Halloween es la celebración del cumpleaños de Satanás. Es la fiesta más importante celebrada por los satanistas, aquéllos que siguen al Demonio.
En esa noche los poderes de Satanás están a niveles muy altos, debido a que muchos le están rindiendo culto con esta celebración que parece muy inocente.
El “trick or treat” (truco o dulce), que los niños repiten para pedir caramelos en cada casa, encierra algo muy grave. Esa frase viene de un antiguo culto pagano y significaba “maldición o sacrificio”. Se trataba de que obligaban a la gente a dar regalos a los sacerdotes satánicos para supuestamente evitar venganzas del Demonio.
Mientras los niños recogen caramelos, los verdaderos satánicos están ofreciendo sacrificios humanos, sobre todo de niños que han sido secuestrados y que son ofrecidos como víctimas inocentes en una noche de lujuria, drogas, alcohol y toda clase de desenfrenos, en las llamadas «misas negras«. Así de grave es la cosa.
Al observar los disfraces y los objetos de Halloween, uno puede darse cuenta de lo feos que son y de que representan cosas malas: imágenes ensangrentadas, brujas, hechiceras, cadáveres andantes, vampiros y cuanta cosa desagradable que puedan inventar. La idea es realzar todo lo feo y lo malo, porque se está celebrando la maldad misma, la muerte, las tinieblas, el miedo, lo feo y monstruoso, el Diablo mismo y todo lo opuesto a Dios.
¿Qué enseñanza es para los niños permitirles participar en las actividades de Halloween? No es de extrañar entonces que cuando jóvenes acudan a brujos, espiritistas, satanistas y a tantas actividades ocultistas prohibidas por Dios.
Dijo el conocido exorcista de Roma el Padre Gabriele Amorth que festejar Halloween es adorar al Diablo aunque sea una noche. De allí la proliferación de “niños insomnes, vándalos agitados y jóvenes obsesionados y deprimidos, suicidas potenciales.”
No celebremos la muerte y la maldad. Celebremos la Vida y la Verdad, que es Jesucristo.
Guía al mundo de Halloween
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Isabel Vidal de Tenreiro