A Luchy+ (mamá de Pichi y abuela de JJ)
A palabras necias, oídos sordos.
Anónimo
No hay peor sordo que el que no quiere ver,
…ni peor ciego que el que no quiere escuchar.
Marc Kony
No hay peor sordo que el que no quiere oír; pero hay otro peor…
…aquél que por una oreja le entra y por la otra se le va.
Baltasar Gracián
La amabilidad es el lenguaje que el sordo puede oír, y el ciego puede ver.
Mark Twain
- Preface to the Deaf and Goldcrests (Prefacio para Sordos y Reyezuelos)
Si Mark Twain, por cosas de la casualidad, hubiese nacido en Gaza, y si la amabilidad es el lenguaje que el sordo puede oír y el ciego puede ver, entonces la amabilidad no tendría idioma, el sordo oiría con la vista, y el ciego vería con los oídos. Pero lo más agotador es que en el manejo de tirano bandera en la Venecia, la amabilidad y la gentileza con la población, son ciegas y sordas (a los puños, patadas y bofetones) que de buena gana propina el rey del bigote charro a cualquiera que en la colectividad entorpezca sus pedanterías de perpetuidad.
Este pequeño relato de gente común, de la mentada “gente de a pie” no pretende más que hacer mirar al gentío que no observa y a hacer oír a la multitud que no escucha. Pero ese no sería problema si solo fuera la gente. Lo perverso es cuando los que no ansían ver y menos oír, son los que tienen la paila por el mango. Y en esa paila infernal la ciega autocracia tiene frita al soberano consumido en el reino de los sordos. Linda y su esposo son sólo dos personas que resisten a sordas sociedades, y revoluciones ciegas.
Entretanto, en algún lugar de la mancha, la ciudadanía despierta…
- Somewhere in neighborhood
En cierto lugar de la urbanización un vecino se despertó gritando que no le mordieran la oreja. A lo lejos se llegó a escuchar el alarido desesperado. Hubo quien prefería pensar que sonaba al maúllo de un gato malparido al que alguno debió echar un puntapié. Las indiscretas empezaron a mencionar al personaje que maltrataba a la señora porque dizque era butanesa.
Los más bizarros se ajustaron el fuco y los menos aventurados se hicieron de bates de béisbol y potes para cacerolear al opresor. A mí me dio por morirme de risa por los nervios. Mi mujer que conocía de mis neurastenias empezó a calmarme. Insistía que eso pasa siempre estos días, a cualquiera le muerden un lóbulo y se apoca. ¿A quién no se le calienta la oreja con la multitud asustada por la inseguridad, el hambre y sobre manera por la inflación?
– ¡No les hagas oído a esos maniáticos!, repetía Linda, más fastidiada del ajetreo que del propio recelo; ¡Capaz que se la mordió la señora por llegar a casa con pintura de labios en la solapa y cundido de pachulí de rosas de un parador de la carretera del Junquito!...
La ciudad era un hormiguero. Sonó el timbre y Linda dijo que atendía. Era Ernestina, doña a la que todos temían en el distrito por lengua tóxica y oreja parada, pues se mencionaba que el complot y la intriga le surtía argumento para vivir. A esas horas donde todavía no es de día y el sol enseña a espantar las sombras, la doñita gemía con el cuento del anticristo nos madrugó. Linda dispuso té de camomila mientras las lágrimas de la anciana metiche surcaban más arrugas que el presupuesto de la nación.
No había formas de mandar a la doña más allá del portal. Se aferraba al sofá como un condenado que va a guillotina. Nos decía que no había nada como perder un sentido. Quedar ciego o sordo por un mordisco era algo que no sabría cómo digerir para ir a decir a los otros. A partir de ese minuto su existencia de intrigante llegaba a su final. Y eso sería como si fuera la roída. Se cubría las orejas y gemía que junto a su lengua eran sus capitales más preciados.
Fastidiados del llanto imploramos nos trajera un poco de azúcar de su hogar y de esa forma no abriríamos más hasta nuevo aviso. El público en las calles se congregaba. La radio patrulla igual era la última en llegar, pero además en enterarse. Linda se puso a jurungar en internet y encontró la noticia viral: ¡Monstruo mordisca orejas recorre las calles de la ciudad, y la multitud se defiende de hacerle oídos!
- Anywhere in the Blind City
Cansado de tanto susurro apagamos la iluminación y esperamos el alba. En la mañana había entorno de camposanto. Todo el mundo se hacía el sordo. Se veían almas con tapa oreja de estación y otros con audífono sin audio. La gente paseaba muy alerta, pero tratando de no escuchar nada pues tantos rumores ocultos aguzaban la exaltación, y trepanaban los tímpanos.
Fuimos al parque a ver como se atendía la cosa. Se percibían las vibraciones de una ciudad que escucha poco y dice demás. Al final supimos que como cualquiera, se termina por entender que morderse la oreja también es un descuido. Yo estuve a punto de morderme la lengua cuando vi a la señora Ernestina a todo vapor marchando por la calle y vociferando al tiempo que cubría las orejas ¡los caballos del apocalipsis llegaron con las gríngolas y con los gringos!; aceleramos el paso para evitarla. Llegamos a un café en el que todo era silencio.
La gente se observaba las orejas y ya no atendían con los ojos. Algo raro está pasando, le dije a mi mujer. Linda como siempre oía a su modo, es decir, no me oye. Yo tampoco era que tenía parada la oreja cuando conversaba. Nos habíamos dicho tanto a través de los años, que ahora las palabras eran muecas inaudibles y las mímicas, silencios autónomos.
- Any way or Another
El escenario no paró allí. No todo tiene su final. Estábamos convencidos que rápido se susurraría quien era ese caníbal de orejas. En el mismo café, un televisor con imagen, pero sin audio explicaba que, en la prisión un recluso fue obligado a comerse la oreja de otro preso mientras le regaban gasolina y le ponían a brincar como un bonzo.
Entretanto la gente aturdida, sorda de tanta habladera de paja y muda de tanto sinsabor, admite ser tratada como rebaño por la revolución. Los Clap son indigencias que se riegan en las parroquias y los Clip son las notas que la gente arrecha riega por las redes sociales que se han convertido en insaciables por no decir insociables. Cualquier cursi se manda selfis desde su viaje vacacional. Lo superficial es tan cierto que lo llenan haciéndole creer a las amistades intangibles, su invisibilidad y su sordina espiritual.
La sordera persigue hasta el hogar. Linda y yo no somos la excepción. La oreja roída cunde en todos. No se escucha una sola verdad que no te pegue en los oídos. Ahora Venezuela es un país de ciegos y sordomudos, y en el país de los ciegos, el sordo es rey…
MAFC