explica el surgimiento de un “nuevo solucionismo”. Acemoglu y Robinson dan como respuesta un avance democrático posible en el estrecho corredor entre una sociedad civil fuerte, organizada que vigile y reclame y un Estado fuerte, capaz de responder a las demandas sociales.
¿Cuánto de eso es válido en Venezuela?
Todo y algo más.
Entre nosotros, la diferencia entre Constitución y realidad va de drástica a abismal. La forma y fines del Estado federal descentralizado, la prolija carta de Derechos Humanos, la separación de poderes, las garantías textualmente expresados en la Carta Magna, logros históricos contrastan con lo que ocurre en la vida. Si no ¿cómo se explicaría que hubiera que firmarlo en el acuerdo de Barbados?
Recién, el Instituto FORMA estudió las condiciones básicas para que haya democracia. Algunos datos económico-sociales.
Un tercio de la población trabaja por cuenta propia. La principal fuente de ingresos es el rebusque para el 30.4% mientras que sólo la cuarta parte vive de un salario formal. La tercera parte de los venezolanos sobrevive con diez dólares mensuales y un cuarto considera improbable hacer dinero honestamente.
Los derechos humanos son importantes para la mayoría de una población cuya mitad cree que no están garantizados. La libertad de expresión es poco valorada.
Para la mayoría, democracia es derecho a elegir los titulares de un poder limitado. Un tercio de nosotros cree que es que el gobierno haga lo que el pueblo quiera o necesite. Y sólo un quinto la asocia con el respeto a la ley. Las elecciones son muy importantes para nueve de cada diez de nosotros.
Ocho de cada diez siente ansiedad y seis de cada diez miedo. La causa principal es el poder. Eso se traduce en un clima pesimista que teme que como en el libro de Newman sobre nuestro país “Todo puede ponerse peor”.
Pero la realidad no es estática, ni siquiera la nuestra. Los acuerdos de Barbados pueden ser una puerta abierta, si no es una puerta giratoria. Si se cumplen, podremos avanzar en la dirección de la democracia que nos falta. Gran oportunidad que depende de si el liderazgo cumple y los aprovecha.
Una primera lectura de la Primaria valora la emoción, la participación y la composición de un nuevo cuadro. La magnitud y profundidad de lo ocurrido no puede ser ignorada ni subestimada por los actores políticos dentro y fuera del poder, los sociales, los económicos, los militares y los internacionales. Las primeras reacciones de un poder, prisionero de su propaganda, deben sustituirse por una comprensión cabal de la jornada del 22 de octubre.
Es un dato muy potente que cada quien debe ponderar. Triunfó el camino electoral para el cambio y la candidata que proponía un liderazgo para lograrlo. Ahora, toca hacer posible lo que es necesario. Más que hora de consignas, esta es de pasos políticos seguros por firmes y meditados, pues queda por delante un trecho largo, muy difícil. El mandado no está hecho.
Y después ¿Qué?
Comprender la realidad para cambiar la democracia requiere una mirada más profunda.
Michael Sendel se pregunta ¿Qué ha sido del bien común? Dos males relacionados polarización política y desigualdad económica conspiran para el deterioro de la noción de Bien Común. La promoción de un sentimiento cívico es tarea de los demócratas de todas las tendencias.
Ramón Guillermo Aveledo