#OPINIÓN Adiós al populismo #5Nov

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De acuerdo a los manuales de teoría política clásica en las Democracias Bipartidistas el nivel de confrontación electoral es atenuado por los consensos básicos que generan alternabilidad entre uno y otro partido, mientras que en las Democracias Pluripartidistas los enfrentamientos electorales son profundos y cuestionan la esencia misma del Poder Instituido por que la competencia entre muchos obliga a descalificaciones radicales.

En Venezuela durante varias décadas tuvimos una Democracia Bipartidista (según algunos las más sólidas y eficientes porque permiten acuerdos sobre temas vitales), pero unas campañas electorales signadas por el esquema pluripartidista, esto pudiera ser una de las razones que condujeron a los escenarios actuales.

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Nosotros somos víctimas de un lenguaje populista sembrado en el país por políticos que colocaron el pragmatismo electoral por encima de los intereses trascendentes del Estado. Elección tras elección aquí las campañas partidistas se centraban en la absoluta descalificación  del Gobierno, pensando que estos excesos verbales serían eliminados inercialmente por el pueblo bajo la novedad o encantamiento del Gobierno entrante. Pero resulta que no fue así, todas esas denuncias, en su mayoría exageradas, se fueron acumulando en la memoria colectiva hasta crear una matriz profunda de rechazo frente a la bipolaridad partidista que se había instalado en el poder político. Esto genera una Rebeldía Funcional  colectiva, es decir, como explicaba Robert Merton , la ciudadanía se siente frustrada frente a las promesas incumplidas y siente que puede convertir este desencanto en una conducta de reclamo sistémico ante la autoridad, en otras palabras, la gente siente que debe cobrar venganza de sus dirigentes por haber incumplido sus ofertas electorales. En otras palabras, buscan destruir el Tótem bajo cuya mirada inconmovible habían soportado una vida de sufrimientos, sin entender que este símbolo de autoridad era solamente el resultado de un estado de postración y de conformismo masificado.

Llegó un  momento cuando el populismo no pudo soportar más las presiones de una población creciente a la cual se había acostumbrado a intercambiar votos por favores gubernamentales. Se acabó o fue insuficiente la provisión de recursos materiales del Estado y los supuestos beneficiarios quedaron convencidos que su pobreza era consecuencia de la mezquindad o negligencia de los políticos a quienes habían llevado al poder para que repartieran la riqueza nacional entre los desposeídos.

La realidad era que se requería con urgencia un cambio de modelo socioeconómico para descargar al estado de la inmensa carga de sostener financieramente a la nación. Era urgente profundizar la economía de mercado , diversificar la actividad económica, promover la creación de un aparato productivo privado que generará empleos en función de consolidar la demanda agregada y al mismo tiempo cancelara impuestos al Estado para que este los convirtiera en buenos servicios públicos. Pero hicimos exactamente lo contrario, elegimos un Gobierno con una visión socialista, con un esquema paternalista, con arengas  clientelares inspiradas en una ideología fracasada, es decir, antes que modernizarnos y acoplarnos a la dirección tras la cual marchan todos los países del planeta , nosotros tomamos la opción del populismo puro y ramplón. Ahora los excluidos piensan que están en el poder porque ventilan su odio y su hambre en mitad de la calle, pero en verdad lo que estamos viviendo es una anarquía sin precedentes, en una ingobernabilidad absoluta dentro de la cual la Fuerza Armada es un saco de gatos, el Gobierno Central una peña de cuida puestos y la Sociedad Civil una marejada humana que recorre el país sin encontrar cauces institucionales que le permitan orientar sus acciones hacia objetivos políticos concretos.

Pero lo importante es que estamos aprendiendo, lo que estamos viviendo es una gran lección homeopática, estamos en proceso de curación gracias a que incrementamos la dosis de populismo y hemos visto cómo esta opción termina necesariamente en el abismo. Ahora toca al país organizarse en función de ideas modernas y esto vendrá  más temprano que tarde, en eso yo soy optimista y apuesto a que la oposición democrática unidad rescatara la modernidad que una vez tuvimos. Dios no guíe en este reto.

Jorge Euclides Ramírez

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